Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Isabel II del Reino Unido (1926)

Londinense, hija mayor de los duques de York, educada en lo más refinado y selecto que pudiera ofrecérsele a un mortal, rodeada de cuidados y de estrictos deberes. Su hermana Margarita era cuatro años menor, y ambas contaron con una educación privada y supervisada por su madre, y que estaría a cargo de una institutriz que las acompañaría durante sus años de infancia y que conocían con el apelativo de “Crawfie”. La instrucción principal se concentraba en los estudios de historia, música, literatura y el conocimiento de otras lenguas. Isabel pronto se destacó como una jovencita de gracia particular, avivada, disciplinada y responsable, interesada en inmiscuirse en cada asunto, advirtiendo desde niña su destino de reina, y preparándose para estar a la altura del cargo. Tuvo siempre una estrecha afinidad con los perros y los caballos, reconocida por ser un espíritu sensible y descomplicado, y a quien por cariño sus familiares le llaman “Lilibet”. Era muy querida por su abuelo Jorge V, quien al parecer se sentía aliviado cada vez que recibía la visita de su preferida Isabel. El mismo Churchill, de mirada suspicaz, ya se refería a ella desde que era una niña de 2 años como todo un personaje: “Tiene un aire de autoridad y reflexión sorprendentes para un niño”. En 1936 el rey Eduardo VIII dimite de su cargo para poder contraer nupcias con una mujer divorciada, legando el trono a su hermano Alberto, padre de Isabel, y que será conocido como Jorge VI. Isabel se convertiría así en la legítima sucesora, y desde ese día sería conocida como Su Alteza, la princesa Isabel. Decidida a ocupar un día el destino de gobernar, desde su adolescencia se mostró interesada por comprender sobre asuntos políticos y todo lo concerniente a la historia del pueblo inglés, y fue así como comenzó a cobrar una notoriedad destacada entre ministros y agentes del gobierno. En 1939 sus padres realizaron un viaje por Oceanía, y el 18 de mayo de ese año, para comunicarse con sus hijas, la pareja realizó la primera llamada telefónica trasatlántica real. Durante la Segunda Guerra Mundial su madre no quiso apartarlas de su lado para exiliarlas en Canadá, tal como lo sugerían todos, y a pesar de que Londres estuviera siendo bombardeada noche tras noche. Para 1940, y con 14 años, la princesa hace su primer comunicado oficial al pueblo inglés, en una emisión radial de la BBC, durante la transmisión del programa Children`s hour: “Sabemos, cada uno de nosotros, que al final todo estará bien”, así fue como cerró su intervención la joven princesa. Dos años más tarde su aparición frente al pueblo sería por primera vez pública, y sucedió durante una visita a la Guardia de Granaderos, en donde a través de su discurso exhortó los ánimos decaídos de los combatientes. A los 18 años se aprobó una ley que la facultaba como consejera de Estado y la persona encargada de actuar durante la ausencia del rey. Para 1944 el rey viajaría a Italia, y fue así como Isabel tuvo la oportunidad de empezar a sentirse cómoda en el sillón de mandataria. A comienzos de 1945 pasó a formar parte del Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres del Ejército Británico, prestando servicios como conductora y mecánica. El día en el que se declara el final de la guerra, Isabel y su hermana se disfrazan para que nadie pueda reconocerlas, y se sumergen en medio del jolgorio del pueblo que celebraba el final de los días más aciagos: “Todos fuimos simplemente invadidos por una marea de felicidad y alivio”, describía Isabel narrándonos su disparate. Dos años más tarde la princesa viajaría por primera vez al extranjero, acompañando a sus padres a una gira por el sur de África, y en donde se pronunciaría con un tesón que prometía un reinado férreo y comprometido: “Declaro ante ustedes que mi vida entera, ya sea larga o corta, será dedicada a nuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos.” A los 13 años ya Isabel había conocido a quien unos años después se convertiría en su esposo y padre de sus cuatro hijos. Se trataba del príncipe de Grecia y Dinamarca, Felipe, con el cual comenzaría una relación de misivas, hasta que en 1947 la pareja decidió oficializar su amor contrayendo finalmente matrimonio. Felipe era un tipo sencillo y tal vez por esto sedujo a Isabel. No era un inglés, y tampoco tenía un alto respaldo financiero, y lo perseguía el escándalo de que dos de sus hermanas se hubieran casado con reconocidos agentes nazis. “Era un príncipe sin hogar ni reino”, lo describen los apuntes de la época. Familiares y miembros del gobierno se oponían al matrimonio, pero incluso la madre de Isabel tenía que declarar que Felipe se trataba, ciertamente, de un “caballero inglés”, que bien supo ganarse el cariño de su hija. Las nupcias se celebraron en la abadía de Westminster. La pareja recibió miles de regalos provenientes de todos los rincones del planeta. Los obispos de York y de Canterbury oficiaron la boda, a la que asistieron más de dos mil invitados. Antes de la celebración, Felipe renunció a sus títulos para convertirse en el príncipe de Edimburgo y ser llamado con el tratamiento de Su Alteza Real. La gala fue transmitida por emisión radial a través de la BBC, y seguida con entusiasmo y expectativa por millones de ingleses. En 1948 Isabel tendrá a su primogénito y sucesor legítimo a ocupar el trono, el príncipe Carlos, y dos años después nacerá la princesa Ana. En 1951 el rey Jorge VI fue diagnosticado de cáncer de pulmón. De inmediato Isabel se puso al frente de los asuntos reales, e incluso durante su gira en octubre de ese año a Canadá y a Estados Unidos -donde tuvo la oportunidad de reunirse con el presidente Harry S. Truman-, la futura reina llevaba consigo un documento legal que la habilitaría como reina oficial en caso de que su padre falleciera durante su ausencia. Finalmente el rey moriría al año siguiente, y para 1953 Isabel era proclamada reina de Inglaterra, en un evento celebrado en la abadía de Westminster, y que sería llevado a más de cien millones de espectadores a través de las cadenas televisivas. Isabel II de Inglaterra pasaba a convertirse en la jefa de la Mancomunidad de Naciones, así como reina independiente de los siete países pertenecientes: Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Pakistán y Ceilán. Sin embargo, a lo largo de su mandato la reina vería cómo su imperio se disolvería progresivamente con la independencia de las nuevas naciones. Ese mismo año y junto a su pareja, Isabel realizará una gira por los países oceánicos a donde también llega su reinado, recibiendo una grata acogida en las poblaciones que pasaba a saludar. En 1959 inaugura junto al presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower la ruta marítima de San Lorenzo, cuya apertura del canal posibilita el encuentro del océano Atlántico con el Lago Superior. La reina estuvo siempre activa y apenas se ausentó al momento de tener a sus hijos; en 1959 llegaría el tercero de ellos, Andrés, y unos años después el último de su estirpe, el príncipe Eduardo. Para 1961 emprende otro de sus viajes, esta vez para visitar países como India, Pakistán, Nepal, Irán, Chipre y Ghana. Se dice que suele ser descuidada con los extremos cuidados que requiere para garantizar su seguridad, y que le gusta pasearse en su carroza entre las multitudes que la saludan y con quienes se siente confiada. Uno de sus allegados comentará respecto a su carácter que la reina tiene “el corazón y el estómago de un hombre… ama el deber y lo que significa ser una reina”. Ha sido la encargada de preservar las tradiciones y costumbres de la monarquía, pero así mismo se ha permitido establecer algunos ajustes protocolarios. Los años sesenta representaron para Inglaterra una pérdida notable de los territorios que gobernaban en África y el Caribe, y durante esta década una veintena de países consiguieron su independencia del Reino Unido de una manera planificada, progresiva y pacífica. En 1977 la reina celebró su jubileo de plata, evento que fue televisado y seguido por más de quinientos millones de espectadores. Luego emprendería un viaje por Tonga, Fiyi, Tasmania, Papúa Nueva Guinea, Samoa Occidental, y para ese entonces ella y su marido ya habían recorrido más de 50.000 millas alrededor del globo. Hasta la fecha es, por lejos, la monarca británica que más ha viajado. En 1980 se discutió la repatriación de la constitución canadiense, y los emisarios de dicho país se confesaron perplejos por el conocimiento y dominio que Isabel tenía sobre estos asuntos, “mejor informada… más que cualquiera de los políticos o burócratas británicos”, afirmó un diplomático canadiense. Al año siguiente, a una semana de que su hijo Carlos contrajera nupcias con Diana Spencer, la reina fue víctima de un atentado mientras cabalgaba a las afueras de su residencia. Seis disparos no serían suficientes para acertarle, y durante el episodio Isabel no perdería la calma, manteniendo el aplomo y engrandeciendo así su figura de mujer valerosa capaz de encarar los peligros de la muerte. Así también ese mismo año la reina despertaría una mañana y vería a un intruso observándola al interior de su cuarto. La reina no se impacientó ni se mostró atemorizada, conversó con el extraño y aguardó a que su guardia acudiera después de siete minutos de charla. Al parecer Isabel estaba preparada para enfrentársele sin vacilaciones a cualquier eventualidad que fuera parte de su destino. En 1982 el papa Juan Pablo II realiza una visita oficial a Isabel, siendo la primera vez en más de cuatrocientos cincuenta años que un papa volvía a poner un pie sobre territorio inglés. Ese mismo año invitó al presidente Ronald Reagan a su residencia, y un año después sería ella quien iría a visitarlo para que cabalgaran juntos en las extensas llanuras del rancho del presidente estadounidense. En los años ochenta la prensa empezó a interesarse a fondo en la intimidad de la familia real, convirtiendo la vida de sus protagonistas en una especie de telenovela que el público anhelaba seguir. Chismes, rumores, y todo tipo de especulaciones se publicaban respecto a los reyes y a sus hijos. La reina cedió ante las presiones públicas que manifestaban su descontento por el lujo y los privilegios de unas tradiciones monárquicas que ya no interesaban a tantos, y por lo que accedió a pagar impuestos sobre la renta del palacio de Buckingham, como lo haría cualquier ciudadano de a pie. Su relación con Margaret Thatcher tuvo sus bemoles, sin embargo la reina sabría reconocer la destacada labor de la “Dama de hierro” como primera ministra de la nación, y en recompensa le otorgó las dos más altas distinciones que pueden concederse en Inglaterra. En 1992, con motivo de la Guerra del Golfo Pérsico, Isabel fue la primera monarca en participar de una sesión en el Congreso de los Estado Unidos. Para ese entonces el antiguo y vasto imperio inglés ya había perdido gran parte de sus territorios, los cuales habían proclamado su independencia y se habían convertido en Repúblicas. Un año más tarde una serie de calamidades la llevarían a declarar el año de 1992 como su annulus horribilis (año horrible), y pesar de que tuviera la dicha de celebrar sus cuarenta años al frente de la monarquía: dos de sus hijos se divorciaron, la realeza era fuertemente criticada por la prensa amarillista, e incluso en una presentación pública la reina recibió un ataque con huevos. A todo esto Isabel se pronunció diciendo que estaba muy bien expresarse, pero que sería más conveniente hacerlo con un “toque de humor, ternura, comprensión”. Siempre dispuesta a mediar de manera pacífica, hizo y deshizo durante años para que la relación de su hijo Carlos y su esposa Diana no llegara a su fin. Sin embargo en 1996 el divorcio parecía ser la mejor opción para la imagen de la familia, y así fue. Un año más tarde sucedería el trágico siniestro automovilístico que ya todos conocemos, y en el que la carismática princesa Diana perdería la vida. Al comienzo Isabel quiso mantener distancia de la prensa y evitar apariciones públicas, resguardar a sus dos nietos ahora huérfanos de madre, para finalmente hacer un pronunciamiento televisivo en el que destacó la labor humanitaria de Diana y el recuerdo que permanecerá como la gran madre que fue. En 2002 la reina celebró su jubileo de oro. Ese mismo año su madre y su hermana Margarita morirían con apenas un mes de diferencia, por lo que sus cincuenta años en el poder tuvieron muy poco qué festejar. Por ese entonces, infatigable, la septuagenaria reina de Inglaterra realiza otra serie de viajes por algunas colonias del Caribe. Durante toda su vida Lilibet ha gozado de una salud envidiable. Dice que su secreto será el que todas las noches suele tomarse una copita de vino tinto. Apenas unas dolencias típicas de su edad que suelen aquejarle la espalda, alguna vez padeció una gastroenteritis, y en otra ocasión una inofensiva hemorragia nasal. Una vez le vimos con el antebrazo vendado por las heridas que sus perros le ocasionaron mientras intentaba separarlos. En el 2010 vuelve a reunirse en Escocia con el máximo pontífice de la iglesia católica, el papa Benedicto XVI, fortaleciendo los vínculos religiosos con esta religión, así como lo haría siempre con las demás ideologías y credos en reuniones que sostuvo con distintos líderes y representantes religiosos. Ese mismo año se dirigió por segunda vez a las Naciones Unidas, y un año después emprendería de nuevo otra de sus tantas aventuras de trotamundos, realizando lo que, debido a su avanzada edad, la prensa calificaría como la “gira de despedida”. Con el jubileo de diamante Isabel iguala a su tatarabuela, la Emperatriz Victoria, además de ostentar el matrimonio más largo en toda la historia de la corona británica. En el 2007 se convirtió en la monarca más longeva de todos los tiempos y una de las más viejas en la historia humana, y para el 2015 superaría al reinado de Victoria, consagrándose su mandato como el más largo de la historia de Inglaterra. Más de una docena de primeros ministros han desfilado en el gobierno de turno mientras ella ha permanecido en firme viéndolos sucederse unos a otros. Los jubileos no se detendrían todavía y una vez cumplidos los sesenta y cinco años a cargo del reinado, se celebraron las fiestas del jubileo de zafiro, y el mundo espera por más. Isabel ha sido una monarca que ha consolidado la unidad nacional del pueblo inglés que hoy la tiene como una figura casi decorativa y diplomática, pero así misma apreciada por el pueblo por ser una cara notoria, digna y representativa de la tradicional monarquía inglesa. Es así como su rostro aparece dibujado en una decena de billetes de varios países. Concede pocas entrevistas, y diríamos que no se conoce gran cosa de su intimidad. Se distingue por el uso de sombreros coloridos que la destacan del resto de los mortales y la señalan como un punto sobresaliente entre la multitud, como la gran reina a la que puede reconocérsele fácilmente. Es sin duda un referente para otros gobernantes y mandatarios de todo el mundo. Una de las mujeres más poderosas que están pisando hoy mismo este planeta, Isabel ostenta los títulos de duquesa, soberana, jefa y defensora de la fe. Su fortuna es calculada por la revista Forbes en un estimado de 450 millones de dólares. Ya en 1952 la revista Time la había elegido como la “persona del año”, y así su historia ha sido lo suficientemente mirífica como para no ser desatendida por el cine y la televisión. Son varias las películas, series y documentales que se han realizado, queriéndonos contar sobre esta leyenda viva que, según pareciera, podría perpetuarse en el poder indefinidamente, y llegar un día, tal vez, a celebrar un siglo en el trono.

ISABEL II DEL REINO UNIDO

 

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