Henry Forero (*) “He aquí un extraño mimo que compone y construye aquello mismo que imita”. P. Ricoeur. Indagar el concepto de mimesis es indagar por la poética, y ¿qué otra cosa es la poética? La tarea de este escrito será compartir una idea, una extravagancia, una breve (jamás concluyente) caracterización del bello (pero no…
“He aquí un extraño mimo que compone y construye aquello mismo que imita”. P. Ricoeur.
Indagar el concepto de mimesis es indagar por la poética, y ¿qué otra cosa es la poética?
La tarea de este escrito será compartir una idea, una extravagancia, una breve (jamás concluyente) caracterización del bello (pero no simple) fenómeno literario de la mimesis y su alcance en la poética.
Iser –el estudioso- examina el origen de la palabra y expone que proviene del griego mimeistkai, asumido, disciplinadamente, como imitar o representar. Me dirán que no soy amable ni justo con el lector por presentar una etimología fría, mineral y casi muda. Y es cierto. Y en gracia de buscar aprobación y entendimiento (ojalá comprensión), reiniciaré mi disertación con la original acepción, pensada, rumiada, discutida, presentada y planteada por el diletante y rebelde Aristóteles.
Antes, conviene indicar un escarceo, un momento del enfrentamiento, que muchos consideran fundacional de la civilización occidental. Platón creía, o alguna idea le hizo creer, que la poesía corrompía, deformaba, era falsa e inmoral, y así se puede leer en el Critias o en el libro X de la República, donde incluso se atreve a proponer el destierro de los poetas por imitadores y mediocres. La verdad es que Platón profesaba una idolatría por lo que consideraba único, cierto y necesario, y que sólo se hallaba en la filosofía, curiosamente la disciplina que él practicaba y por la que adelantaba un fervoroso proselitismo, por lo que, al parecer, no se sentía muy conforme su adelantado alumno.
Juzgaba Aristóteles que existía una función, que era además muy placentera y edificante, en el ejercicio de la imitación, por el cual era posible representar la actividad humana, y decidió llamarla mimesis. Observaba que no se trataba de escuetas duplicaciones de ideas o fantasmagóricas multiplicaciones de imágenes, sino producción de actos singulares de un muy especial significado para los hombres. De esta forma, respondió (quizás) categóricamente (y como señal de emancipación) a los etéreos cuestionamientos de su ideal instructor. La índole práctica de tales actos fue sugerida por Aristóteles en el resultado de una deliberación que anhela o busca un fin elevado. Este fin lo trabajó Aristóteles en la Poética, estableciendo su concepto primordial de poiesis como el acto de creación y construcción poética, afín, íntimamente, con la mimesis, como (principio) disposición preliminar.
En este sentido, sus estudios (observaciones) avanzaron y llegó a proponer las formas en que se produce y expresa el arte según los medios de imitación, el ritmo, el verso y el canto (melopeya, elocución), los modos, narración y representación, y los objetos, caracteres, fábula y pensamiento. De suerte que crea todo un estatuto con normas dirigidas a salvaguardar la Unidad y la proporción, ajustadas a unas restricciones de Necesidad y verosimilitud. Resultando esta poiesis, basada en la mimesis, un propósito estético y educativo, que busca la purificación de las pasiones por medio del reconocimiento.
Nos encontramos, entonces, ante la revelación de una naturaleza singular, de verdades metafóricas y enigmáticas. Una verdad construida, mostrada, no argumentada, de lo esencial y más profundo del hombre.
La necesidad de ese ir más allá, de esa estrafalaria inutilidad ética, de esa infatigable riqueza del mudo y del hombre, justifican el arte, y tal vez este escrito. A propósito, no sé si de manera lamentable o provocadora. A mi ver, el lector juzgará.
—————————————————————– (*) Colaborador.
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