Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

Los 8 más odiados (The Hateful Eight): el retorcido nacimiento de una nación

Mientras se agitan las polémicas por la falta de diversidad en Hollywood, la nueva película de Quentin Tarantino pasa opacamente por las salas. Infortunadamente. Los 8 más odiados (The Hateful Eight) es una intensa experiencia con la que el director estadounidense amplía y enriquece su filmografía. El nuevo largometraje se puede definir como un cruce de un western pesadillesco y una suerte de pesquisa detectivesca, en tanto que proyecta un panorama pesimista en el que se observa una incongruencia frente a los ideales en que se asienta E.E.U.U. Aunque suene extraño, la película más reciente de Tarantino es lo más cercano que se pueda encontrar dentro de su producción a un cine con intereses políticos. Esto no implica, claro está, que el director tenga una nueva conciencia, ni que haya deja de deleitarse desafiando a la corrección política a la que son tan afectos (por lo menos nominalmente) buena parte de las comunidades contemporáneas. Los 8 más odiados es una fantasía que juega con intencional infidelidad histórica para dar una versión más sombría sobre el momento en que nace una nación (y no sobra recordar que el western sirvió como espacio mítico estadounidense). Tarantino no es director precisamente sutil a la hora de presentar sus postulados, ni estos postulados son agudas observaciones que descubran de un modo novedoso algo que ya no fuese visible. Lo que sí se puede afirmar  del director californiano es que es consistente y valiente, fiel a su propia visión del cine. La violencia vuelve entonces con nuevos registros, los rasgos propios del cine de Tarantino se enfatizan todavía más. La recepción de la película ha sido mixta, en todo caso; le ha valido, además, epítetos tales como misógina, sadista, perversa y malvada. Y a pesar de todo en lo que se pueda tener reticencias, hay algo terriblemente admirable en Los 8 más odiados. Seguir con tanta fidelidad su retorcida visión requiere por lo menos una persistencia que es difícil encontrar dentro de la producción comercial estadounidense. Tarantino realiza un film que no es tan fácilmente digerible con miras a llevar una premisa hasta sus últimas consecuencias. No es pues lo que podamos llamar una experiencia encantadora, pero sí una que conmociona progresivamente a su audiencia.

El film comienza en los desoladores parajes invernales de Wyoming, años después del fin de la Guerra de Secesión. Estas imágenes, punteadas por el amenazador tono de la música de Ennio Morricone, dan una idea del peligro que se cierne sobre los ocupantes de una diligencia que intenta evitar un inminente temporal de nieve. Los peligros, sin embargo, se materializarán lentamente. Primero solo viajan el cazarrecompenzas John «El Verdugo» Ruth (Kurt Russell), su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) y O.B. (James Parks), el estoico conductor de la diligencia. A esta se le van uniendo otro cazarrecompensas, el coronel unionista Marquis Warren (Samuel L. Jackson), y un viajero que afirma haber sido nombrado sheriff de Red Rock, el confederado Chris Mannix (Walton Goggins). La diligencia se refugia en la mercería de Minnie. Allí no los aguarda Minnie, sino un mexicano que dice haber sido encargado del lugar, Bob (Demián Bichir), al tiempo que alberga a un sospechoso grupo de huéspedes: el general confederado Sandy Smithers (Bruce Dern), el silencioso vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y el verdugo itinerante Oswaldo Mobray (Tim Roth). Las tensiones se van acumulando poco a poco, las sorpresas van apareciendo. Y una vez todas estas estallen, el espectáculo  más sangriento y despiadado se desatará. Los 8 más odiados combina géneros y, si bien en apariencia es un western, más frecuentemente es una farsa violenta, una historia detectivesca e incluso una película de terror. El cóctel que ofrece hoy Tarantino puede no tener el impacto inmediato de sus últimas cintas, pero deja una impresión más duradera que aquellas.

En el furor por la aparición del cine de Tarantino se le llegó a comparar con Shakespeare. La comparación es lesiva para la apreciación de ambos, por supuesto. No obstante, es útil usarla para ver la evolución del estadounidense, ya que si Perros de la reserva era su Ricardo III, Los 8 más odiados sería una comedia problemática como Troilo y Creseida  o Bien está lo que bien acaba. El más reciente film de Tarantino parece un viraje frente a las fantasías de venganza, accesibles para un gran público, que pasa ahora a una narración más gris que tiende hacia la farsa. Mientras rasgos como sus extensos diálogos o el reiterado uso de referencias cinematográficas se hacen más acentuados, la exposición y el desarrollo de la trama no es tan transparente como en Inglourious Basterds o Kill Bill. El director casi que evita toda inflexión de la narrativa clásica, o la presenta de un modo abiertamente paródico. Por segmentos, incluso, la cinta anda monótonamente, concentrada en la exposición de sus desagradables personajes y las rencillas en que ellos se enzarzan. A partir de su aparente banalidad, entonces, es que empieza a surgir la violencia, es que se va produciendo esa asfixiante pesadilla. La reunión de todo un grupo de esperpentos contrasta con el heroísmo de los westerns clásicos, esa épica de la fundación de un nuevo orden ahora se reduce a una pelea de bandidos en que los famosos ideales suenan a letra hueca. Mas esto puede ser pura sobre interpretación. Lo cierto es que Tarantino se entrega a un ejercicio en que sus propios manierismos se acentúan, sin que por ello disminuya la honda impresión que deja el final de la historia. Los 8 más odiados es la prueba palpable de un director fiel a una visión propia  que produce un relato de verdadero impacto.

Al final se siente el agotamiento de una experiencia vívida. Los 8 más odiados comparte con algunas pesadillas esa sensación de realidad con la que nos agobian algunos malos sueños. Durante su metraje nos mantiene atentos a sus detestables personajes por un suspenso que, paso a paso, construye el explosivo último tercio. Con un final desolador, la historia concluye con una irónica escena en que se recita la esperanza por una comunidad futura más noble. Tarantino pinta una sórdida perspectiva frente a la retórica del ideal de un país. Es cierto que como observador de la sociedad, o de la historia, el director no tiene mayor fiabilidad. No obstante, Los 8 más odiados transcurre en el peculiar universo que ha creado Tarantino a lo largo de su carrera, y es allí en que debe leerse esa suerte de comentario político para comprender sus alcances y limitaciones. El film es un valiente esfuerzo que relata un horrible cuento que se sostiene por un cuidado similar al que un experto artesano le dedica a la elaboración de una pieza. La inmersión que vivimos como espectadores muestra, además, la capacidad de reinvención del director. En esta actualidad en la que se intenta revisar una historia para mostrar todas las incongruencias y crímenes sobre la que está construida, resulta importante que una voz como la de Tarantino entregue su peculiar recuento de lo que es el retorcido nacimiento de una nación.

Para leer más comentarios puede ir a http://2o3cosasquesedecine.blogspot.com.co/

Comentarios