Por: Valentina Suárez Fernández
La vida sigue siendo un milagro precioso. Tu eres preciosa.
Hace un año intento interpretar cada uno de tus gestos, queriendo conocer a profundidad cómo ves el mundo. Eres increíblemente observadora, te detienes en los detalles.
Amo tus gestos y tu risa. Tu asombro por los pájaros y tu ausencia de discriminación; son tan maravillosos los canarios y loros que vemos por nuestra ventana, como los históricamente excluidos gallinazos.
Amo tus ojos al ver las hormigas sin quererlas matar. Me das lecciones diarias de coexistencia. Amo tu capacidad de amar sin diferencia y tu cara de alegría cuando ves camisetas estampadas.
Haciendo uso de un cliché común en las redes de madres “tú naciste y yo nací como mamá”. Sin duda, nació en mi el sentimiento más grande e indescriptible que ni en uno de mis mejores días de juventud pude imaginar.
El planeta es un lugar precioso mi niña. El respeto por los otros seres de nuestra especie es fundamental para vivir feliz. Amar y cuidar a los animales es un privilegio. Proteger los recursos de la naturaleza es obligación para continuar viendo el verde de las montañas y el azul del cielo, que tanto miras.
Mi flor y mis colores, estaré aquí para ti con palabras y actos que materialicen mi sólido amor.
Gracias por tu vida, que ha sido vida para mi, para tu papá, para tus abuelitos y bisabuelitos.
En este año en medio de leche, mastitis, ejercicio, estimulación, asombro, lágrimas, Alegría, pandemia, encierro, familia, paciencia y fe te he entregado lo poco que sé de vivir, pero ten la absoluta certeza de que cada acto ha sido con todo el amor que tengo para dar.
Agradezco a ese poderoso Dios que me permitió verte el 5 de julio del 2019 a las 11:28 a.m.
Fui su templo, y tú, la mejor muestra del amor que he recibido de su parte.
Por siempre, con amor luminoso, tu mamá.
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