Inspiraría al tipo de mujer moderna, libre de decidir sobre su destino, despojada de ataduras familiares o conyugales que la obligaran, emancipada del yugo masculino y haciéndole frente a la lucha por sobresalir en un mundo dominado por el falocentrismo. Nació en Londres, donde recibiría una educación básica que apenas satisfacía sus anhelos de conocerlo todo, y es por esto que a los 17 años se trasladaría a Múnich para cursar sus primeros estudios de pintura. Dos años después regresa a Inglaterra y continúa dándole rienda suelta a su deseo de convertirse en pintora, por lo que no parará de dibujar y de nutrir su conocimiento intelectual, interesándose por descubrir el pensamiento de afamados e influyentes autores de la época, tales como Friedrich Nietzsche, Henri Bergson y Sigmund Freud. Por aquellos días se reencontraría con un viejo compañero de estudios, Stephen Haweis, con quien comenzaría una relación de pareja, y juntos se trasladarían a París, donde unos años después, en 1903, contraerían matrimonio. Un año más tarde, firmando con el nombre de Mina Loy, la pintora expone seis acuarelas en el Salón de Otoño, siendo esta la primera presentación en público de lo que sería su naciente trabajo como artista. Ese mismo año Mina daría a luz a una niña que apenas viviría algunos meses, suceso que no conseguiría derrotarla, y antes bien se distraería frecuentando los principales círculos intelectuales y artísticos parisinos, por los que desfilaban en aquel entonces figuras destacadas como el poeta Guillaume Apollinaire y el pintor Pablo Picasso, y dos reconocidas mujeres con las que viviría una relación más estrecha y duradera, la escritora Gertrude Stein y la fotógrafa Djuna Barnes. Durante estos tres años en la capital francesa, Loy comenzaría a descubrir el encanto lírico de los versos, dejándose seducir por la fascinación poética que quiso plasmar a través de decenas de poemas, y para 1907 abandonaría París y se mudaría junto a su esposo a la ciudad italiana de Florencia. Ese mismo año, pese a distanciarse con frecuencia, la pareja tendría a su primera hija, Joella, y dos años más tarde nacería otra niña a la que bautizarían Giles. Sería en Italia en donde Mina empezaría a interesarse por la corriente del Futurismo, acercándose a algunos exponentes del movimiento que habían sido expatriados de Manhattan, y con los que establecería los primeros vínculos que años más tarde la llevarían hasta suelo norteamericano. En 1914 Camera Work le publicó Aforismos sobre el Futurismo, y unos meses más tarde aparecería en Trend el relato detallado que describe la situación gráfica de un parto, y que titularía Parturition. Al año siguiente daría inicio a un prontuario de poesía que recogió en un principio bajo el nombre de Love songs, pero que más tarde daría a conocer como Song to Joannes. En esta colección de poemas Mina ya muestra su descontento por el movimiento futurista, permitiéndose aflorar las desilusiones y desencantos ocasionados a raíz de su relación con el escritor Giovanni Papini -con quien habría tenido un amorío que acabaría para ella en un tremendo desengaño-, renegando de la visión patriarcal del movimiento que subvaloraba el intelecto de las mujeres, opacando sus propuestas y negándoseles a ser parte de un grupo de hombres que entendían a la mujer como a una musa, objeto de su inspiración, impidiéndoles participar en las iniciativas filosóficas y literarias. Así mismo advertirá sobre la creciente ideología fascista que se respiraba al interior del Futurismo. Mina reclamaba así por su espacio propio en la escena artística, e inconforme con su rol de musa, se reconocería a sí misma como una creadora, un ser inspirado, una artista. El erotismo que desataban sus versos desprovistos de cualquier recato, su capacidad descriptiva de la sexualidad sin máscaras, su manera detallada de explicarnos en palabras el deseo y hacernos vivir la sensualidad, acabarían por convertirla en una poetiza subversiva, polémica, transgresora, y quizás por ello tan afamada en su momento. Pieza clave de la rebelión femenina. Fue tildada por muchos como una pornógrafa, pero poco parecía importarle estos reproches o lo que se comentara acerca de ella, y esto solía manifestarse en sus versos desembarazados de toda norma, explícitos y desinhibidos, libres en su esencia y en su estructura, irrespetuosa de la sintaxis, la puntuación, el lenguaje mismo. Sus poemas eran publicados periódicamente en algunas revistas, principalmente en Rougue, atrayendo la mirada de los poetas neoyorquinos que ya veían en su poesía una figura importante de la lengua inglesa, como el caso del emblemático T.S Eliot, quien se mostraría admirador de su obra, así como el escritor irlandés James Joyce. Durante un tiempo colaboraría en la Gran Guerra sirviendo como auxiliar médico en un hospital. Para 1916 tomaría la decisión de trasladarse a New York, donde el panorama en su carrera como escritora parecía ser más prometedor, y así repentinamente abandonaría a su marido, no sin antes encomendar a una niñera el cuidado de sus dos hijas. Esta decisión, descarada para muchos, constituyó un nuevo escándalo que una vez más dejaba a Mina en la postura resabiada de mujer libertina, descarriada. Ya establecida en el epicentro artístico del país norteamericano, Mina desplegaría sus talentos actorales haciendo parte de la compañía Provincetown Players, además de acrecentar su círculo de amigos intelectuales, esta vez rodeándose de artistas que integraban el grupo a cargo de la revista Others, entre los que se resalta la figura del pintor Marcel Duchamp. Muy pronto se convertiría en una personalidad célebre entre el ámbito bohemio de Greenwich Village, y sería por esta misma época cuando empezaría a interesarse por el estudio de la ciencia cristiana. En 1917 conoce al boxeador y poeta dadaísta, Arthur Cravan, quien después de una contienda en Barcelona contra nada menos que el campeón de pesos pesados, Jack Johnson, aprovecharía para desertar de sus compromisos patrióticos durante los años de la Gran Guerra, y evadiendo los deberes militares viajaría con destino a Norteamérica, en donde el destino le tenía reservado el corazón volátil de otra poeta. Al lado de Cravan, Mina comenzaría un idilio de amor que los llevaría a mudarse a una población alejada de México, y a pesar de la apretada condición económica, contraerían matrimonio e intentarían establecer una familia. Unos meses después Mina quedaría en embarazo, y es así como la pareja decide mudarse a Buenos Aires con miras hacia un mejor futuro. Dadas las condiciones, ella viajaría por tren hasta la capital argentina, mientras que él se embarcaría en una faena marítima para finalmente atracar en el puerto porteño. Mina lo despidió una tarde en un yate, y esa sería la última vez que lo vería, ya que el boxeador poeta acabaría por perderse en la ruta y extraviar los caminos que lo conducían de regreso hacia los brazos de su amada. Se lo tragó el horizonte, y antes de abandonar el Golfo de México ya se le había perdido todo rastro. Meses antes Mina había redactado su reconocida obra Feminist Manifesto, en donde aprovecharía para expresarle a Filippo Tommaso Marinetti -cabeza del movimiento futurista y con quien mantuvo un romance furtivo- su tanta inconformidad ante la misoginia manifestada a través de sus obras y actuaciones. Unas de las palabras que dan inicio a este manifiesto que nunca publicaría: “El movimiento feminista tal y como está instituido en la actualidad, resulta inadecuado para las mujeres. Si queréis realizaros -os encontráis en víspera de una convulsión psicológica devastadora- todos vuestros complacientes engaños han de ser desenmascarados. Las mentiras consideradas durante siglos deben erradicarse. ¿Estáis preparadas para el esfuerzo? No puede haber medias tintas. Rascar la superficie de la basura de la tradición no resultará, no lo logrará la Reforma; el único método es la Demolición Absoluta. Y si honestamente desean encontrar su posición sin prejuicios, sean valientes y rechacen desde el principio esa miserable guerra sin sentido que grita: mujeres y hombres son iguales. ¡Porque no lo son! Ustedes tienen la opción de elegir entre parasitismo y prostitución o negación”. En 1919 regresa a Florencia para reencontrarse con sus dos hijas, pero unos meses después retornará a Nueva York con la esperanza en vano de hallar el paradero de su desaparecido e intrépido pugilista, y otra vez volverá a ser parte destacada y emblemática del mundo teatral y del círculo intelectual de Greenwich Village, valiéndose del aprecio de sus nuevas y prominentes amistades, como es el caso de los ilustres poetas Ezra Pound y Carlos William Carlos. Cuatro años después estaría de vuelta en París, donde de momento se alejaría de las letras para dedicarse a la fabricación de pantallas de lámparas con diseños propios, así como a pintar arreglos florales para decoración, y en donde podría volver a entablar los lazos que la unían desde siempre con sus dos viejas amigas, Djuna y Gertrude. Ese primer año en París publicaría su libro Lunar Baedecker, y después de vivir casi una década en Francia, la peregrina Mina regresaría a su entrañable Nueva York, residenciándose finalmente en Manhattan en compañía de sus hijas, y a lo largo de diez años obtendría la nacionalidad estadounidense. Durante su estancia en los barrios de Bowery, Mina presenciaría la cotidianidad de los vagabundos que solían merodear el sector, dedicándoles luego algunos de sus poemas, en los que lamentaba y a veces exaltaba la vida de los habitantes callejeros. Inquieta y atraída por las vivencias de estas personas, fue que se despertaría en ella un interés por la fabricación de collages diseñados con materiales recogidos de las calles, y que a la postre serían unas de las piezas más fundamentales de su trabajo artístico. Iba y venía de Europa hacia New York, se perseguía a sí misma, donde la llevara su caprichoso destino bohemio, entregada a sus antojos poéticos, apasionada por la actuación y dedicada desde siempre a su vocación de pintora. Durante años su nombre y su trabajo caerían en el descrédito de los intelectuales que acabaron por condenarla a un largo olvido. Desconocida para todos, anónima, Mina empieza a salir a la luz después de varias décadas en las que se desconocieran e ignoraran sus palabras, y hoy el mundo es por fin testigo de esa su voz sincera que durante tanto tiempo fuera silenciada. Mina Loy, artista, será recordada por ser un alma salvaje e incorregible, audaz, testaruda, veleidosa, en cualquier caso, alada, libre. En 1953 se mudó finalmente a Colorado en compañía de sus dos hijas, y cinco años más tarde daría a conocer el que sería su último libro publicado, Lunar Baedecker & Time Tables. Al año siguiente realizaría una exposición en la que presentaría por última vez algunas de sus pinturas. Y así mismo en los años que le restaron de vida no pararía nunca de escribir, pintar y realizar collages, hasta el día de su muerte, a la edad de los 83 años. Post mortem se dio a conocer una última novela, Insel.
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