Liarte: diálogo sobre arte

Publicado el Lilian Contreras Fajardo

David Manzur en la galería Duque Arango de Medellín

El 15 de julio la galería Duque Arango de Medellín inaugura “Tiempo, espacio y memoria…”, una exposición con 32 obras de David Manzur.

Piezas de las colecciones “Las Ciudades Oxidadas”, “Los Caballos” o “Las Meninas”, así como instrumentos musicales y naturalezas muertas pueden verse hasta el 15 de septiembre de 2022.

“Estas 32 obras deben considerarse una breve antología de la producción de David Manzur, artista que desde muy joven ha trabajado sin pausa, experimentando con la forma sobre el soporte plano”, dice historiadora y curadora venezolana, Bélgica Rodríguez.

“Aunque faltan obras de algunos períodos, el recorrido por la muestra informa sobre importantes temas y momentos por los que ha transitado en su vida de artista desde 1973 hasta 2022. Se trata de una selección muy variada que muestra obras de las series de ‘Las Ciudades Oxidadas’, ‘Los Caballos’, ‘Las Meninas’, de instrumentos musicales, naturalezas muertas, y unas pinturas muy bellas y de sus más recientes creaciones con personajes femeninos”, agrega la crítica de arte.

David Manzur nació en Caldas, Colombia, vivió en África y Europa, donde experimentó de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial, circunstancias que, junto a su paso por la música, la literatura y el teatro (aunque breve pero exitoso), marcó la manera de abordar la figura y el espacio.

De Europa viajó a los Estados Unidos. En Nueva York fue testigo del apogeo del arte abstracto, estudió en el Art Students League y el Instituto Pratt; en Chicago (1966), fue asistente del artista neoplasticista, óptico y cinético, Naum Gabo, cuya influencia se nota en sus trabajos de los años 60 y 70, cuando experimenta con maderas, hilos de alambre, en ensamblajes en los que el juego de luces y sombras crea volúmenes virtuales, posteriormente e influenciado por el barroco español.

David Manzur empezó una nueva etapa de su obra figurativa donde resaltan la naturaleza muerta, la transverberación de Santa Teresa, la figura e historia de San Sebastián y principalmente, el uso del caballo en diversas situaciones.

-> El catálogo “Tiempo, espacio y memoria…” se puede consultar aquí.

David Manzur pertenece a la estirpe de los grandes pintores figurativos de Colombia. Junto a ellos inició un período histórico continuo de características telúricas en sentido planetario, sin que esto deba interpretarse como realismo primigenio de la tierra y el cosmos locales. La expresión plástico-estética de su trabajo de arte pareciera ser sencilla, puede serlo a un simple análisis de sus valores, pero la profundidad de la propuesta infiere no alienables principios creadores de la verdadera obra de arte, aquella que está creada para estar vigente en todos los tiempos.

Al manejar diestramente los varios lenguajes visuales registrados en la historia de importantes momentos de la creación artística universal, con minuciosa arqueología, ha creado una narrativa de territorios figurativos únicos y propios, de profundos significados, llegando a veces a planteamientos temáticos de orden metafísico.

“Estudiando profundamente los períodos clásicos, se ha apropiado de espacios, tiempos y formas del barroco español, de los pintores realistas norteamericanos, también del Renacimiento y otras tendencias para generar un trabajo inédito en el que una fenomenología de la condición humana marca su figuración con ‘Las Meninas’ de Velázquez, con la obra de Paolo Ucello, de Rembrandt, de Zurbarán, en situaciones que determinan una observación sistémica y el estudio planificado del tema elegido, sean los caballos, paisajes urbanos oxidados o, el martirio de San Sebastián”, dice Bélgica Rodríguez.

En palabras de Rodríguez, analizar la obra de David Manzur es una tarea de descubrimientos e indagaciones que implican encontrar particularidades exigentes en varios niveles de significados, asociados a las visiones del artista, y, definitivamente, a un amplísimo arco de intereses personales y profesionales; de preocupaciones religiosas y metafísicas presentes en un universo por el imaginado vertido sobre lienzos y papeles.

Cada obra de Manzur, con su propio resplandor, rompe con las reglas canónicas de la creación artístico-plástica, siendo la más importante el establecimiento de un ciclo abierto de comunicación entre ellas, al mismo tiempo que a cada una le corresponde su espacio propio e individual, pero al analizarlas en proceso de creación, este ciclo comunicante la convierten en un “colectivo”, esto es, en un ente único de propuesta visual de formidable cualidad estética formalista.

Son escenas de teatro, donde los personajes narran su propia historia, la de todos los seres humanos, historia vital auténtica que se expresa dentro de un universalismo figurativo en contraposición a un universalismo constructivista. El artista se aleja de lo pintoresco y lo anecdótico, para dejar al descubierto solo lo esencial: una figuración en dimensión universal, sin estridencias expresionistas, pero si plena del vigor de una poética visual recia, en algún recodo melancólica de un presente que se escapa.

Para David Manzur, “el dibujo es la esencia del pensamiento”. En sus propuestas se debe conocer el trasfondo del hombre culto, sólido en sus conocimientos y en sus experiencias existenciales, así como consciente de las herramientas que utiliza para dar forma a la compleja composición de cada obra. El manejo del espacio plano que aloja las formas figurativas virtualmente volumétricas es consecuencia de la destreza del artista, mientras que los significados corresponden a su destreza intelectual y a una imaginación alimentada por la magia del delirio creador.

[email protected] / @LiarteconArte 

Comentarios