Por: Milena Agudelo Trejos
Aprendió a mirarlo sin expectativas y justo allí, amarró la idea de vivir una vida de dos que ya no tiene derecho a salirse de parámetros.
Soltar le ayudó a sanar esos imaginarios de películas de un amor perfecto y falsos pensamientos sobre quién da más, en una vida sin subidas y bajadas que venía siendo como un mar sin olas, y en ocasiones, hasta con escasas tormentas.
Despertó del adormecimiento emocional en el que cayó, pensando que necesitaba sanar, mirar la grandeza de mar y sentir la magia que trae consigo el vaivén de las olas.
Que no se trataba solo de olvidar ni mucho menos de recriminarse por los errores cometidos. Requería darle a cada situación vivida y a cada persona involucrada, el lugar justo dentro de su ser antes de avanzar.
Alejó la famosa frase de que ya lo pasado pasado y volvió a ver que ese tiempo estuvo cobijado muchas veces con el futuro que anhelaba, por lo que replanteó mirarlo y asumirlo con otra actitud.
Entendió con ayuda de la soledad, que soltar era darle orden a los sentimientos y quereres del ser más importante: ella misma.
Soltó y equilibró la balanza del amor, porque en la vida tarde que temprano todo cumple con su destino.
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