Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

El banquete del Nobel

10 de diciembre. Estocolmo. Palacio Municipal. Sala Azul. Pocas horas antes se han entregado en el Palacio de Bellas Artes de la capital sueca los Premios Nobel de Física, Química, Medicina, Literatura y ¿cómo se llama esa disciplina de la que nadie, nadie, ni siquiera los supuestos especialistas, sabe nada de nada a no ser a posteriori? ¡ah, sí, Economía! Pues bien: tras la ceremonia, el banquete. ¿Y no tendrían ustedes curiosidad por saber lo que van a comer los 1.348 invitados a ese ágape presidido por la pareja felizmente reinante?

(Queridos Patricia y Mario, si me leyeran ustedes por casualidad hoy en pantalla, presten atención a lo que les programen en el cronograma, que incluye el menú, no vaya a ser que éste incluya a su vez especialidades a las que sean alérgicos. Avisen en tal caso, desde ya, al puntilloso protocolo sueco. Pero cerremos el inciso).

He aquí único menú del que tengo registro, el del banquete de 1994, cuando la Academia Sueca se equivocó y le otorgó merecidamente el Nobel de Literatura al gran escritor japonés Kenzaburo Oé, pero estoy convencido de que las variaciones con el menú de 2010 no serán ni tantas ni tan relevantes :

De entrada, una terrina de alcachofas con salmón ahumado y langosta. Como plato principal, pechuga de pichón con unas salsas y unas guarniciones de las de chuparse los dedos, aun cuando claro está que la etiqueta lo prohibe en este caso. Por último, el postre: helado coronado con un penacho de algodón de azúcar del color de la vida en la vieja y bella canción de Edith Piaf, es decir: rosa.

¿Se les hace la boca H2O, estimados lectores?  Pues añádanle un traguito de güisqui para celebrarlo, porque la Oficina de Turismo del Municipio de Estocolmo les ofrece la posibilidad de comer el menú Nobel, a lo largo de todo el año, en el acreditado restaurante de sus sótanos, al precio de unos 110 dólares per capita… eh, perdón: per stomachus.

Desde luego, los invitados del 10 de diciembre corren por cuenta de la Fundación Nobel: la dinamita permite semejantes gastos. Pero se lo crean ustedes o no, miles y miles de japoneses hicieron ya la experiencia del menú Nobel, a partir del glorioso día en que el rey sueco le entregó su galardón a Kenzaburo Oé: está documentado que 30.500 de sus compatriotas volaron desde diciembre de 1994 a diciembre de 1999, de Copenhague a Estocolmo, tan sólo para disfrutar de semejante ágape, y se devolvieron ipso fuckto a continuar fusilando con sus polaroids a la indefensa sirenita del puerto de la capital danesa.

Se me ocurre la idea de que, habiéndose vuelto a equivocar gloriosamente la Academia Sueca este año, al adjudicarle su Premio de un modo muy merecido a Mario Vargas Llosa, y siendo la primera vez que se le concede a un escritor peruano, ¿por qué no sustituir la aburrida terrina de alcachofas, Delikatesse de tan laborioso condumio, por un exquisito chupe de camarones?

En cualquier caso, Patricia y Mario, enhorabuena y que les aproveche.

**************************************************

Comentarios