En 1922 se encontró la que sería la más completa Lista Real Sumeria, y en cuyo contenido se suscriben en lenguaje cuneiforme los nombres de los antiguos reyes mesopotámicos, desde tiempos antediluvianos, donde ciertos gobernantes parecían haber tenido gobiernos míticos que duraron más de un siglo (como es el caso de Alulim, quien gobernó por más de 28.000 años), y cuyo listado apenas matricula a una reina que gobernó durante la tercera dinastía de Kish (antigua ciudad acadia) que siguió a la derrota de Sharrumiter de Mari, y aunque otros creen que pudo haber sido durante la cuarta dinastía que sucedió al rey de Akshak. Era conocida como Kubaba (Kug-Bau), y según el listado la emperatriz habría tenido uno de estos largos reinados entre los años del 2500 y el 2330 a. de C. aproximadamente. El listado se trata del conocido Prisma de Weld-Blundell, un prisma vertical de arcilla que se calcula data del siglo XIX y que es de los mejor conservados entre los varios listados que han sido hallados en distintas latitudes donde moró la antigua civilización sumeria. Poco o nada sabemos respecto a su vida. La crónica de Esaglia, un antiguo texto religioso de los babilonios, y que data de este mismo período, narra de una tal Kubaba que oficiaba como tabernera durante el reinado de su hijo, Puzur-Nirah, a quien seguiría el hijo de este, nieto de Kubaba, el rey Ur-Zababa, quien gobernó en Sumer durante 25 años para batirse con aquel que hubiera oficiado como su copero y que acabaría por destronarle, el conocido Sargon el Grande del Imperio Acadio. Sabemos que el oficio de tabernera en la sociedad sumeria era considerado como un puesto de relevancia, tal vez debido a la importancia que dicha cultura le confería a la cerveza, y aunque algunos sugieren que las tabernas nunca dejarían de ser los mismos antros de siempre, pese a lo cual Kubaba representaría la figura de una mujer dominante que era dueña de su negocio propio. En la clásica epopeya de Gilgamesh se destaca la figura de un personaje de prestancia llamado Siduri, y que fuera el tabernero de la taberna del inframundo. El Prisma de Weld-Blundell indica que Kubaba “hizo firmes los cimientos de Kish”, lo que para muchos sugiere que se trató de una reformista que amurallaría la ciudad para poder resistir a los ataques enemigos. Kubaba aparecerá así en la historia como la única mujer que gobernó con derecho propio en los territorios que hoy comprende Irak y algunos países vecinos, y quien con el paso de los años acabaría por convertirse en una figura divina de las más destacadas de las antiguas religiones sumerias, transfigurándose nada menos que en la personificación terrenal de la Madre Tierra y la Naturaleza. Los santuarios dedicados en su honor comenzaron a proliferar por toda la región mesopotámica, y según los textos luvitas del período hurrita, a Kubaba se le emparentó con la divinidad conocida como Kebat (Hepat), diosa madre Hannahannah. Pasado un tiempo, durante la época de los hititas, Kubaba sería la diosa protectora de la antigua ciudad sirio-turca de Karkemish, en el alto Éufrates, fundiéndose más tarde con la deidad adorada por los frigios, Matar Kubileya, para más tarde convertirse en la divinidad venerada por los griegos jónicos de Lidia con el nombre Kybêbê (Kuvav), y quien finalmente fuera la mismísima diosa romana conocida como la meter (madre), Cibeles, hija de Zeus en la mitología helénica. Algunos relieves encontrados en Turquía y que hoy se conservan en la capital turca en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia, retratan a la antigua reina sumeria en postura sentada, portando un tocado cilíndrico, y sosteniendo en una de sus manos una granada o una cápsula de amapola, y en la otra mano un tympanum (un tambor pequeño que se tocaba con el pie), instrumento asociado a Cibeles en el arte y la literatura grecorromana, a quien se la representaba en compañía de varios leones. Su imagen también parece estar representada en otras esculturas de piedra que han sido halladas, acompañadas de inscripciones jeroglíficas, y en las que a veces aparece portando un espejo circular en lugar del tympanum. Luego de que los persas arrasaran con Sardes, Heródoto cuenta que el templo de Kubaba fue incinerado y que su figura desapareció para siempre de la religión, e incluso de la historia de Lidia.