Al análisis político de la violencia en Colombia le falta barrio.
Al análisis político de la violencia en Colombia le falta barrio.

El 8 de junio de este mes, un día después del atentado que sufrió Miguel Uribe, la redacción de Cambio publicó una columna en reacción al lamentable incidente, intitulada “Volvimos al pasado”—una nota bastante plana, que busca enmascarar la superficialidad de su argumento gracias a un malogrado flirteo con el sensacionalismo, y que habita en ese limbo donde se intersecan el reporte periodístico, el artículo de opinión y las novelas de Corín Tellado.
La nota, de por sí anodina, capturó mi atención, de entrada, por su título. “Volvimos al pasado”. Al pasado. ¿Perdón, pero a qué pasado se refieren estos señores? ¿Qué creen superado? ¿La exacerbada división política? ¿El magnicidio? ¿El uso de la violencia con fines políticos?
Confieso que todavía no logro responder estas preguntas. Hace apenas un año, el vehículo en el que se transportaba Juan Fernando Petro fue baleado en Bogotá. Por las mismas fechas, en Cali, la escuadra de seguridad de Francia Márquez recibía un disparo de fusil. En 2018, algo similar le sucedió al carro en el que Petro se movilizaba en Cúcuta. Tan sólo en lo que va de este año, la Defensoría del Pueblo ha confirmado el asesinato de 69 lideresas y líderes sociales, muchos de ellos en el Cauca, Antioquia y Norte de Santander.
Entonces, repito: ¿qué creen estos señores que había sido relegado al tiempo pretérito? En verdad, no tengo la menor idea. No reconozco el país en el que estas personas creen que viven. Mea culpa: quizá debería pasar más tiempo en el Parque de la 93.
En asuntos de mayor substancia, “Volvimos al pasado” plantea una conexión causal entre la degradación del debate público y el supuesto retorno de la violencia política en Colombia (el efectista título de la sección donde se moviliza esta tesis, “Palabras que matan”, deja poco a la interpretación). Cito: “En tiempos en los que el insulto más sonoro y el grito más estridente eclipsan los argumentos y la sensatez, los políticos, opinadores, analistas y tuiteros no han advertido que están devolviendo a Colombia a los tiempos de la violencia política”.
¿Pero qué adorable niaiserie es ésta? ¿Creen de verdad estas personas que quienquiera que ideó este atentado, no sé, se radicalizó viendo videos en TikTok? ¿Qué clase de análisis de la realidad colombiana subyace a esta afirmación? ¿Hay, siquiera, tal cosa?
La violencia política (i.e., la física) y la violencia verbal que vemos a diario en línea son fenómenos que se encuentran en el mismo nivel explicativo. Ninguna de ellas es realmente causa de la otra. Ambas hunden sus raíces, en última instancia, en la realidad del poder en nuestro país. Si alguien seria quisiera desentrañar las causas del atentado en contra de Miguel Turbay, en lo último en lo que pensaría sería en investigar cómo se está diciendo qué en redes. Más bien intentaría elucidar qué hizo a Miguel Uribe alguien de interés para facciones con la capacidad para ejecutarlo.
Similarmente, si alguien seria quisiera explicar por qué las opiniones hoy en día se encuentran tan polarizadas en Colombia (y en el mundo en general), entonces debería preguntarse por las dinámicas de poder que llevan a esas personas a sentirse (justificada o injustificadamente) agraviadas. Son esas dinámicas, esos desacomodos, esos desbalances, las causas últimas de toda forma de violencia política, física o verbal. Esto, por supuesto, no significa que la violencia física y la verbal no influyan una sobre otra. Claro que lo hacen. Pero que una cosa tenga influencia sobre otra no es signo de que aquélla es la causa, o la explicación, de ésta. La influencia que Haydn tuvo sobre el arte de Beethoven es innegable, pero Haydn no fue la causa del genio de Beethoven.
No; no hemos vuelto al pasado—y no lo hemos hecho porque, incluso después del Acuerdo de Paz, de la instauración de la JEP y de la elección de un presidente de izquierda en Colombia, quienes controlan el poder (en sus muchas formas) en nuestro país son esencialmente los mismos que lo hacían antes de estos hitos políticos, y porque las prácticas de control y dominio que emplean estos agentes, así como las fuentes de su riqueza, no han, en lo fundamental, cambiado. Mientras eso no se modifique, señores de Cambio, volver al pasado tiene tanta lógica como volver al punto en donde uno está parado.
IG: @pater_doloroso
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