Por: Franklin Molano
Amadeo vive solo y casi no puede andar; calza zapatillas de estar por casa y suele vestir camisas estampadas, contribución de la asistenta social que le echa una mano para limpiar y cocinar dos o tres veces por semana, desde que su mujer murió.
Su casa parece ser muy pequeña.
A través del hueco que deja la puerta entornada puede verse una mesa y unos portarretratos, unas sillas, una televisión que siempre está enfundada y al fondo una cocinita pintada de blanco que resplandece por la luz que entra por alguna ventana.
Si yo fuese menos egoísta… seguramente me entretendría un rato con él cuando paso y comentaríamos de la última novela, del próximo tiroteo o de lo rápido que es el caballo del bueno; quizás hasta comprara unas cervezas y me sentara en el escalón que hay ante su puerta. Pero apenas si me detengo unos minutos, el tiempo justo para ofrecerle tabaco y poco más. Las más de las veces solo un saludo nos cruzamos, las prisas siempre son enemigas de la amistad
Me serviré un ron.
Más de Lloronas de Abril en https://www.facebook.com/lloronasdeabril