Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

El velo de su sonrisa

Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte

Yo la vi.

Caminaba segura y atenta. Se adelantaba a los pasos de sus dos amigas quinceañeras, aunque parecía tener un halo de conciencia mayor.

Sonreía.

Quizá era porque al llevar la falda de colegio, unos centímetros más arriba de la rodilla, llegó a sentirse más retadora y visiblemente fuerte, en este mundo fugaz y poco cálido.

Temprano en la mañana, me pregunté hasta dónde llegaban los sueños y las preocupaciones de las tres.

Se lo compartí a las amigas maduras, refiriendo una época en la que los velos eran más fuertes, y la religión nos hacía más temerosas, y limitábamos los sueños porque el consumo no se había apoderado de la sociedad en la que ahora viven nuestros hijos, tan frágiles como las tres niñas del barrio.

Y de repente, ya no existe. Se tomó un frasco de pastillas.

Decidió en su soledad, quitarse el velo, y creyó que era más fácil que su mamá llorara en la madrugada para que fueran esos gritos finales los que las conectaran, en otra dimensión.

Y a lo mejor les dijo a sus amigas que ya no llevarían más maquetas y tareas como las que cargaban a diario al caminar en la ruta hacia el colegio, o probablemente no les entregó ninguna señal de lo que ocurría en su habitación de osos, afiches e ilusiones rotas.

Yo la vi.

Ahora, cuando la observan las luces del olvido, creo que decidió hacer pedazos el velo. Comprendió que para vivir en un mundo ordenado, limpio,  transparente, sin mal, sin fealdad y con belleza plena, la mentira tenía que separarse nítidamente del bello reflejo de su sonrisa.

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