Cuando pensamos en las primeras referencias literarias, tal vez pueda venírsenos a la cabeza la figura de Homero o de Hesíodo, pero mil quinientos años atrás nos encontramos con los que tal vez fueran los primeros escritos que contaron con la firma del autor. Se trata de una mujer. Enheduanna era ciertamente un título concedido en Ur (actual Irak), siendo “En” el nombre con el que se designaba a los más altos sacerdotes, “Hedu” que significa “adorno” y “An” que traduce “cielo”. La traducción del sumerio bien podría ser pues la de “alta sacerdotisa adorno del cielo”, y aunque se desconoce su nombre de pila, hoy y siempre se le conocerá como Enheduanna. Mucho antes de Safo de Lesbos, Enheduanna podría ser la primera poetisa, la más antigua incluso en el mundo de la literatura y definitivamente la única mujer en la literatura mesopotámica. Al menos sería una de las primeras personas en considerar que su obra merecía romper con el anonimato y contar con la rúbrica, la firma de quien lo había escrito, el sello que distinguía la autenticidad de un autor. Enheduanna sería pues la primera autora que registró una obra escrita y aunque apenas si conocemos su firma, ya que de su historia poco se sabe. Sabemos que se trataba de una princesa acadia, hija de la reina Tashlultum y del rey Sargón I de Akkad, gobernador de territorios que comprendían el sur de la región sumeria, y que a la larga lograría consolidar con la zona norte hasta unificar a Mesopotamia. Sería su propio padre quien en una jugada política que le permitiera ganar mayor poder en su gobierno, y ante la controversia de muchos por tratarse de la primera mujer en ostentar dicho cargo, nombraría a su hija como En de Nanna (o Nannar), divinidad encarnada en la luna y que configuraba una presencia notable dentro del panteón mesopotámico. A su padre lo sucedió Rimush, hermano de Enheduanna, por lo que esta continuaría ejerciendo en sus funciones sacerdotales. Pero es entonces cuando un personaje conocido como Lugalanne aprovechará el descontento político y social del momento para usurpar el cargo de En, destituyendo a la sacerdotisa y ordenando su exilio, y aunque pasado un tiempo pudo regresar para ser restituida en su cargo. Su obra más conocida sería pues un texto en parte autobiográfico, donde a manera poética Enheduanna sabrá plasmar su desdicha y tristeza luego de haber sido expulsada de los templos de Ur, además de expresar su adoración a la diosa Inanna. La obra se conoce como Nin-Me-Sar-Ra (La exaltación de Inanna), componiéndose de ciento cincuenta y tres versos, de los cuales los primeros 65 son breves epítetos dedicados a Inanna, a quien compara con An, y la siguiente parte de la obra nos contará sus pesares, y pedirá auxilio a su diosa: “Yo, la que alguna vez se sentó triunfante fui arrojada del santuario, como una golondrina me hizo volar por las ventanas, y mi vida se fue consumiendo. Él me hizo caminar sobre las breñas al borde del desierto, me arrancó la corona y me dio daga y espada: ‘esto es para ti’, me dijo.” Escritas sobre tablillas de arcilla, las palabras cuneiformes de Enheduanna estarán consagradas a la adoración de los dioses, la veneración de templos y, como todo poeta, a sus desdichas y lamentos. Se tiene registro de cuarenta y dos himnos de su autoría reconstruidos a partir de treinta y siete tablillas que hoy conocemos como Los himnos de los templos sumerios, y que llevan por primera vez el registro del creador que de esta forma anuncia su obra: “El compilador de las tabletas fue En-hedu-anna. Mi rey, se ha creado algo que nadie ha creado antes.” Durante los siguientes siglos estos himnos serían copiados y reproducidos dentro de la cultura babilónica, convirtiendo a Enheduanna en una figura reconocida, e incluso podría también considerarse su obra como un primer intento de sistematizar una incipiente teología. No se descarta la idea de que haya otros textos que habrían sido escritos por Enheduanna y los cuales no contarían con su firma. Se recuerda también el mito de Inanna y Enki, donde la diosa Inanna con ayuda del dios Enlil se bate en duelo con una montaña llamada Enki. Este escrito se interpreta a partir de lo que se conoció como “La maldición de Akkad”, cuando el rey acadio Naram-Sin, tío de Enheduanna, fuera desterrado y maldecido por un personaje llamado Enlil. En sus escritos Enheduanna también cuestiona su trabajo creativo y sus dificultades, remontando hasta el principio de los tiempos esa extraña precaución frustrante que experimentan los escritores y que es conocido como el temor de la página en blanco. Para ese entonces ya el ser humano se preguntaba cómo condensar sensaciones, sentimientos, anécdotas y todo tipo de expresividad por medio de las palabras. La poetisa relata cómo pasaba sus horas nocturnas componiendo un escrito que esperaba viera la luz del próximo día. La poetisa buscará en las divinidades el auxilio, la inspiración y el consuelo para continuar su faena poética, tal como en otros tiempos los poetas acudirán a las musas para encontrar a través de ellas la siguiente palabra, la palabra precisa. Inspirada pues en las deidades, su poesía es un cántico de alabanza a los astros, en donde también podemos atribuirle varios aportes, al patentar con suma exactitud el movimiento de varios cuerpos celestes, mapas, medidas estelares y otras observaciones científicas que la posesionan como una de las primeras astrónomas y matemáticas; de hecho, es a ella a quien se le atribuye la construcción de algunos observatorios al interior de los templos, y dichas predicciones astrales permitirían la creación de los primeros calendarios religiosos, varios de estos empleados hoy día. Tal fue su aporte en el campo científico de la astronomía, que en el 2015 un cráter en el planeta Marte sería bautizado con su nombre. Hacia 1927 pudimos darle crédito histórico a su existencia a través de hallazgos arqueológicos excavados en Ur, lo que se presume se trató de la estancia en la que moraba la sacerdotisa, y entre los que se encontró un disco de alabastro con su nombre y su imagen. El disco, fragmentado, sería reconstruido, y en su imagen se aprecia a Enheduanna vistiendo una amplia capa, mientras vierte un líquido en una jarra a manera de sacrificio y es asistida por tres hombres que la rodean. La figura sin duda refleja su elevado estatus de autoridad, representando ya desde la antigüedad una personificación de espiritualidad y sabiduría. También se han hallado estatuas y sellos que llevan su nombre, y otras reproducciones de su imagen, por lo que se adivina que con el paso del tiempo siguió siendo una figura admirada y recordada. Al menos su presencia en la tierra sirvió como un modelo de la enseñanza femenina y la educación de las mujeres, quienes en los estratos más altos comenzarían a interesarse por el arte y la cultura y demostrar sus talentos artísticos como lo haría la primera poetisa. De manera que en el mundo literario la mujer no comenzaría siendo la musa, para ser ella misma quien fuera la autora de cuentos y relatos, y aunque con el paso del tiempo no pudo mantener ese protagonismo y acabaría convirtiéndose en la fuente de inspiración de los poetas. Los escritos de Enheduanna han sido traducidos a varias lenguas, y su historia ha venido cobrando notoriedad en los últimos años a través de biografías y varios libros que se han escrito sobre su nombre, la primera.