Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Aspasia de Mileto (470 a. C.-400 a. C)

Su nombre significa “la bella bienvenida”. Lo que sabemos de su vida parece sacado de un cuento, y no porque su relato parezca ficticio, sino debido a que su leyenda la narran filósofos y literatos a los que no podría dárseles el crédito de historiadores. Así pues su fecha de nacimiento resulta incierta, aunque se sabe que nació en la ciudad de Jonia de Mileto, la actual Península de Anatolia (Turquía), en el seno de una familia acaudalada, a juzgar por la educación que le impartieron desde muy pequeña. Las escuelas jonias no discriminaban a las mujeres, y así mismo en la edad adulta se les podía ver activas en labores públicas o siendo partícipes de círculos intelectuales, diferente a la sociedad griega donde la figura de la mujer permanecía relegada a los menesteres domésticos. Tal vez fue en Mileto donde Aspasia empezó a conocer los entramados de la retórica y la oratoria, armas que más tarde emplearía para alzarse con grandes conquistas en territorios lejanos. Sin embargo su locuacidad y elocuencia, su dominio del lenguaje y de sus tantos recursos, bien pudieron haber sido estudiados en las mismas tragedias y comedias de los griegos. Por esos días se hablaba de una Grecia en la que pululaba la cultura y el deseo de conocimiento, y seguramente Aspasia ya había oído hablar de la famosa escuela de oratoria del célebre Antifonte. Se desconoce pues por qué motivo viajó con destino a Atenas; tal vez seducida por ese centro cultural en el que se había convertido desde hacía un tiempo, y donde proliferaban filósofos y sofistas, políticos y oradores, intelectuales y artistas de todas las categorías. Hacia el año 450 a. C. Pericles conoce la voz fascinante de Aspasia y queda prendado de sus palabras. Se dejó hechizar por una voz melodiosa y un pelo largo y rubio, y en adelante violó y derogó cuanta norma había él mismo instaurado, con tal de poder unirse a esta extranjera con fama de pecadora licenciosa. Él era unos veinte años mayor que ella; pero esto no fue un obstáculo para que iniciarán una amistad basada en la política y el diálogo, la buena compañía, pero que con el paso de los días iría tornándose en una relación que trascendería los dominios de gobierno. De estos primeros años de Aspasia en Atenas se sabe muy poco. Se especula que posiblemente dirigió un burdel de heteras o que quizás ella misma ofició estas labores. Las heteras eran damas refinadas de compañía, instruidas en artes e historia, y que gozaban de una alta educación, además de una belleza cautivadora que a los hombres resultaba irresistible. Estas mujeres gozaban de independencia económica e incluso pagaban tributos, y dado la condición de extranjera de Aspasia, estas sospechas de que trabajó como hetera parecerían cobrar peso. Se ha llegado a pensar que incluso años después, cuando ya estaba instalada en Atenas y gozaba del prestigio y reconocimiento de todos, Aspasia seguía conservando su burdel y manteniendo al lado de Pericles un afamado negocio de prostitución. Plutarco la compara con Thargelia, una célebre hetera de la antigüedad, y sin embargo todos los datos que aportan parecieran tergiversarse con la inventiva. Nada de esto importaba al enamoradizo general ateniense, que en todo complacía y acompañaba los caprichos de su exigente amante. Hacia el 445 a. C. Pericles abandona a su esposa, con quien habría tenido dos hijos, para unirse en convivencia con quien fuera su amiga, mentora y confidente, la avezada y suspicaz Aspasia de Mileto. No se sabe si la pareja llegó a formalizar oficialmente su unión por medio del matrimonio, pero lo cierto es que alrededor del 440 a. C. nacería su hijo, conocido como “El Joven”, y quien años más tarde se convertiría en militar, para finalmente perder su vida en la batalla de las Arginusas. Al comienzo de la relación Aspasia tuvo la aprobación de los más cercanos del general Pericles. Su talento para compartir ideas innovadoras y defenderlas al punto de convencer a cualquiera, seducía no solamente a los hombres sino también a las mujeres, quienes se veían inspiradas por esa mujer díscola que se codeaba de tú a tú con todos los hombres. Su casa era frecuentada por filósofos y maestros de los más prestantes, como es el caso de Anaxágoras, Eurípides y Sócrates. Era conocida por ser la anfitriona de majestuosas celebraciones en las que Dionisos era el protagonista, como aquella fiesta de más de tres mil invitados, cada uno atendido por tres sirvientes, y en donde deslumbró por la fuente que mandó a diseñar y de la que emanaban seis tipos diferentes de vinos. El poder de convicción y su capacidad de encantamiento abarcarían no sólo lo público sino también lo más privado. De puertas para adentro, Aspasia parecía ser quien tomaba las decisiones que comprometían a todo un pueblo, siendo así que cada vez empezó a tener mayor fuerza en los asuntos políticos. Para el año 439 a. C. Mileto llevó sus desacuerdos con Samos a un conflicto bélico. Sin que fuera su principal interés, los atenienses acataron la orden de su general y defendieron a Mileto de los invasores, representando para sus ejércitos bajas considerables que deslustraron la imagen de Pericles. Sin duda esta decisión la habría tomado cuando su esposa le hubiera reclamado la protección de su ciudad, y el enamorado guerrero no hubiera podido negársele. Así, durante los años siguientes decaería la popularidad de su gobierno. Para el 431 a. C. se daría inicio a la Guerra del Peloponeso, y cuyo conflicto se prolongaría durante casi tres décadas. Algunos relatores de la época, como es el caso de Aristófanes, señalan a la libertina mujer de Pericles como la que ocasionaría, o al menos desataría el conflicto. En su obra Los arcanienses el cronista relata que el motivo que llevó a los atenienses a enfrentar a los espartanos, era que aquellos habían raptado a tres prostitutas que residían en la casa prostíbulo de la controvertida Aspasia. Por aquellos años los ataques en contra suya y de su marido por parte de sus opositores políticos fueron un poco más allá, y varios de sus amigos más cercanos serían enjuiciados por distintos motivos. Fidias, amigo personal de Pericles, sería condenado a presidio y acabaría muriendo al poco tiempo en una celda, y así mismo el célebre Anaxágoras sería acusado por la Ekklesía (Asamblea) dado que sus enunciados filosóficos contradecían las supersticiones religiosas que profesaba la sociedad ateniense. Aspasia también sería incriminada por corromper a las mujeres de Atenas, así como de haber sido partícipe de algunas decisiones políticas que favorecían a la inculpada en detrimento del pueblo. Su juicio fue lo más parecido a un espectáculo circense, donde la acusación se valió del cómico Hermipo, quien se encargaría de ridiculizar a la enjuiciada como si se tratara de una obra teatral. Más de un millar de ciudadanos asistieron a la comedia para ser testigos de las injurias y blasfemias que se levantaban en contra de Aspasia. Se dice que Pericles suplicó y lloró para que perdonaran a su mujer, quien finalmente fue absuelta de unos cargos que nunca quedaron claros para nadie. En el 429 a. C. una plaga asoló la ciudad y los dos hijos del matrimonio pasado del gran Pericles murieron en un lapso de escasos días. Contradiciendo las leyes que él mismo hubiera promulgado unos años atrás, legó su trono al hijo que había tenido con Aspasia, y a pesar de que pudiera considerársele como el hijo ilegítimo de una extranjera. Después de la muerte de Pericles, Aspasia se une a un hombre prestante y destacado conocido como Lisicles, que moriría en un combate hacia el 428 a. C. sin conocer al hijo que esperaba presentarle su esposa cuando regresara. Aspasia viviría casi treinta años más, y moriría un año antes de que su amigo Sócrates fuera sentenciado a beber la cicuta. Aspasia destacaba por su formación académica y el conocimiento de ciencias y arte, por ser una apasionada logógrafa interesada por los asuntos de la historia, por su conversación cargada de brillante lucidez, resaltando por su intelecto más que por sus atractivos físicos y sirviendo de ejemplo para muchas mujeres que hubieran querido ser como ella y seguir sus mismos pasos. Se abrió un espacio en un mundo vedado para las mujeres, y en donde su presencia era protagónica, siendo ella la que instruía a muchos hombres en el arte de maravillar a través de la palabra. Se destaca así su faceta de pedagoga, por lo que se podría afirmar que sería ella quien redactaba los alegatos y discursos de su marido, así como la mentora retórica que le enseñaría a hablar en público y a dirigirse a sus tropas. Parece que en ocasiones intervino en reyertas jurídicas defendiendo a algún acusado cuya inocencia podría ser demostrada a través de la oratoria. Y ella sería la propia, la mejor para rebatir en cualquier discusión, no importara si su contradictor y oponente fuera el mismísimo Sócrates, ya que el ilustre sabio la tenía por su amiga íntima y una mujer que consideraba a su misma altura, reconociendo que ella había sido quien habría formado a un gran número de oradores en el arte discursivo. Cicerón la llamaría años más tarde como “Sócrates femenino”, reclamando que serían de ella los postulados de autoconocimiento que luego sistematizaría Sócrates con su método mayéutico. También se destacaría en el mundo científico, explorando los campos de la obstetricia y la ginecología, así como atreverse a practicar algunas cirugías. Interesada en la botánica, sus notas sirvieron para que años después el emperador bizantino, Justiniano I, se valiera de estos apuntes para completar su enciclopedia botánica. Lo cierto es que Aspasia contribuyó a un florecimiento artístico y cultural, y fue más allá al tratarse de una de las pocas mujeres destacadas de la antigua Grecia. Su figura es tan contradictoria como aquellos que se contradicen al contárnosla. Una combinación entre cortesana y prostituta, entre maestra y disoluta, una mujer admirada y de la misma forma difamada. Pocas otras figuras femeninas lograron tanto esplendor y reconocimiento como Aspasia, si acaso tendríamos que remontarnos a la poeta Safo, o perseguir a esta clase de mujer en las tragedias de la época, como es el caso de Lisístrata, el personaje inventado por Aristófanes, o Medea de Eurípides. A diferencia de Safo ella le sumaría a la poesía el agregado filosófico y hasta destacarse en el campo de lo político. Plutarco se preguntaba “qué artes o qué poder tenía esta mujer, puesto que era capaz de dirigir a su antojo a los principales hombres del Estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de discutir con ella en términos exaltados durante mucho tiempo”. Platón parece haberse visto deslumbrado por su inteligencia. Jenofonte y Antístenes también se refieren a ella, y algún cronista testigo la describe como “una bella, independiente, brillante y lista joven, capaz de mantener su propia conversación con las mejores mentes de Grecia y de discutir y arrojar luz sobre cualquier tipo de cuestión con su marido”. Su nombre estará ligado a la gloria de Pericles, su fama radica en ser una mujer que, como dijo alguno de su época, era “lista más allá de las palabras”. Luciano sugiere que “no podríamos elegir mejor modelo de sabiduría que Aspasia la milesia… su conocimiento político y su visión, su agilidad de mente y su penetración… Aspasia, sin embargo, sólo se preserva para nosotros en miniatura: nuestras proporciones deben ser las de un coloso”. Sus últimos años los dedicó a sacar adelante su Academia de Elocuencia y Arte Amatorio. Una mujer que sabía emplear sus atractivos físicos aunándolos a un intelecto inquietante y a una personalidad poderosa y atractiva. En su academia invitaba a las mujeres para que se emanciparan de sus complejos de inferioridad y se atrevieran a desatar su potencial cognitivo, artístico e intelectual. Avanzada a sus tiempos, Aspasia viajaría siglos para convertirse hoy día en un referente del movimiento feminista y en una figura que reivindica la presencia de la mujer en este mundo. Aspasia ha inspirado libros, novelas, películas y obras teatrales, sirviendo como heroína para el artista que se decide a tener como protagonista a la más grande de la retórica de todos los tiempos.

ASPASIA DE MILETO

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