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“El periodismo no le debe temer al poder, el poder le debe temer al periodismo” Conversación con Hollman Morris

Luisa Fierro

“Para mí el exilio es aceptar el fracaso, aceptar que no hay otra solución frente a la barbarie de unos cuantos y la indiferencia de la mayoría; de salir corriendo y dejarles a mis hijos el mismo país que me dejaron mis padres, y eso yo no lo puedo aceptar. La pregunta es ¿hasta cuándo?”

Hollman Morris nació en Bogotá. Vivió su infancia y parte de su adolescencia en el antiguo Barrio Sears, hoy Galerías, junto a sus padres y hermanos. Su gusto por el periodismo comenzó a los 12 años  por  influencia de su padre, y de sus tíos, que siempre estuvieron involucrados con la política, la poesía y la escritura. “Todo esto me fue orientando hacia el periodismo. Pero sobre todo la figura de German Castro Caycedo, con su libro “Perdidos en el Amazonas”. Ese libro llegó a mis manos cuando yo tenía 12 años y fue apasionante leerlo”.

Hollman Morris se ve tenso. Mientras lo observo le pregunto cómo se siente. “Estoy triste, muy triste”. “¿Te puedo grabar?”. “Espérate y me tranquilizo,  no te quiero contestar en este estado”. El estado al que se refiere es el que le ha producido la publicación de una columna de opinión de María Isabel Rueda el 6 de abril de 2014. Lo miro expectante. “¿Tu donde estudiaste?”, indaga. “En la Universidad Internacional de la Florida”. “Ah, ¿viviste en Miami?  A mí me hicieron una oferta en la Universidad de Miami, pero decidí regresar a Colombia. De eso quisiera hablarte”. Y de eso hablamos. De su Colombia antes de la columna de opinión y de su nomadismo casi siempre obligado; de vivir en San Andrés y Barranquilla, prestar el servicio militar, estudiar Comunicación Social en la Universidad Javeriana y dar sus primeros pasos como periodista en la emisora  Javeriana Estéreo; y del giro que da su existencia, cuando metido de lleno en la labor de informar, llegan los atentados y las amenazas.

Los cambios de idioma, de vecinos y costumbres, se vuelven su rutina. En el 2000 permanece un año en España. Para no arriesgar su vida se va de Colombia junto a su esposa, quien tenía tres meses de embarazo en ese entonces. Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos lo protegen y lo ayudan a salir. “Cuando regreso a Colombia llego con la idea e ilusión de hacer un programa periodístico y el 20 de julio de 2003 nace Contravía. A partir de ese momento comienza una etapa de mi vida maravillosa que es haber sacado el programa adelante, haber recorrido el país y generar una escuela de periodismo  que es Contravía y que hoy es un referente de cientos de jóvenes”. En el 2010 obtiene una de las 25 becas Nieman para continuar sus estudios en la Universidad de Harvard en Estados Unidos, y la embajada estadounidense en Bogotá rechaza su solicitud de visa alegando que él tiene vínculos con las Farc. Organizaciones periodísticas y de derechos humanos de todo el continente se unen para pedir al gobierno estadounidense que reconsideren el caso y finalmente viaja con su familia y sus hijos. “En la embajada me informaron que mi visa había sido suspendida por terrorista, porque hubo un señor con todo su poder por ocho años encargándose de decir que yo era terrorista. Fue uno de los momentos más tristes, pero paradójicamente fue una de las épocas más tranquilas de mi vida, también para mi esposa y mis hijos. Era verano y el día terminaba a las 9 de la noche, y verlos por fin salir durante todo el día a jugar en el parque, ser realmente niños y verlos absolutamente felices”.

De Harward saltó a Washington, ciudad en la que vivió durante siete meses en el 2011 con una beca que le  fue otorgada por la fundación National Endowment for Democracy.  En Cambridge, durante los primeros días, él y su familia debieron alojarse  en las Residencias Universitarias de Harvard. Era una casa preciosa y vacía porque los estudiantes estaban de vacaciones. Solo había colchones y los cuartos eran muy pequeños, pero el comedor era larguísimo, con incrustaciones de fotografías de antiguos rectores y profesores de Harvard. Su hijo, emocionado, se sentía en los mágicos terrenos de la ficción y preguntaba: “papá, ¿este es el comedor de Harry Potter?”.

En ese entonces comenzó en Colombia el proceso de la candidatura y posterior elección de Gustavo Petro a la Alcaldía de Bogotá.  Morris cree que esa elección es uno de los cambios revolucionarios más importantes que se ha podido llevar a cabo en Colombia, la elección al segundo cargo político más importante del país de un exguerrillero que dejó las armas y le apostó a la democracia. “Su elección demostró que esa democracia sí podía funcionar, que la Constitución del 91 se hacía real”. Por ello Hollman Morris se vino a Colombia con la mayor ilusión del mundo. Creyó en un proyecto distinto y posible en medio del panorama político de Colombia.

Detrás del Hollman Morris periodista habita otro ser, de hábitos e historias privadas que le permiten afrontar el reto de dirigir Canal Capital. Porque no podemos olvidar que he venido a su oficina a preguntarle por la columna de opinión que publicó María Isabel Rueda el 6 de abril pasado. Sin embargo, antes de que lleguemos a ese punto hablamos del exilio, de su regreso a Colombia, y de aspectos curiosos de su vida. De su fascinación por el piano, aunque no sepa muy bien como tocarlo, y a pesar de que su madre y sus hijos sí lo toquen, y que a su vez su mamá le haya regalado el suyo propio.  “Lo tengo en la sala de mi casa y de vez en cuando juego con él”.

Entonces llegamos al tema delicado, volvemos al Hollman Morris público. Le digo que leí la columna de María Isabel Rueda, en donde dice que él anda ufanándose ante los medios de que en su gestión en el 2013 fue el primer año en que Canal Capital no perdió millones sino que gano miles, pero que las cifras que ella ha recibido de la Controlaría Distrital indican todo lo contrario.

Hollman Morris  conecta este hecho con el significado del quehacer periodístico, que María Isabel Rueda y él provienen de dos escuelas periodísticas diferentes. La escuela de la que proviene Morris es una que le enseñó que así se tengan diferencias con las otras personas, así el otro o la otra sea un contradictor, tiene que haber un respeto en el lenguaje.

“¿Cuál crees que haya sido su objetivo al escribirla?”. Morris, sin dudarlo, responde: “hay odio tajante, contra Gustavo Petro, contra la Bogotá Humana, y cuando el odio se apodera de un periodista no puede hacer otra cosa sino mentir. Bogotá humana ha cometido errores como todas las administraciones pero acá no se ha desfalcado a la ciudad. Han sido dos años de  persecución, de ataques mal intencionados al canal. La misma Contraloría Distrital le da el visto bueno a las cifras contables de Canal Capital y ahora es la misma Contraloría la que pone en cuestionamiento a sus funcionarios y sus resultados”.

“Observamos una estrategia de filtrar un documento preliminar cuyo efecto real no me lo estoy inventando, es buscar el detrimento, el buen nombre de una entidad pública como Canal Capital. Según los estudios que tenemos de auditorías contables privadas reflejan que efectivamente ha tenido utilidades. La televisión pública de Bogotá en los dos años de la Bogotá Humana por primera vez en su historia tuvo utilidades,  para los que quieren hacer creer que en la Bogotá humana no hay gerencia, que en la Bogotá humana se improvisa. Recuerdo mucho una frase que me  dijo alguna vez una señora: la propuesta de Canal Capital es el mejor espejo de la Constitución del 91, y yo defiendo eso y lo voy a seguir defendiendo.  Así como borran grafitis artísticos pretenden  borrar a la Bogotá Humana, pretenden borrar al Canal Capital y hoy una voz importante de lo que somos, de nuestra propuesta, de nuestra gerencia, es Canal Capital”.

“¿Va a denunciar a la periodista debido a la gravedad de las acusaciones?”. “No soy amigo de denunciar a columnistas,  o a  periodistas”, dice, y se exalta: “aquí  yo no estoy defendiendo el buen nombre de Hollman Morris, sino la afectación a mi familia, al buen nombre de una entidad pública que le pertenece a todos los bogotanos”. Permanece callado un momento y luego completa la respuesta: “desde ese punto de vista yo no puedo descartar en este momento una demanda”.

“Yo vine dispuesto a demostrarle a este país que la televisión pública es una herramienta estratégica para el desarrollo, para la paz, para el dialogo entre colombianos. Yo vine convencido de eso y creo que lo he conseguido, aunque ha sido muy duro. Pero sabes, a pesar de todos estos momentos difíciles, también hay reconocimientos bonitos. Por ejemplo, Naciones Unidas ha exaltado a Canal Capital como una iniciativa de televisión digna de imitar el mundo,  y cuando vas por la calle la gente se te acerca y te dan un abrazo y te dice: ‘siga adelante’. Es bonito ver que uno se la está jugando por los que nunca han tenido voz. Esas son las grandes satisfacciones. Las encuestas demuestran que somos el único canal público en todo el país que genera opinión. Los canales privados responden a intereses comerciales. Ellos tienen otra agenda que no es la agenda del país. La televisión pública sí puede tener agenda del país porque  nosotros no vivimos de rating, porque nuestros intereses por filosofía son la promoción y construcción  de ciudadanos. Si siguen pidiendo a Canal Capital utilidades y si ese argumento se fortalece van a terminar acabando con la televisión pública del país”.

De ese modo la conversación llega a su fin. La suya es una historia que muestra una dimensión del periodismo en un país en conflicto. Es escribir, pensar, captar y contar imágenes en un ambiente denso, en escenarios de dolor. Así que antes de irme le pregunto cuáles serían los consejos que les daría a todos los jóvenes que quieren hacer periodismo en Colombia. “Los periodistas debemos hacer un posgrado y un doctorado. El posgrado está en recorrer Colombia, pero recorrer la otra Colombia la de los festivales, la de las víctimas, la de las comunidades, la Colombia del Pacifico, del Magdalena Medio, la Caucana; y el gran doctorado es recorrer América Latina. Reconocernos como latinoamericanos porque  pertenecemos a una historia, a una tradición. Desde ahí podremos entendernos mejor, porque el periodismo  no le debe temer al poder,  el poder le debe temer al periodismo,  a un periodismo equilibrado cuya prioridad sea la verdad y el fortalecimiento de la democracia”.

 Fotografía: Colprensa

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