Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

La radio en la literatura (2)

Al celebrarse hoy el Día Mundial de la Radio decido rescatar de mis archivos el texto de una crónica para HJCK en el año 1999, y en la cual volví a ocuparme de un tema que desde el día que lo descubrí siempre he perseguido con tenacidad: la presencia de la Radio en la Literatura. Concretamente en la latinoamericana, pero en aquella mi lejana crónica hice referencia a la presencia de la Radio en la Literatura alemana.

Expliqué entonces cómo la fiebre milenarista hizo estragos donde uno menos se lo imagina, incluso en las seriecísimas páginas del semanario hamburgués Die Zeit, que pasa por ser, e incluso lo es, el mejor semanario que se edita en lengua alemana. Allá por febrero, el de 1999, comenzaron a aparecer en él los artículos de una serie titulada Me acuerdo de, en el que destacadas personalidades de la vida pública evocarían «recuerdos del siglo, recuerdos de encuentros, escenas, ruidos, olores, miedos, momentos de alegría, de los que se compone la imagen del siglo». Tal era el propósito de la serie, iniciada con el aporte de Carola Stern.

Carola Stern era (entretanto ya ha muerto) una de las cumbres indiscutibles del periodismo radial y escrito en este país. Además, una excelente escritora. Su nombre verdadero fue Erika Assmus, y si eligió un pseudónimo judío tras la guerra, no fue sólo para purgar, por así decirlo, el pecado de haber pertenecido a las Juventudes Hitlerianas, sino sobre todo para marcar distancias y asumir solidaridad. Y por cierto que en esta evocación publicada en Die Zeit, Carola Stern alias Erika Assmus, recuerda con mucha gracia y punzante ironía:

Me acuerdo del momento, en 1953, cuando decidí escribir bajo el nombre de Carola Stern. En Berlín, los colegas decían que había dos mujeres que entendían algo de lo que eran la RDA y el partido comunista de la RDA. Una se llama Erika Assmus y la otra Carola Stern. Pero la Stern es mejor

Exactamente igual que si dijésemos que «acerca de Claudine han escrito Sidonie Gabrielle y Colette, pero Colette es mejor». Y en fin, reincidiendo en nuestro tema de la Radio en la Literatura, la evocación de Carola Stern se iniciaba con este párrafo:

Me acuerdo de mi abuela, mi abuela Schwandt, paralítica, con el pequeño aparato de radio color marrón al lado de la cama, los auriculares puestos para escuchar los domingos el oficio divino en la catedral de Berlín. Abuelita, le prometí, cuando sea mayor ¡predicaré para tí en la radio! Hazlo, hija mía, dijo la abuela Schwandt.

Y entre los últimos recuerdos de su evocación, Carola Stern mencionaba el nombre de Gustav Heinemann, el tercer presidente de la República Federal, a quien siempre recordaremos como una de las figuras más íntegras y entrañables de la mejor Alemania: alguien que se puso enfermo, diplomáticamente, para no tener que acompañar al emperador japonés Hiro Hito, al que consideraba un criminal de guerra, cuando el Tenno visitó oficialmente este país y lo llevaron a resucitar su sueño juvenil de viajar en barco por el Rhin. Dijo Carola Stern:

Me acuerdo de mi amigo Gustav Heinemann. «Cuenta otra vez cómo fue que te metiste en esta profesión. Vamos, ya lo sabes, lo de la abuela Schwandt y su aparato de radio»

La Radio y la Literatura. Casi casi una historia que también podría ser la de las mil y una noches.

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