Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Elizabeth Bishop (1911-1979)

Dice haberse sentido siempre “como una invitada” en este mundo. Su ajenidad con la realidad le despertaría el alma del poeta, y su espíritu curioso y observador lograría adentrarse en aquellos lugares donde cada ser terrenal pudiera también verse identificado. Nos enseñó no propiamente a gozar del perder, pero sí nos insistió para que aprendiéramos a perder y a contentarnos con ello: “Pierde algo cada día. Acepta el sobresalto de las llaves perdidas, de la hora malgastada. No es difícil dominar el arte de perder.” Su padre murió antes de que ella cumpliera su primer año en este mundo, y esta ausencia representó para la poetiza una falencia sobre la cual reflexionaría desde siempre a través de sus escritos. A la edad de los 5 años Elizabeth se convertirá prácticamente en una huérfana, toda vez que su madre tenga que ser recluida en un sanatorio mental y la pequeña enviada con sus abuelos a Nueva Escocia. Aunque la madre viviría por casi dos décadas más, Elizabeth jamás volvió a reencontrarse con ella, y así mismo esta carencia se convertirá en otra de sus cavilaciones cotidianas atravesadas por su poesía. También estarán presentes esos años de infancia al lado de sus abuelos, y que empiezan a verse reflejados en sus primeros poemas publicados en una revista de estudiantes. A sus 18 años, ad portas de la gran depresión bursátil estadounidense, Bishop inicia sus estudios en Vassar College, y al paso de dos años se aventura a fundar con un par de escritoras una revista literaria independiente a la que llamaron Con Spirito. En la década de los treintas la poeta tendrá la posibilidad de trasegar por varios países que al cabo de un tiempo irían haciendo parte de su decorado poético. Y aunque no contaba con la solvencia económica que le permitiera este ir y venir, el apoyo de sus amigos y las becas y premios que conseguía financiaban de alguna manera su estilo de vida. Bishop se sentía muy influenciada por la obra y el pensamiento de la escritora Marianne Moore, y así mismo la consagrada escritora mostraría un interés particular por Elizabeth, a quien le pediría la tratara no como “señora” sino como “madame”, manifestándole de esta forma que la relación entre ambas se trataba ciertamente de una amistad. Sería la misma Moore la que se encargaría de disuadir a la prometedora poetiza a que continuara su batallar con las palabras y desistiera de presentarse al Cornell Medical School, como eran los planes de Bishop, y así mismo la animaría para que presentara su primer poemario titulado North & south al Premio Houghton Mifflin y que a la postre ganaría. Mil ejemplares de su libro fueron publicados para el año de 1946, y ya Elizabeth empezaba a perfilarse como una destacada poeta de su tiempo. En 1950 dedica el poema Visits to St. Elizabeth’s a esos encuentros memorables que habría tenido con el poeta Ezra Pound. Ese mismo año recibirá uno de los tantos premios y condecoraciones que irá ganando a lo largo de su carrera, en este caso nos referimos al American Academy of Arts and Letters Award. Luego de recibir el incentivo económico de este y otros premios, y sintiéndose sola y como sin sentido en la gran metrópolis que ha sido siempre la ciudad de New York, Elizabeth decide emprender un viaje por mar, conquistar otros puertos al otro lado del océano, y embarcarse en un navío de carga que finalmente arribara en las costas de Santos, Brasil. Allí tenía la excusa de visitar a una vieja amiga que había conocido años atrás en Manhattan. La poetiza no era sin embargo una simple turista. Ella buscaba dejar atrás sus excesos con el alcohol y curarse de sus ataques de nervios, renovarse tal vez, pero lo que no tendría planeado, o quizás sí, era que acabaría enamorándose, y lo que parecía un viaje corto de unos pocos días terminó por convertirse en una estadía que se prolongó durante casi quince años. Al principio tuvo que postergar su partida ya que un ataque de viruela la mantendría en cama durante dos semanas, y esto serviría como un motivo razonable para permanecer algunos días más mientras pasaba su convalecencia. Fue entonces cuando Elizabeth comenzó una relación amorosa con aquella arquitecta proveniente de una familia acaudalada, y ambas se trasladarían a una lujosa casa de campo en la que la poeta fue colmada de toda clase de privilegios, y en donde su amante no repararía a la hora de transformar sus espacios y acondicionar la mobiliaria para que su amada pudiera gozar de un mundo más inspirador. Elizabeth podía ahora gozar de ese hogar que desde siempre anheló, encontrando la tranquilidad que le permitiera enfocarse en sus labores artísticas. Durante su estadía en Brasil Elizabeth se interesaría en conocer los idiomas del portugués y el español, sirviendo como traductora al inglés de varios poetas y escritores latinoamericanos, como Octavio Paz, Joao Cabral de Melo y Carlos Drummond. En medio de estas comodidades Bishop logra concluir su segundo poemario, A cold spring, y dado el impacto de su obra, en el año de 1956 es condecorada con uno de los más prestigiosos galardones literarios, el afamado Pulitzer Prize for Poetry. Finalmente en 1964 rompe su relación de pareja y decide regresarse a Estados Unidos. Su amorío se estaba tornando conflictivo, dado los problemas de alcoholismo de su amante y la inestabilidad que ya en ese momento venía atormentándola. Refiriéndose al amor, la poeta nos dice: “A veces parece que sólo las personas inteligentes son lo suficientemente estúpidas para enamorarse y que sólo las estúpidas son lo suficientemente inteligentes para dejarse amar”. Ese mismo año se hará merecedora del Academy of American Poets Fellowship, y un año más tarde dará a conocer su tercer poemario, Cuestiones de viaje. Observadora al detalle, exenta de fastuosidades líricas y frases proverbiales, desencantada de todo lo relacionado con el sentimentalismo y desprovista de verdades absolutas, Bishop aseguraba poder tardar años en componer un solo poema que le pudiera parecer como aceptable. Cada uno de sus libros le llevaba casi una década. Decía que escribir no era algo que pudiera enseñarse, y que los poemas empezaban como una suerte de conjuro mágico y que para poder cursarlos y hasta darlos por terminado, se hacía necesario una cuota de esfuerzo y dedicación. En 1967 su ex pareja intenta reconciliarse con Bishop y la persigue hasta Estados Unidos, y en un suceso que no fue esclarecido de si se trató de accidente o suicidio, la historia acabaría en tragedia cuando fuera encontrada muerta debido a una sobredosis. Elizabeth tendrá otro destino y nada se interpondrá entre ella y la posteridad. Durante un tiempo colabora con la redacción de artículos para The New Yorker, dicta conferencias y trabaja como profesora en academias de renombre, como son las universidades de Washington, Harvard, New York y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Para 1969 se hace acreedora al célebre National Book Award, y dos años más tarde conocerá a quien se convertirá en su nueva pareja y con quien se mantendrá hasta el día de su muerte, heredando los derechos literarios de la obra de Bishop y dando a conocer el material inédito que la poetiza tenía represado. En 1976 Elizabeth Bishop se convierte en la primera mujer en ser galardonada con el Premio Internacional de Literatura de Neustadt, y en los siguientes dos años recibiría el National Book Critics Circle Award y el Guggenheim Fellowship. Laureada como todo poeta que logra su consagración, la tímida e introspectiva Elizabeth perdurará en las palabras de sus poemas y en sus inquietudes y tormentos, preocupaciones estas de todas las épocas. Muere a causa de una hemorragia cerebral antes de cumplir los 70 años. En la actualidad se prepara un libro epistolar de la poetiza en el que se han reunido más de ochocientas páginas de misivas y cartas que mantuvo a lo largo de su vida con sus familiares, amigos y queridos.

ELIZABETH BISHOP

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