El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

PIERRE BONNARD, EL PINTOR DE LA EVANESCENCIA

mujer umbral

Hace dos semanas estuve en París visitando dos exposiciones, una sobre Velázquez en el Grand Palais y la otra sobre Pierre Bonnard en el Museo de Orsay.

Los dos son pintores que admiro. Diego Velázquez (1599-1660) pertenece a esa especie de genios que no tiene parangón en la historia de la pintura, sobre todo con su cuadro Las Meninas, y Pierre Bonnard (1867-1947), que vivió a caballo entre dos siglos, fue discípulo y protagonista de los movimientos pictóricos que abrieron todas las esclusas para la libertad artística. Los dos son pintores revolucionarios, se atrevieron a hacer escuela y a romper con los códigos estéticos de la época en la que les tocó vivir. Y como soy consciente que cada uno merece una reseña personal hoy voy a hablar solo de Bonnard, a Velázquez lo dejo para otro día.

Pierre Bonnard fue contemporáneo de Toulouse-Lautrec y de Matisse, e hizo parte del Movimiento de Los Nabis, vocablo hebreo que ha sido traducido al español como profeta. En este caso los Nabis eran los nuevos iluminados que iban a cambiar la historia de la pintura.

Mucho se ha hablado sobre el carácter supuestamente decorativo de la obra de Bonnard; pero ahora, después de haber visto la retrospectiva que el Museo de Orsay ha hecho de su obra, no puedo estar de acuerdo con esta premisa.

Si bien algunas veces había visto parte de su trabajo no es sino hasta ahora que pude contemplarla con otros ojos; entre otros aspectos porque muchos de los cuadros allí expuestos hacen parte de colecciones particulares y nunca habían participado en una exposición de tanta envergadura o simplemente nunca habían sido expuestos al público.

La retrospectiva muestra a Bonnard a través de todo su ciclo pictórico y descubre una filosofía muy personal que será el hilo conductor de toda su obra. Podría decirse que en un sentido clásico Bonnard está muy cerca de Vermeer de Delft o de Pieter de Hooch, en cuanto a la representación de cuadros intimistas se refiere, des huis-clos, o sea de espacios cerrados, de esa vida que llevamos de puertas para adentro en nuestros hogares. Y es que Bonnard va a pintar una y otra vez a Marta, su esposa. La vemos en la bañera, en el umbral de una puerta, o en el comedor de la casa, o en el jardín; todas sus poses son íntimas. Esta característica se vio influenciada por la fotografía, ya que Bonnard tomaba fotos desde 1890. Es decir, entendió que podía atrapar el tiempo con la cámara fotográfica y con la pintura. Algo que Degas ya había comenzado a hacer años antes, sobre todo con sus pinturas de las bailarinas de ballet. Este deseo de fijar el tiempo es lo que hará luego Proust, al menos en cierta forma, en su obra En búsqueda del tiempo perdido.

bañera 2

Por otra parte, Bonnard fue uno de los pintores que más escudriñó en las estampas japonesas que se habían puesto de moda desde mediados del siglo XIX; hasta el punto que ha sido llamado El Nabi Japonés. Hay una característica que vale la pena tener en cuenta, sobre todo en las representaciones de Marta en la bañera, en las que Bonnard utiliza la perspectiva japonesa. Me refiero no a la profundidad de campo que daban las cámaras negras, sino a la visión de los japoneses de mirar hacia abajo desde un ángulo alto o vista aérea, en surplomb, como lo llaman los franceses. No hay que olvidar que los japoneses, o al menos hasta hace relativamente poco tiempo, hacen su vida sentados en el suelo, lo que da una mirada completamente diferente del entorno. No es lo mismo mirar alrededor cuando se está sentado en un silla que cenar en una mesa a ras del suelo y sentado en una esterilla. Esa otra forma de ver el mundo, hacia arriba o hacia abajo, y del que Hokusai era un gran Maestro, fue algo que sorprendió a Los Impresionistas y a los pintores que vendrían después, como Los Fauvistas o Los Nabis.

Bonnard_La femme au chat 1912

Recuérdese que es el color el protagonista de Los Fauves. Los colores cálidos no hacían sino recordar el fauvismo, del francés fauve, fiera en español, movimiento pictórico que Matisse había llevado hasta sus más altas representaciones. No hay que olvidar que es gracias al color vivo, sobre todo el rojo, considerado para la época como violento y provocador, que los Fauves se darán a conocer en el Salón de los Independientes de 1905. Entre ellos estaba, a parte de Matisse, Vlaminck, Derain, Marquet et Van Dongen. Y es Luis Vauxcelles, un crítico de arte, que los llamó la jaula de las fieras. Con esta denominación buscaba mofarse de esta nueva forma de concebir el color como protagonista de la composición pictórica, que relegaba al dibujo a un segundo plano o lo desaparecía por completo, que el grupo va a denominarse Fauve. Y Bonnard se sumará por algún tiempo a esta orgía de color, para luego llegar a una paleta pastel, casi transparente.

mujer eterea

Esta transparencia la logra con la maestría que alcanza con la utilización de la luz. Es una luz etérea, como si saliese de un sueño, lo que da al cuadro un aire de irrealidad permanente. También es cierto que al instalarse en 1927 en Cannet, en la región del Midi francés, la luz tenía por fuerza que tomarse sus pinturas. Es ella la verdadera protagonista de su obra. Como lo fue Marta, su esposa y su musa. Pero ella no fue la única mujer que Pierre Bonnard amó ni que pintó varias veces, ya que tuvo una relación amorosa con Renée Monchaty. Ella se suicidó dos meses después que Pierre contrajera matrimonio con Marta. Es muy posible que esta tragedia haya dejado una herida muy honda en el artista. De ahí a pintar lo evanescente, la evocación, no había sino un paso. Máxime que poco a poco Marta iría ahogándose en un delirio que la alejaba cada vez más de la realidad. Ella murió en 1942. Probablemente Pierre Bonnard pudo vivir los cinco años que le quedaban en paz. La misma que le había sido arrebatada por la enfermedad de su esposa.

Marta alcoba

Al salir de la exposición lo hice completamente alucinada, pero no era un sentimiento mío solamente, ya que mis acompañantes salieron también con la sensación de haber vivido una experiencia que raras veces tenemos en una exposición de arte.

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