Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Releyendo a Luis Fayad

Aún recuerdo el revuelo que se armó en 1978 cuando un escritor bogotano de nombre Luis Fayad, a la edad de Cristo, con 33 años, publicó en Madrid una novela titulada Los parientes de Ester. ¡Por fin adiós al realismo mágico, por fin alguien que recogía la antorcha de Juan Carlos Onetti y nos metía de lleno en el realismo urbano, en la auténtica y cenicienta realidad de las megalópolis de América Latina!

Luego, habrían de transcurrir trece años hasta que hiciese su aparición, en Santafé de Bogotá, su segunda novela, Compañeros de viaje, que pasó sin pena ni gloria, algo injustamente a mi parecer. Entretanto, alrededor de 1985, conocí a Luis Fayad en Berlín: allí le trajo una beca y allí se quedó y allí sigue, con su esposa Charo, y sus tres hijos, Darío, Delia y Diego. Nos hicimos entrañables amigos, y estamos en una comunicación constante, incluyendo visitas nuestras a Berlín, donde hemos gozado la hospitalidad de los Fayad.

Luis Fayad es todo lo contrario del autor de diseño que quieren las editoriales al uso. El escribe a su ritmo, y termina sus libros con independencia de compromisos temporales urgidos por el pago de un anticipo…, que así le luce el pelo a la literatura en lengua española de nuestros días.

Nueve años le llevó escribir su tercera novela, titulada La caída de los puntos cardinales. En ella, Fayad se atrevió a reconstruir los destinos de seis jóvenes libaneses que emigraron a América, concretamente a Colombia, a finales del siglo antepasado, y cómo sus vidas van ensamblando una saga cuyo mayor mérito es que no quiere serlo, nada de culebrones, es una novela donde los distintos hilos de la acción se van trenzando sin prisa pero sin pausa.

Para mí, el mérito principal de este libro consiste en ser una mirada al microscopio del caldo de cultivo que es la comunidad humana, una especie de levantar acta de la vaciedad que en el fondo es la vida. Quiero decir con ésto que si se toma un hecho histórico y se lo relata en sus grandes rasgos, y recurriendo al lenguaje heroico, sale un himno, o en el caso contrario una elegía. Pero si se aplica el microscopio, si  se descompone el mismo hecho en todos los actos minúsculos que unidos lo producen, o lo son, uno se da cuenta de que no hay proeza que resista semejante escrutinio.

Aún más: uno constata, quizás, que la gran hazaña es en verdad la vida banal, trivial, cotidiana, el día a día. Es muy difícil conseguir reflejar ésto por medio de un relato que al mismo tiempo apasione leerlo, y Luis Fayad lo logró en Los parientes de Ester y lo volvió a lograr aquí en La caída de los puntos cardinales . La muerte de Madam Margot evoca, por su sencillez, por su consciente ausencia de drama, los mejores momentos de Knut Hamsun en Bendición de la tierra, y la única escena erótica del libro está contada con una castidad reconfortante que vuelve nauseabundos los excesos orgasmásticos donde sus colegas latinoamericanos defienden el último bastión de su machismo (la sublimación literaria), y donde sus colegas mujeres quieren demostrar lo desinhibidas que son: en el fondo no escriben nada más que pornografía soft, y basta.

Quienes me conocen bien saben que cuando reseño un libro se me importa un bledo de si  el autor es amigo mío o ni siquiera lo conozco, lo que  en el interín ya me ha costado un par de amistades. Quienes me conocen bien saben que si elogio algún libro es porque me he tomado el trabajo de leerlo, y de seguir leyéndolo incluso cuando flaquea, y todos flaquean: hasta Cervantes, hasta Dostoievski, hasta el mismísimo lucero del alba, como bien dicen los gitanos. Este libro del que hoy les hablo vale la pena leerlo hasta la última frase. Aunque sólo sea para descubrir en ella un sentido del amor que en El amor en los tiempos del cólera es poco más que literatura, y aquí la vida misma.

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