Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Almas del tiempo

Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte

Cualquier tarde el tiempo corre con menos fuerza para darnos lecciones.

Se detiene ahí, cavando metros bajo tierra y nos obliga a mirar hacia arriba, hacia al lado, a buscar las luces, a entendernos en la mirada de los que escarban en sus propias culpas, o de quienes cultivamos la esperanza mientras la escondemos en un rincón del maletín que llevamos al trabajo.

Hace la pausa y nos obliga a pensar en el inocente niño que aguantó días sin ver el sol, y que nos mantuvo en vela en su rescate, orando a kilómetros de distancia para que volviera a sus juguetes, a sus abrazos, a su alma pura, aunque él ya lo había condenado.

O nos despierta bruscamente una mañana de lluvia tersa pero llena de tierra, para gritarnos así, de manera violenta, que el hoy es el hoy, que la vida es el privilegio de acostarnos cerca a los nuestros cada noche, arroparlos, darles un beso en la frente y esperar oír sus pasos en la madrugada, solo con sentimientos de gratitud y reverencia.

Porque seguimos sin entender que ese peso denso impuesto por los minutos es una alarma repetitiva diciéndonos que huir no sirve de nada, que todos pisamos el mismo suelo y que lo único importante es ser compasivos, primero con nosotros y luego con las debilidades que erróneamente calificamos en los pasos de los demás.

Algunos no salieron de ese hueco negro.

Nosotros, en cambio,  estamos vivos para celebrar el amor, las cenas con los amigos, las almas cómplices en la cama tibia, la promesa incumplida, la cita que aún puede ser, la ausencia, la soledad, el cansancio, el descubrimiento del primer amor, los dedos dormidos, un nuevo cumpleaños y las ganas de que salga el sol para sentir una vez más la fuerza de la ilusión por el minuto que viene.

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