Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

El día que la llamaron bruja

 

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Fueron otros tiempos.  Otra época.  Una generación que también la llamó bruja por intentar ser libre, y hablar duro, y opinar que la mujeres no debemos someter las pasiones a los delirios de los machos.

Tenía una estatura natural que le permitió tener siempre una mirada privilegiada; una férrea contextura que la hacía rechazar esas ideas falsas de que no podemos soñar con un futuro sin ataduras.

Intentó conciliar para ella los designios del amor, buscando las razones y una respuesta al silencio que le impusieron los demás.

Entonces le hizo caso a las señales que le palpitaban en su cabeza rubia; y dedicó horas a fumar las tardes para contar a sus clientes las visiones de mundo que se podían publicar, porque quizá, ofrecían una acertada solución a sus problemas.

Sus palabras fueron bálsamo, y otras noches, avivaron el brote del a rebeldía. En ocasiones, desaciertos disfrazados de locuras.

Pero ella siempre tuvo la intención femenina de arraigar el hoy, de garantizar los derechos, de soltar exigencias y promover la búsqueda de la felicidad.

Un día, algunos la llamaron bruja, sin darse cuenta de que su caminar era de diosa.

Se equivocaron quienes no vieron el poder de su energía; la magia volcada de su creatividad; los días en los que vivió radicalmente una vida extraordinaria.

La llamaron así porque no se dieron cuenta de que amó con intensidad, disfrutando ese nombre puro y de seis letras con el que la conocimos, y descubriendo que las horas no le eran suficientes.  Que era mejor perder para avanzar; ser valiente y otra vez valiente para cambiar su destino y el de quienes supimos que una mujer así como ella, jamás podrá llamarse bruja.

 

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