Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

El fútbol y la poesía

Cuando en España, y también en América Latina, se habla de fútbol y de poesía, resulta casi inevitable mencionar, y hasta recitar, aquél archifamoso ditirambo a Platko, el arquero húngaro del Barcelona, del Barça de 1928, que quién sabe por qué despertó la admiración de Rafael Alberti. Que yo sepa, recuerde o haya visto, no existe ninguna antología del gran gaditano donde no figure su poema «Platko». Razón de más para no citarlo ni transcribirlo aquí, es de sobra conocido.

Pero como en estas vísperas del Campeonato Mundial de Fútbol no quisiera pasar por alto el tema de los poetas que han llevado el fútbol hasta sus versos, les propongo para empezar un poema del que no conozco el título, sólo sé que es de la peruana Blanca Varela y que lo descubrí en las gratas páginas de El Malpensante:

Dice así :

                                          Juega con la tierra
                                          Como con una pelota
                                          Báilala, estréllala, reviéntala
                                          No es sino eso la tierra
                                          Tú en el jardín
                                          Mi guardavallas,
                                          Mi espantapájaros,
                                          Mi Atila, mi niño
                                          La tierra entre tus pies
                                          Gira como nunca
                                          Prodigiosamente bella

Ahora quisiera pasar a Alemania, donde el Premio Nobel de Literatura Günter Grass se confiesa hincha del equipo de Friburgo, y hasta ha leído fragmentos de su obra en el estadio del club de sus amores, para un público que se cuenta entre los más simpáticos del país. De Günter Grass tengo registrado en mis archivos un breve poema dedicado al deporte rey. Según mi traducción dice lo siguiente:

                                             Estadio nocturno

                                Lentamente ascendió el balón en el cielo.
                                Entonces se vio que estaban llenas las tribunas.
                                Habían dejado solo al poeta bajo el arco,
                                Pero el árbitro pitó: Fuera de juego.

He dejado conscientemente para el final de mi trío de ases un soneto que Vinicius de Moraes, el fabuloso creador brasileño, le dedicó a Garrincha. Porque ¿cómo sería posible que los poetas brasileños no se hubiesen ocupado del fútbol, cuando el fútbol brasileño, al menos hasta 1970, era poesía?  Y teniendo además como inspiración a nadie menos que Garrincha.

Fíjense que hay una delantera de aquellas clásicas, con cinco atacantes, que es la que Brasil alineó en el Mundial del 58, en Suecia, la primera vez que se proclamaron campeones, y que es de por sí pura poesía escuchar el recitado de sus nombres: Garrincha, Didí, Vavá, Pelé y Zagallo. ¡Qué genial intuición debe haber sido esa de arropar los tres bisílabos agudos (Didí, Vavá, Pelé) con dos trisílabos graves (Garrincha, Zagallo)!  De esos cinco mosqueteros, sólo Pelé perdura en la memoria gruyère del público, en todo el mundo, porque fue el que mejor supo administrar       –esa es la palabra exacta– su talento. Pero Garrincha sí sigue vivo en la memoria de los brasileños.

Quizás porque supo cómo desperdiciar su talento. No importa. Habla mucho en favor de Pelé que alguna vez haya dicho: «Sin Garrincha, yo nunca hubiera sido tricampeón del mundo». Y es que el ángel de las piernas tuertas, como lo definió para siempre Vinicius de Moraes, era en verdad el genio, esa cosa que –con la posible excepción de Goethe– no es posible administrar. Pero basta de bla bla bla y lean ustedes el preciosísimo dribbling verbal que Vinicius le dedicó a Mané, Mané  Garrincha:

                                   El ángel de las piernas tuertas

                                 A un pase de Didí, Garrincha avanza
                                 con el cuero a los pies, el ojo atento,
                                 dribla una vez, y dos, luego descansa
                                 cual si midiera el riesgo del momento.

                                 Tiene el presentimiento, y va y se lanza
                                  más rápido que el propio pensamiento,
                                  dribla dos veces más, la bola danza
                                  feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!

                                  En éxtasis, la multitud contrita,
                                  en un acto de muerte se alza y grita
                                  en unísono canto de esperanza.

                                  Garrincha, el ángel, oye y asiente: ¡goooool!
                                  Es pura imagen: la G chuta la O
                                  dentro del arco, la L. ¡Es pura danza!

Ojalá mi traducción les haya traído aunque sólo sea un leve rastro del aroma de Maracaná durante un clásico cuyo solo enunciado también es un poema, de un solo verso heptasílabo: Flamengo–Botafogo.

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