Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

El camino del amor

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Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte

Ahí estabas. Ensimismado y preso de tu egoísmo.  Tenías razón en mirar de reojo.  Nadie te enseñó que de frente y con el corazón en la mano dolía menos.

Ahí, tan pequeñito, desde niño eligiendo el camino de la soledad. Aún no sabías que podías desaprender y hablar del amor saliendo de ese caparazón que también a mí me impusieron.

Dolieron tanto esas palabras de mujer.  Te enfrentaron a una realidad que querías ocultar. Merecías escucharlas, y llorar, claro, por encima de quienes dicen que los hombres no lloran.  Quizá era mi voz la que empezaba a perseguirte, hasta lograr nuestro encuentro.

Yo iba en la misma dirección.  Me sugirieron que caminara despacio, que no usara tacones altos, que siempre sería mejor protegerse, dar la espalda, buscar menos vinculaciones.

Por fortuna solo hice caso a lo de los tacones.  Mis velocidades las íbamos marcando juntos, en cada paso del camino.  Sonriendo de lejos, sin estar juntos buscando nuestra luz.

Por fortuna anduviste al ritmo de los errores que me hicieron aprender y preferiste llorar para demostrarles que la paz del futuro sabía a mujer enamorada. No dejaste de seguirme la pista, anotando en tu libreta de recuerdos los vestidos que me ponía y las aficiones con las que ibas acercándote.

Te quedaste para rastrear mis silbidos y el lazo blanco que me llevaría a ti, con la misión clara de quitarte los vicios de moda en el masculino terco e implacable que ya no hace parte de tus pensamientos.

Llegamos a la cima.  Traíamos la flor amarilla que arrancamos en el trayecto.  Y me abrazaste con la gratitud que habita nuestra piel, dejando atrás el miedo de correr y perseguir nuestras raíces.

Y me besaste mirándome a los ojos, asumiendo tu nueva vida, una era de menos cansancios, de espacios para mirarte adentro, de archivar dolores y sumar sonriente las manchas de sol en las que ahora nos cabe un mundo feliz para pontificar afecto pleno.

Ahí estás.  Hablando de lo imposible para hacerlo realidad en mis  ojos.  Ensimismado en mis calores y preso de la melodía que subrayamos de frente y con el corazón en la mano.

Ya sabemos que no duele, que el camino del amor no duele.

Partimos en dos la ruta que nos trazaron. Desaprendimos y ahora dormimos cargados de esas palabras nocturnas que nadie nos arrebata.

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