A mi entrada de hace dos semanas quiero añadirle mis respectivas respuestas a dos de los comentarios que se me hicieron y que no pude contestar allá porque para ello necesito ser miembro de la red que llamo Scarfacebook, y eso no pienso serlo jamás.
Verónica Mastretta me comentó desde Puebla/México: «Lo políticamente correcto, qué bueno, no aplica de manera retroactiva , y en el presente puede ser muy desesperante cuando lo llevan al extremo, en particular con el idioma. La palabra niñez abarca a niños y niñas y es una palabra preciosa. Ojalá encontremos y usemos muchas palabras así».
Ojalá, sí. Yo mismo dirigía hasta hace poco mis envíos de emails colectivos nombrando como destinatarios, por ejemplo, “Para mis amigos cinéfilos”, Ahora escribo desde hace un par de meses “Para mis amistades cinéfilas”. Pero no siempre es tan fácil y tan natural la solución, y cuando no lo es, no hay que claudicar en nombre de la corrección. Que se vaya al Infierno la corrección, y que sea al círculo de los incorrectos.
Por su parte, desde Cambridge/Massachussets, Costanza Eggers me comentó lo siguiente:
«Lo de la corrección política pienso que es como un etnocentrismo, que hay que pasar por una fase así para balancear el poder y la conciencia del uso del poder. No te creo feminista (esa etiqueta etnocéntrica), sino mas bien como un equanimista, si hay que ponerle nombre a la atitud global de un ser. Como non sequitor, más o menos, se me ocurrió que me encantaría que concentrases una de tus lista de mejores libros y contribuyentes a la buena literatura sobre mujeres escritoras, como hace Concha Mayordomo sobre mujeres artistas. Claro que habrá unas PCeras que criticarán que un hombre haga la lista, pero ten coraje. Sé que has mencionado algunas estupendas en tu blog. Confío en muchas de tus recomendaciones literarias. Vale la pena subrayarlas, ya que se pierden en la historia. Yo nomino a Mercè Rododera».
A ella le contesté que «Lo de escribir un texto acerca de mis lecturas de escritoras lo tengo en astillero desde hace tiempo. Lo que pasa es que no quiero introducir en la lista a autoras indiscutibles (como George Elliot y Margeritte Duras)… sin haberlas leído. Y no las he leído. Claro que con las que sí leí se puede hacer una lista fabulosa: Jane Austen, las Brontë, Virginia Woolf, Doris Lessing, Mary McCartthy, Carson McCullers, Dorothy Parker, Harpeer Lee, Toni Morrison, Nadine Gordimer, Margaret Atwood, Alice Munro, entre las de la lengua inglesa;
Margeritte Yourcenar, Simone de Beauvoir, Colette;
la italiana Grazia Deledda;
la sueca Selma Lagerlof;
la noruega Sigrid Undset;
la polaca Wisława Szymborska;
las de lengua alemana Annette von Droste Hülshoff, Else Lasker–Schüler, Ricarda Huch, Elfride Jelinek, Herta Müller;
y entre las de nuestra lengua doña María de Zayas y Sotomayor, la condesa de Pardo Bazán, Fernán Caballero, Carmen Laforet, Esperanza Ortega, Mercè Rodoreda (traducida del catalán, claro está), Ángeles Mastretta, Rosario Castellanos, Elena Garro, Alma Delia Murillo, Delmira Agustini, Silvina Ocampo, Esther Andradi, Susana Sisman, Marvel Moreno, Albalucía Ángel, Anacristina Rossi, Ana Istarú, Marjorie Ross, Cristina Peri Rossi, Teresa de la Parra, Sorayda Peguero Isaac, la hondureña Lucila Gamero de Medina, a quien fuera de su país creo que sólo la conozco yo (y su Blanca Olmedo es una de las mejores novelas escritas por una mujer latinoamericana en el siglo XX, y en todos los demás. Pocas veces ha mostrado un relato, de manera tan descarnada, el poder aniquilador de la Iglesia católica y el modus operandi de su religión en la vida íntima de una mujer. Absolutamente acojonante)…
y muchas más que no quiero seguir enumerándote. Ah, que no se me olvide: la senegalesa Fatou Diome. ¿No conocés nada de ella? Te la presento a través de este enlace:
“Cara de sirvienta”, un relato de la senegalesa Fatou Diome: divertido, antirracista y aleccionador
Y con ella te he nombrado 50, así, de bote pronto, como se dice en el lenguaje del basket. Puedo llegar al doble, creemeló.
Conste, además, que no he incluido a ninguna autora de novela policial, con la que te podría hacer una lista si no tan larga sí lo bastante poblada.
Ni tampoco incluyo a santa Teresa, Madame de Stäel y Rosa Luxemburgo porque me centro en mujeres poetas, dramaturgas, novelistas, cuentistas, periodistas…»
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