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Un himno a Horacio de Jesús Gallego

 

Horacio

Por: Mónica María Castrillón Castro

Fotos: Mateo Contreras Gallego

 

En una casa humilde de la vereda La Mejía, del municipio de Guarne en Antioquia, nació Horacio de Jesús Gallego Ospina, el 18 de septiembre de 1927, quien más adelante sería reconocido por ser el autor de la letra del himno de este municipio, entre varias otras obras.  Era el quinto de 11 hermanos, dos de ellos fallecieron siendo bebés. Creció en una familia campesina, muy sencilla, en la que se destacan por tener buen humor, y cuya actividad económica era la producción de carbón vegetal, el cultivo de fique, la venta de leche y la arriería.  Su madre cantaba música andina colombiana en eventos y celebraciones. Su padre y su abuelo arreglaban disputas y particiones de tierras; estas dos actividades marcarían posteriormente su camino. Su destino, así como el de todos sus hermanos, era trabajar la tierra y seguir todas las tradiciones campesinas.  Su única posibilidad de estudiar estaba en la escuela rural, a una hora y media de camino a pie descalzo de ida, y otra de vuelta. Estos caminos sembraron en él el deseo y el sueño de tener un par de zapatos para poder llegar más lejos.

A los 14 años, se le presentó una gran oportunidad, ir al seminario de los padres Salvatorianos. Allá podría continuar su educación.  Cursó bachillerato, filosofía, teología y música.  Era conocido en este medio católico, como Fray Mateo.  El buen humor  lo acompañaba todos los días de su vida, y estar en el seminario no era un impedimento para hacer de fantasma, caminar en las manos, asustar y hacer reír a sus compañeros. Se retiró del seminario antes de ordenarse sacerdote y  viajó a Bogotá, para seguir estudiando música en el Conservatorio de la Universidad Nacional. Paralelo a ello, se dedicaba a tocar el piano en varias iglesias, colegios y a dar clases particulares.  Es así como conoció a su esposa, Rosa María Lozano Bernal, el 18 de diciembre de 1954, quien llevaba a sus hermanas menores a clases de un coro femenino, como preparación de la  novena de aguinaldo y que fue invitada también, a hacer parte de ello; así se conocen, se enamoran. Se casan en 1961. Ese año nace su hija mayor y de ahí en adelante, casi cada año uno más, hasta completar 10 hijos en 1978.

En el Conservatorio estudió música alrededor de nueve años, entre solfeo, piano y hasta violonchelo. Sin embargo, no se graduó de dicha profesión, pero siempre fue reconocido como un gran pianista.  Fue presidente de la Asociación Colombiana de Músicos Profesionales (ACOMPAS), fundada en Bogotá, en el año 1945, desde la que promueve una ley de espectáculos públicos, consistente en democratizar el acceso a ello, para los artistas más pobres.  Ya radicado en Bogota, hacia el año 1961 se reúne con otros guarneños en la capital y crean la Colonia de Guarne en la ciudad, desde donde fundan  la Biblioteca Pública del pueblo, «Francisco María Henao», que luego se convertiria en la Casa de La Cultura.  También llevan la Caja Agraria al municipio.  Durante esos años, además, promueven la creación de las fiestas de la cabuya y el homenaje a los Comuneros.

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Inspirado por el oficio de su padre y abuelo, que eran palabreros campesinos, en el año 1959 inició estudios de derecho en la Universidad Libre de Colombia, buscando entre otras cosas, una carrera que le permitiera tener mejores ingresos.  Primero estuvo sólo como asistente, y al año siguiente pudo matricularse oficialmente. Por haber cumplido todos los requisitos de las asignaturas y haber mostrado interés en aprender, le calificaron ese año de asistente y pudo continuar su proceso de manera normal.  Para seguir pagando la universidad, su sostenimiento y el de su familia, vivía de la música. Fue profesor oficial de música de varios colegios de Cundinamarca, alrededor de 40 años, también de la casa de la cultura de Zipaquirá. Allí se destacaba por su calidad humana y por ser madrugador, puntual, alegre, chistoso, buen compañero, buen profesor y amigo de los estudiantes, esos con quienes compartía en el descanso, a quienes les daba consejos y quienes le confiaban sus historias y secretos, pues no se dedicaba a juzgar, sino como buen músico, a escuchar. Cuatro de sus hijos fueron también sus alumnos.

Su actitud frente a la vida era su mejor herramienta para enfrentar las adversidades, que desafortunadamente fueron muchas.  Su fe, la esperanza y el buen humor lo mantuvieron siempre optimista.  En 1976 tuvo un accidente, al caer por la puerta trasera de un bus de servicio público, sin dejar mayores secuelas, pero el 30 de octubre de 1981, al regresar de un paseo del colegio, manejando desde Zipaquirá hacia su casa en Bogotá, tuvo un accidente de tránsito muy grave, donde su automóvil se volcó, y él quedó en estado de coma. Los médicos decían que solo un milagro podría salvarlo.  Meses después despertó, pero el daño neurológico que tuvo fue grave, y para recobrar completamente la conciencia, pasaron varios meses más. Se despertó con ideas de años atrás, sin reconocer a algunas personas. Tuvo terapias para aprender a hablar de nuevo, a caminar, a escribir, a comer, etc, todo como un niño y a la par con su hija menor, que estaba en el mismo proceso. Decía que el estado de coma era como soñar que se caminaba sobre un fango.

Aún sin recuperar la conciencia, tenía presente su gran responsabilidad: su familia.  Y él, que había sido el pilar de la familia hasta ese momento, no se permitía pensar en sus limitaciones.  Así que se levantó con todas las dificultades y volvió a dar clases, a través de sus hijas mayores, a quienes les explicaba la lección y ellas la daban en su nombre.  Su esposa, Rosa María Lozano, que también había estudiado derecho, debería convertirse de la noche a la mañana en el motor afectivo y económico del hogar para darle apoyo.

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Años después, en junio de 1997 y ejerciendo su profesión de abogado, la vida le juega de nuevo una mala pasada; un bus en Bogotá lo atropelló.  Este accidente afectó su mano, su pierna y la cadera, lo que trajo para él varias operaciones, entre ellas, la amputación de un dedo de la mano, devastador para un pianista.  Intervenciones no realizadas a tiempo le generan una infección crónica en la pierna, con la que batalla por años.  Pero pese a la pérdida de su dedo, a la restringida movilidad de su mano, al intenso dolor y al dictamen médico de que no podría volver a caminar,  nunca se dio por vencido. Intentaba cada día caminar y tocar piano de nuevo, y las dos cosas las consiguió.  Sin embargo, años después la infección de su pierna se salió de control, y el 2 de octubre de 2015 los médicos deciden amputársela, antes de que la infección se expandiera por el cuerpo. Esa vez, Horacio Gallego Ospina, que de tantas había salido bien librado, no se recupera de la cirugía y fallece  el 3 de octubre de 2015, en Bogotá. Dicen que presentía su muerte, aunque él nunca había temido a nada.  Decía que faltaban pocos días y tenía sueños premonitorios.

Horacio Gallego Ospina fue un hombre visionario y de recuerdo perenne, como es conocido en Guarne, Antioquia, por el himno que escribió, a su tierra querida, esa, a la que siempre quería volver.  El ambiente familiar se llenaba de canciones e himnos que compuso a lo largo de su vida: “La Bogotanita”, dedicada a su esposa, “Cuando menos lo esperaba”, dedicada a su hija menor, “Arbolito Compañero”“Guarne Casita de Cielo”, el Himno del Colegio Santiago Pérez en Zipaquirá, “Una Rosa de mi Jardín”“Día de las Madres”“El Gamín”, entre otras composiciones musicales.

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Sembró la semilla de la música y las artes en muchos niños y jóvenes.  Dejó al país su música y sus hijos, grandes profesionales, destacados en diferentes áreas como el derecho, la aeronáutica, el comercio y la cinematografía. Sus nietos, estudian actualmente en las mejores universidades en diferentes países.  Fue abogado de los menos favorecidos, un padre y esposo ejemplar, una persona con gran calidad humana, cuyo paso por este mundo no fue en vano y que ante todo, dejo ver a todo el que conocía, que las limitaciones solo existen en la mente, que no hay condición económica, física o mental que sea más grande que el deseo de progresar.

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