AbelardHeloise
ELOÍSA Y PEDRO ABELARDO
Eloísa nació en el año de 1101, veintiún años antes del nacimiento de Leonor de Aquitania, y durante seis decádas lo iluminó con su profunda sabiduría. Eloísa, como una gran parte de las mujeres de su época, fue educada en el monasterio de Argenteuil, donde recibió una educación más que esmerada y que sería reconocida en su época. Allí aprendió latín, griego, hebreo, filosofía, teología y literatura. Aprendió a discernir y a argumentar como pocas personas de su tiempo podían hacerlo, al punto que hoy se la consideraría un par intelectual de los profesores de la Escuela Catedralicia de Notre-Dame, la que luego se convirtiría en la Universidad de París, con quienes solía discutir temas bastante eruditos.
Eloísa conocía a Aristóteles, Platón, Séneca Ovidio, Cicerón, y por supuesto a San Agustín, a Boecio. Era una gran conocedora de La Biblia, lo que la situaba como una de las más importantes intelectuales de su tiempo. Su amplio conocimiento, y su pasión por la reflexión y el análisis, le permitieron luego establecer una profunda relación con Pedro Abelardo (1079-1142), el gran filósofo y pedagogo del siglo XII, quien ostentaba el título de Magister in Artibus; lo que significaba haber cursado las áreas del conocimiento que se enseñaban en su época: el trívium (retórica, gramática y dialéctica) y el cuadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música); dichas disciplinas se impartían en las Escuelas Catedralicias, que habían reemplazado a las Escuelas Palatinas de Carlomagno. Las Escuelas Episcopales, o Claustrales, darían origen más tarde a lo que hoy conocemos como universidad.
Eloísa abandona el Monasterio de Argenteuil a la edad de 17 años, puesto que su tío Fulbert, canónigo de la catedral de Notre Dame, consideraba que la educación que le habían impartido en el convento había dado los frutos por él esperados; se la lleva a París y la instala en su casa a la espera de poder casarla convenientemente; es decir, encontrarle un marido noble y con dinero. Pedro Abelardo contaba a la sazón 38 años y ya era una leyenda en las escuelas de París y en el mundo conocido de la época. Los estudiantes venían de toda Europa con el único fin de asistir a sus clases y lo seguían adonde quiera que él fuese. Su visión personal de las Sagradas Escrituras, y de la teología en general, pronto le acarreó un enemigo que lo perseguiría por el resto de su vida, Suger (1081-1151), Abad de Cluny y consejero de los reyes Luis VI y VII. Suger llegó a tener un poder inconmensurable, no sólo religioso, sino político, puesto que fue el designado de llevar las riendas del reino durante la ausencia de Luis VII, cuando éste partió a la segunda cruzada. A su regreso el rey lo proclamó Padre de la Patria. No obstante, el principal contradictor teológico de Pedro Abelardo fue Bernardo de Claraval, el fundador de la orden de los Cisterciences, la misma que nos dejó como legado arquitectónico sus maravillosos monasterios, cuya característica principal es la ausencia de decorado; y esa ausencia, a mi modo de ver, se transforma en el artífice de una profunda belleza. Bernardo de Claraval es, en cierta forma, el fundador de la Orden del Temple, ya que todas sus reglas fueron redactadas por él. Podría decirse que los principios templarios son también cistercienses. Bernardo de Claraval estaba lejos de comprender al gran filósofo de la escolástica. Por la persecución e intolerancia de la que fue objeto Pedro Abelardo debió quemar dos de sus libros. Fue, además, poeta y músico, compuso canciones de amor y música sacra y se le considera el padre de la escolástica. Pedro Abelardo, como Eloísa, se adelantó varios siglos a su propio tiempo, y fue el centro del Concilio de Sens (1140); donde fue acusado de herejía, teniendo como principal acusador a Bernardo de Claraval.
Su relación sentimental con Eloísa pudo ser posible puesto que Fulbert lo había invitado a vivir en su casa para que le diese clases de filosofía; no a él sino a la misma Eloísa. Pronto la relación académica entre Eloísa y Pedro Abelardo desencadenó en una incontrolable pasión y en un amor que habría de acompañarlos a lo largo de sus vidas. Un amor que les era prohibido porque para la época los profesores de las escuelas catedralicias debían ser célibes. De esta unión nació Astrolabio, por lo que sus padres decidieron casarse en secreto. Matrimonio que aparentemente desconocía Fulbert, quien decidió contratar a algunos esbirros para que lo castraran. Estos no sólo fueron condenados por el Abad de Notre Dame a la misma tortura, sino que les sacaron los ojos, y a Fulbert le confiscaron todos sus bienes y se le desterró de París, el peor castigo de la época para alguien de su clase social y económica. Es entonces cuando Pedro Abelardo decide tomar los hábitos y Eloísa, presionada por él, lo imita a regañadientes al entrar como religiosa al monasterio donde se había educado. Su hijo fue criado por una de las hermanas de Pedro Abelardo. Pero la persecución hacia ellos sólo había comenzado, durante el resto de sus vidas serían perseguidos implacablemente por Suger. Sin embargo, siempre estuvieron en comunicación. Las cartas de Pedro Abelardo tienen un tono más filosófico y religioso que personal, mientras que las de Eloísa mantienen el tono ardiente de la pasión y del amor de su juventud:
“Dudo que alguien pueda leer o escuchar tu historia sin que las lágrimas afloren a sus ojos. Ella ha renovado mis dolores, y la exactitud de cada uno de los detalles que aportas les devuelve toda su violencia pasada”.
A la muerte de Pedro Abelardo, 46 años después de su drama, Eloísa reclamó su cadáver para enterrarlo en el Paracleto, el monasterio que los dos habían construido en la única época en que pudieron volverse a encontrar, antes de ser nuevamente separados por Suger. Pedro Abelardo le había escrito, desde mucho antes de su muerte, que quería ser enterrado allí, donde ella era priora desde hacía ya mucho tiempo. En su carta le decía:
“Entonces me verás, no para derramar lágrimas, que ya no será tiempo: viértelas ahora para apagar en ellas ardores criminales: entonces me verás, para fortificar tu piedad con el horror de un cadáver, y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre”.
Pedro Abelardo, poco antes de morir, había escrito su autobiografía a la que había titulado Historia Calamitatum. Años después Eloísa compartiría la misma tumba. En la actualidad están enterrados en el cementerio Père Lachaise de París; visita cuasi que obligatoria para todas las parejas de amantes.
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Nota:Al respecto que pueden consultar o ver:
1. Recomiendo la lectura del libro Héloïse et Abélard de Régine Pernoud, Albin Michel, Paris, 1970.
2. La vida de Pedro Abelardo y de Eloísa fue llevada a la pantalla por Clive Donner, en una película titulada Pasión bajo el cielo, filmada en el año 1988 e inspirada en el libro homólogo de Marion Meade. Sus protagonistas fueron interpretados por Derek De Lint y Kim Thomson. La película es un verdadero fresco de la vida del París del siglo XII.
(Este breve artículo sobre Eloísa y Pedro Abelardo forma parte de mi libro ¡Cuidado! Escritoras a la vista… Ediciones Ble, Manizales, 2009). Puede leerse gratuitamente en la Biblioteca Virtual de la Universidad Nacional de Colombia:
http://biblioteca.universia.net/html_bura/ficha/params/title/cuidado-escritoras-vista…/id/59549809.html

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