En todas las latitudes encontramos historias de mujeres que participaron de batallas, algunas que lideraron ejércitos, y otras veces tropas enteras conformadas exclusivamente por mujeres, y tal es el caso de las que fueran conocidas como las Amazonas de Damohey. El reinado de Damohey tenía como capital Abomey, y estuvo en los mapas de este mundo entre 1625 y 1894, situado en la zona litoral de la actual República de Benín, comprendiendo también otras regiones como Togo, Ghana, Sierra Leona y Nigeria. Una veintena de dialectos componían un espectro variado de etnias, siendo predominante la de los fon. La conformación de un ejército de mujeres surge al parecer como una propuesta de una mujer, a quienes muchos historiadores no le dan un crédito histórico, tildándole de ser simplemente una leyenda. Hangbe parece haber sido esta mujer que reinó durante un breve período, luego de haber sucedido en el trono a su hermano mellizo, Akaba, y que vivía acompañada de un cuerpo especial de guerreras que le servían como sus guardaespaldas. Finalmente Hangbe sería destituida por su hermano menor, Agadja, y quien ahora tenía el compromiso de proteger sus dominios de los intereses de Allada, país vecino del que consiguieron independizarse hacia 1715. No siendo suficiente con los efectivos masculinos, Agadja, creó unas tropas femeninas, mujeres vírgenes y que serían también guerreras célibes, y que en principio se destacaban por sus habilidades para la caza de elefantes, pero que serían entrenadas como un cuerpo élite de combate. Conocidas como las mino (“nuestras madres”), estos ejércitos estaban formados tanto por nativas dahomeyanas como por extranjeras cautivas, y fueron los europeos en el siglo XIX quienes las bautizarían como “Amazonas”, haciendo referencia a las valerosas combatientes de la mitología griega. Durante dos siglos estas fuerzas de combate integraron los ejércitos que actuarían en varias batallas, donde fue evolucionando su armamento, así también como sus métodos y estrategias de guerra. Empezaron luchando con arcos, flechas, palos, lanzas y cuchillos, y poco a poco la armada se haría más poderosa, y acabarían encarando las afrentas uniformadas y a punta de sofisticados mosquetes de asalto, cañones alemanes Krupp de diferentes calibres, ametralladoras, granadas y rifles Winchester de tiro rápido y de repetición. Se las describe como unas mujeronas de hombros atléticos y espaldas prominentes, pero no distintas de otros soldados respecto a su aspecto físico o a sus destrezas militares, siendo lo más temible en ellas su ambición, su carácter independiente, su actitud fuerte y poderosa. Las mino eran conocidas al interior de su tribu como las ahosi (“esposas del rey”), y era así porque muchas de estas mujeres a parte de pertenecer a la guardia personal del monarca, también hacían parte de su harén compuesto por centenares de consortes, y varias de ellas reclutadas a la fuerza a pesar de que estuvieran casadas. Se calcula que un tercio del ejército estaba integrado por estas mujeres, y que se contarían alrededor de unas cinco mil, y los mitos de sus hazañas van desde aquellos relatos en donde suelen decapitar a sus enemigos exponiendo sus cabezas y bebiendo su sangre, o el cuento de que raptaban algunos hombres para esclavizarlos sexualmente y luego ejecutarlos, cuando lo cierto es que el fin de las Amazonas de Dahomey y para lo cual habían sido criadas y entrenadas no era otro que la guerra. Ejercicios físicos, resistencia al dolor, técnicas de supervivencia, preparación psicológica, tácticas ofensivas y defensivas de combate. Se dice que pisaban las ramas espinosas de acacias para hacer fortalecer la planta de sus pies, y que no solían mostrar piedad a la hora de ejecutar a sus enemigos para de esta forma pulir su insensibilidad. Según parece las mino tenían un estatus especial y distinguido en la sociedad, y se dice que eran acompañadas por un numeroso séquito de esclavos que anunciaban con campanillas su presencia, abriendo paso para que nadie tocara a una mino, ya que esto podía ser castigado con la pena capital. Las mino tenían injerencia en la política y una participación en el boyante negocio del comercio de esclavos. Se atrevían a desafiar a los jerarcas de las aldeas y su participación en las juntas era tan activa como en los rituales, donde al lado de los hombres practicaban sacrificios humanos y compartían de una ceremonia que tenía a las mino como protagonistas. Realizaban desfiles donde ratificaban su lealtad a su esposo, el rey, exhibiendo atuendos vistosos además del arsenal bélico con el que pretendían defenderlo. Se ejecutaban espectáculos en los que se simulaban asaltos a un fuerte enemigo o la captura de un adversario o el rescate de un soldado preso, engrandeciendo la imagen admirable de estas guerreras que eran ejemplo entre las aldeanas. En 1724 las Amazonas fueron cruciales para que Dahomey ensanchara sus dominios territoriales, ganando la guerra contra Allada, y tres años más tarde tomándose el puerto de Ouidah y adueñándose de los predios costeros del reino vecino de Whydah, y especialmente su capital Savi. Sin embargo alguna que otra derrota tuvieron, como aquella en Porto Novo, cuando los yorubas de Oyo sometieron a los dahomeyanos a cumplir con el pago de un tributo anual consistente en 41 doncellas y 41 mancebos, aparte de un pago de ciertas piezas de mercancía. No obstante Dahomey continúa ampliando sus dominios por toda la región, su población se duplica alcanzando los dos millones de personas, y hacia mediados del siglo XVIII las conquistas de la que fuera conocida como la “Esparta negra” comprendía las zonas ribereñas de los ríos Volta y Níger y alcanzaba hasta las costas del golfo de Guinea. Para esta época Dahomey empezó a comerciar directamente con los europeos, convirtiéndose en una de los exportadores más prósperos de la creciente comercialización de esclavos, enfocando su economía en el tráfico humano y consagrándose de esta manera como una potencia comercial. Se calcula que entre los años de 1813 y durante las próximas dos décadas Dahomey exportaba unos 170.000 esclavos cada año. La venta de esclavos comenzó a venirse abajo con la guerra de Independencia norteamericana, y los ejércitos habían sido descuidados durante varios años, por lo que para mediados del siglo XIX las mino y la armada liderada por el rey de su momento, Ghézo, comenzarían a sufrir varias derrotas significativas. Sin embargo la debacle se daría por motivos colonialistas, cuando los franceses en su afán imperialistas quisieron apoderarse del territorio africano. Dahomey había estrechado lazos comerciales con los británicos a través de productos indispensables para su economía, como el caso del aceite de palma, y por lo que también contaría con el apoyo armamentístico con la dotación de equipos modernos con los que pudieran hacerle frente a los franceses. Hacia finales del siglo XIX Francia estableció un protectorado en Porto Novo y sus ejércitos tenían la misión de destruir las palmeras que eran fuente del aceite que comercializaban los dahomeyanos, quienes no permitieron una avanzada de los invasores, decidiéndose a atacar la guarnición francesa de Cotonou. Por aquel entonces gobernaba en Dahomey el rey Behanzin, quien establecería un tratado de paz con los franceses, pero aprovecharía para continuar la dotación de un ejército poderoso. Para 1892 los franceses encontraron el motivo para avanzar en su conquista contra Dahomey, cuando soldados fon dispararon contra las fuerzas apostadas en Porto Novo, y por lo que varios regimientos conformados por dos mil franceses le harían frente a más de doce mil guerreros dahomeyanos. Se dice que casi todas las mino morirían durante estas batallas y apenas media centena de franceses perderían la vida, representando una victoria contundente que acabaría por diezmar las fuerzas del otrora próspero reinado de Dahomey. La situación empeoró cuando los yoruba acabaron con las cosechas que aprovisionaban de alimentos a los combatientes, por lo que los dahomeyanos que quedaban con vida tendrían que abandonar la lucha y retornar vencidos a sus tierras. Esta vez sería Behanzin quien se vio forzado a negociar la paz, pero los franceses exigían el desarme completo de los ejércitos de Dahomey así como una severa indemnización por los daños ocasionados durante la guerra. Behanzin no quiso ceder y se refugió hacia el norte de sus territorios, no sin antes quemar la capital de Abomey para refrenar la abatida francesa, ganar un poco tiempo y replegar sus tropas. Una de las últimas y decisivas batallas se daría lugar en Cotonou, en el año de 1892, cuando los franceses finalmente se apropiarían de los territorios de Dahomey anexándolos como parte de sus colonias. Se calcula que apenas un puñado de Amazonas sobrevivirían de las casi quinientas que habían peleado en esta batalla, y que la última de estas, llamada Nawi, moriría hacia 1979 con más de cien años de edad. Sería cuestión de un año para que el gobierno de Behanzin fuera finalmente derrocado y su líder apresado bajo la imputación de traición. El reinado de Dahomey profesaba la creencia de un alma inmortal, donde el monarca tenía atributos divinos y a quien debían rendírsele toda clase de sacrificios, celebrando rituales en templos consagrados al culto de algunos dioses como Lisa (Sol) y Mahu (Luna). Las Amazonas de Dahomey son hoy recordadas en retratos y pinturas que destacan en las paredes de las calles de Senegal, pretendiendo así dar a conocer y reivindicar la figura de estas temibles guerreras. Sus representaciones destacan en tapicerías, alfombras y en los bajorrelieves de los muros. Así lo expresa una de las más destacadas pintoras, Yz Yseult: “La mujer es la fuerza de África, trabajan, cuidan a sus hijos y familia, montan pequeños negocios, tienen mucha imaginación y coraje. Este es un homenaje a todas esas mujeres.” De entre estas mujeres se rescata la historia de Aline Sitoé Diatta, senegalesa a la que se le reconoce haber luchado frente a la colonización de Casamance y que es conocida como la “Juana de Arco de África”, y que es hoy un símbolo de la resistencia feminista. Su figura ha sido retratada en paredes de institutos educativos y universidades, recordándosele como a una heroína o a una divinidad. Día a día crece el interés de las nuevas generaciones por rescatar estas historias y reivindicar a sus personajes. Los estudios Marvel se encuentran grabando una película de acción que protagonizará un cuerpo élite de mujeres negras inspirado en las Amazonas de Dahomey, y cuyo personaje principal de Dora Milaje estuvo presente en la película de Black panther.