Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Joan Clarke (1917-1996)

Se entretuvo desde pequeña resolviendo crucigramas y dándole vueltas a los números, interpretando los signos escondidos en clave y descifrando los misterios de la numerología. A sus 19 años ingresó a Cambridge, y a pesar de obtener una doble titulación en matemáticas, se le negarían los créditos oficiales ya que a las mujeres no se les otorgarían títulos sino hasta 1948. Sin embargo sus altas capacidades ya habrían alertado a algunos maestros, y en una clase de geometría sería reclutada por su profesor para integrar el equipo de Bletchley Park, que lideraba el prestigioso matemático Alan Turing, y que intentaba desencriptar las comunicaciones secretas de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El propósito era romper con los códigos encriptados por los alemanes a través de una máquina llamada Enigma; pero esta no sería la tarea encomendada en un principio a la entusiasta matemática, y por su condición de mujer sería relegada al área de “The girls”, como se les conocía a aquellas mujeres que, a pesar de sus capacidades, se les destinaban tareas rutinarias de oficinista: trabajos auxiliares, manejo de maquinaria de comunicaciones, traducción de documentos, análisis de tráfico, compilación de fichas y mensajería, ya que según el encargado de aquel entonces, “a las mujeres no les gustaría hacer ningún trabajo intelectual”. A todas ellas les pagaban menos por el hecho de ser mujeres, y a pesar de que por ese entonces escaseaban los hombres que tendrían que vérselas en los distintos frentes de combate. Fue entonces cuando los más escépticos de Bletchley Park se decidieron a apostarle a la mente femenina, y convocaron a toda clase de lingüistas, matemáticas, egiptólogas, ajedrecistas y expertas en crucigramas, que a la postre serían contratadas, pero a las que en todo caso se les pagaría menos que a los hombres. Clarke se destacaba por sus capacidades de razonamiento tanto deductivo como inductivo, además de su gran capacidad para concentrarse y de su imaginación explosiva. Declaró años más tarde que por aquella época “la inteligencia no era realmente apreciada en las mujeres”. Más de ocho mil mujeres trabajaban en las instalaciones de Bletchley Park, constituyendo el 75% de la fuerza laboral, y seis de cada diez prestaban servicio en las fuerzas armadas. Para finales de la guerra miles de mujeres inglesas conformaban las tropas de resistencia de tierra, mar y aire. Confiando en sus altas aptitudes para analizar códigos encriptados, Clarke recibió una promoción como lingüista, y a pesar de que no hablara ninguna otra lengua, pudo así formar parte de los descifradores de comunicaciones en clave, y apenas unos meses después había logrado desarrollar un método propio que permitió interceptar los mensajes que representarían evitar más de un 70% de los ataques nazis que solían torpedear sorpresivamente contra los buques de los Aliados. Para quienes conformaban el equipo de analistas, sus tareas representaban más un juego y un desafío intelectual. Operaban una máquina electromecánica con teclas, y que contaba con un sistema de mecanismo de cifrado compuesto por unos cilindros rotatorios, conocida como Bombe. Un dispositivo que intercambiaba pares de letras y que a través de contactos eléctricos permitía ir decodificando los mensajes cifrados. Los analistas buscaban entre los números aleatorios y las letras dispersas hallar el patrón que pudiera darle una forma específica a ese lenguaje, para poder interpretar las señales y los gestos más mínimos que comunicara el enemigo. En 1941 Joan Clarke empezaría una intensa relación de amistad con Alan Turing. Solían compartir juntos las horas de trabajo, así también como los momentos de dispersión, siendo muy afines en gustos, hobbies, e incluso teniendo personalidades muy parecidas. Unos meses más tarde se casarían, pero el matrimonio duraría muy poco ya que Turing se confesó homosexual, pese a lo cual siguieron conservando aquella amistad que los unió siempre, y hasta el día de la muerte del gran pionero de la programación y la computación informática, en 1954. Por la trascendencia y la influencia de su brillante y destacado trabajo durante los años de la guerra, en 1946 Joan Clarke es homenajeada con la distinción de miembro de la Orden del Imperio Británico. Otras mujeres también se destacaron por sus logros en el proyecto Código Enigma: Mavis Batey descifró un importante y determinante mensaje entre Belgrado y Berlín, y logró dominar varios de los códigos encriptados, al punto de conocer los nombres de las novias de algunos soldados nazis. Jane Fawcett tipeaba en un cuarto de decodificación destinado exclusivamente para mujeres, y no por ello en las mejores condiciones sino todo lo contrario, una habitación mal iluminada y calurosa, y en la que la hábil analista lograría dar con la coordenada exacta en la que se encontraría el afamado buque Bismarck, y cuya información sería puntual para que un par de días después los Aliados consiguieran reconocerlo en mar francés y finalmente hundirlo. ​Muchas de estas mujeres nunca hablaron a nadie de sus labores clasificadas oficialmente como ultra secretas por el servicio de inteligencia, y tuvieron que esperar bajo confidencialidad jurada hasta mediados de los años setenta, para que al fin saliera a la luz el trabajo increíble que habían hecho, y recibieran así el justo y merecido reconocimiento. Combatientes de guerra desde una silla, tratando de hallar lo que parecía indescifrable, y cuyo mensaje revelado serviría cada vez para salvar la vida de cientos, miles de personas. Se especula que, gracias al trabajo del equipo de Bletchley Park, la Segunda Guerra se habría acortado unos dos años, representando esto la vida de millones de personas, y cuyos héroes permanecieron durante décadas en el anonimato. Sus familiares y amigos desconocían los trabajos que este equipo realizaba, y sin embargo los primeros sorprendidos fueron los mismos protagonistas al dimensionar tiempo después el alcance de sus logros, y la capacidad del intelecto para resolver las batallas que parecían ser un asunto exclusivo de los mares, cielos y campos. Para finales de la guerra Clarke se convertiría en la subdirectora del equipo, y aunque aún continuara recibiendo un salario inferior al de los hombres. En 1962 se muda a Escocia, y unos años más tarde se jubila, para dedicarse a estudiar las monedas, jugar al ajedrez, plantar flores y tejer, además de asesorar y apoyar el trabajo de los historiadores que pretendieron investigar y reconstruir los misterios al interior del Código Enigma, y de sus intrépidos criptoanalistas. Nunca sabremos quiénes se salvaron de morir por causa de unas cuantas letras y números aleatorios que parecían no tener sentido para nadie, excepto para esta mujer, que sabría develar los acertijos que ocultaban palabras, palabras que al ser descubiertas salvarían millones y millones de vidas.

Joan Clarke

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