Por: Federico Arteaga C.
Ese perdón,
El que ustedes desean,
Intangible y absoluto,
Existe sólo en la imaginación de sus dioses.
En nuestras manos
Solamente tenemos el perdón humano,
Incompleto y pasajero,
Con su vestidito de domingo
Manchado de odio
Y con rotos de dolor
Que ni los cuidados de mi madre
Pueden remendar.
Este perdón,
El que reúne a las víctimas con sus monstruos,
Es la única herencia útil
Que podemos delegar
A nuestros niños.
La certeza
De que el amor perdido no se desvanece,
Y de que la vida arrebatada
No le pertenece a quien la pueda perdonar.
El tiempo vivido
Debe negociar con el tiempo imaginado
Y abrazarse en un perdón
Lleno de fuego contenido.
El perdón que se pide
No es el perdón que se ofrece.
Los pecados no se archivan
Y los crímenes no se absuelven.
Dos personas encienden una vela,
Y con labios sangrantes de tanto morderlos,
Acuerdan no volver a hablar de sus vidas
Para no regresar a la conclusión
De sus muertos.
Si es cierto que la tierra del crimen llama y hala,
Y que regresa el culpable a sus huertos,
Caven allí una fosa,
Un pequeño hueco donde griten el número de sus muertos,
Y busquen entre raíces, piedras, e insectos
Ese perdón que se imaginan,
Ese que vive en la imaginación de sus dioses,
Sus dioses que sólo los visitan
En sus pesadillas
Y en sus sueños.