Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Un cuento de Leticia Troyano

No es la primera ni será la última vez que le cedo este espacio a una de mis amistades para que publique un texto de su autoría. Como ya les tengo dicho, lo hago por puro egoismo, para que mi blog mejore su nivel.

En este caso se trata de Leticia Troyano, argentina, residente en Girona, en España, mal que les pese a los catalanistas. Y a Leticia la conocí como habitante del conventillo que es el foro del blog de Ángeles Mastretta, pero entretanto hemos desarrollado una amistad personal fuera del conventillo, y gracias a ello he venido a conocer este cuento. Este que le pedí permiso para reproducir en mi blog, porque a pesar de su tema puede leerse en cualquier momento del año.

Y ni una palabra más, les dejo con la prosa de Leticia Troyano, ejemplo impecable de un buen saber narrar.

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El secreto

                                                                                                                                                       A mi familia

 

Bueno, bueno, primito, no llores. A ver, ¿dónde está tu chupete? Acá está. ¿Te enteraste lo que pasó anoche? A vos te lo puedo contar. Voy a buscar una silla no, quedo más baja que la cuna y no te veo. Mejor me siento en la cama. Ahora sí. Te cuento: ¿viste que anoche era 24 de diciembre de 1982? Bueno, yo hace dos años que sé que Papá Noel no existe. Yo, en estos dos años, no he dicho nada–nada–nada porque tenía un pacto con mis papás, pero ayer decidí que en la noche ustedes y mis hermanos se enterarían de la verdad.

Lo primero que hice cuando llegamos con mi familia a tu casa fue esconderme detrás del jazminero que tiene tu mamá afuera. ¿Viste esa planta grande con flores blancas que tienen un perfume que ya se escucha desde lejos? Esa. Entonces cuando pasaba tu hermana yo decía con voz de fantasma: “Papáaa Noeeel no exiiissste”, pero tu hermana me vio y se empezó a reír. Así que mi primer plan fracasó.

¡Estoy acá, mamá! Esperá, Alfre, que no sé qué quiere mi mamá. Dice que no te moleste que tenés que dormir. Bueno, te sigo contando: después propuse que jugáramos a policías y ladrones. Nos fuimos al patio y mientras todos formábamos una ronda, yo pregunté, como de casualidad: “¿Pero cómo hace Papá Noel para estar en España y en Argentina a la vez?” Mariana salió con no sé qué historia que le contó la tía Raquel de los rusos horarios. Le dije que qué tienen que ver los rusos si yo hablaba de los españoles, pero dijo que los rusos ponen un horario para España y otro para nosotros. No sé. Entonces hice otra pregunta: “¿Y no se muere de calor Papá Noel con ese traje? porque mirá que venir en pleno verano con” Jorge me interrumpió: “¿Jugamos de una vez?” así que señalé: “Melón melón tú serás la–drón, sandía sandía tú serás po–li–cí–a”, y comenzamos a jugar. Corríamos por todo el patio, y mientras tanto yo, que era policía, preguntaba: “¿Y por qué Papá Noel va en un carro tirado por perros y no en un avión que es más moderno?” “Son renos, no perros”, gritó Iris, que era ladrón,

escapándose de Sergio que era policía que, agarrándola de un brazo, dijo: “Y es un trineo, no un carro.” “¿Por qué no se le caen los regalos cuando vuela?” ”Porque es mago”, gritó Carlitos también escapándose de Sergio. Mariana le contestó:“No, esos son los reyes” “¿Y cómo entra por la chimenea?”“Porque es mago”, insistió Carlitos, y Mariana, dejando decorrer, dijo: “¡Que esos son los reyes!” Y ahí, patapáfate, comoella era ladrón y Jorge policía, la atrapó. Ella se puso a llorar.Los varones se divertían y le cantaban saltando alrededor:“¡Llo–ro–na! ¡Llo–ro–na!”. Yo estaba triste: mi segundo plantambién había fracasado.

Ay, esperame, Alfre, que ahora me llama tu mamá. Era para ver si ya te habías dormido. Le dije que sí, así nos deja tranquilos. Sigo: cuando estábamos cenando, tu papá, como siempre, señaló el cielo y dijo: “Ahí está Papá Noel, ¿no lo ven?” Todos los inocentes mirando el cielo. Yo en estos dos años siempre he mirado para arriba y me hago la que también busco dónde está Papá Noel, y a veces les digo: “¡Ahí, ahí está el trineo! ¡Ahí se ve una barba blanca!” Y me da risa porque casi se les tuerce el cuello de buscar lo que señalo. Pero este año no tuve ganas de mirar. Mientras todos levantaban la cabeza, yo seguía comiendo el pollo y me servía coca–cola. Quería que me preguntaran por qué no miraba para decirles: “Es que no existe”. Pero nadie me preguntó.

A las doce, como todos los años, tu mamá se fue a ver si Papá Noel había dejado ya los regalos Volvió con la misma cara de felicidad que pone cuando las tortas fritas le salen perfectas y dijo: “¡No se imaginan! Lo acabo de ver. Papá Noel está en el comedor. Vamos a verlo, pero shh, hay que caminar muy lento y sin hacer ruido, despacio, despacioun pasoahora otro” Ay, mirá que hay que ser muy triquismiqui para creerse esa mentira de que Papá Noel está en el comedor. Pero ahí iban todos en fila poniendo primero el pie derecho, después el izquierdo, de repente parar que se escucha un ruidoshhhhahora a seguiry así Pobres.

Alfre, ¿te dormiste? Bueno, te sigo contando igual, porque ahora viene lo mejor. Mientras más cerca estábamos del comedor más oscuro estaba todo. Sólo se veían las luces del pino de navidad. Tu mamá nos hizo entrar sin hablar y ponernos todos muy juntitos como cuando nos sacamos fotos y yo, que lo único que me interesaba era el regalo, estaba a punto de decir “¡Dale tía!” cuando ella encendió la luz y vimos a un señor gordo, vestido de rojo, con barba blanca, flexionado sobre una bolsa, sacando un regalo, justo enfrente del pino de navidad, que tu mamá siempre decora con algodón como si fuera nieve que yo no sé por qué hace eso porque acá nunca nieva en Navidad. Pero te estaba contando del hombre este: nos miró primero asustado y después nos sonrió con una cara de bueno el pobre. Yo lo primero que pensé es que tu papá o el mío o el tío Kako se habían disfrazado y corrí al patio. Pero no: ellos estaban hablando no sé qué de política y comiendo turrones; mi mamá y la tía Raquel hablaban de cosas de maestras; la abuela sacaba las cosas de la mesa. Entonces volví adentro porque pensé que a lo mejor había sido mi imaginación. Pero ahí estaba este hombre gordo, tan parecido a Papá Noel, con Iris, Mariana y Laura que le tiraban del traje rojo; Jimena que estiraba los brazos para que la alzara; Jorge, Sergio y Carlitos abriendo desesperados sus paquetes.

Yo me quedé un poco más lejos sin hacer ni decir nada y la abuela me alcanzó mi regalo. Lo abrí mientras miraba al gordo de reojo. Era un Scrabble. Me fui pegando a la pared sin desprender mi mirada de este señor, abrazada a mi juego, con una sensación como cuando el profe de tenis me tira la pelota y yo no sé si va a ir a la izquierda o a la derecha. ¿Me entendés?

Mientras tanto, tu mamá y la tía Raquel intentaban calmar a tu hermana y a Mariana que lloraban por no sé qué; mi mamá y el tío Kako hacían dormir a Laura y Jimena; tu papá y el mío jugaban a la guerra con los varones. Y justo cuando Carlitos gritó “¡Fuego!”, este señor se sentó al lado mío. Buscó letras entre las fichas y escribió en el tablero: SECRETO. Y me dijo:“¿Sabes una cosa? En unos dos años, más o menos, a todosellos les van a decir que yo no existo. Pero tú y yo sabremos laverdad, ¿no?” Yo sentí como 100 o 150 hormigas que mecaminaban por el corazón. Me mordí el labio de abajo. Él meguiñó el ojo derecho, que desde ya te voy diciendo que es elmás difícil de guiñar. Y entonces ¡ufa, ya voy! Ay, Alfre, mellaman a comer. Después sigo, pero vos, shhh, no digas nada,¿eh? Que es un secreto.

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