Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Aforismos de Karl Kraus

Karl Kraus fue una de las plumas más sabias y más venenosas de la literatura universal. Así, por ejemplo, demolería de un suavísimo gancho a la mandíbula la estatua del intocable Hugo von Hoffmannsthal, definiendo sus obras como “flores artificiales que se mustian…n a t u r a l m e n t e”.

Ese Karl Kraus, austríaco, que recién cumplidos los 25 años, en 1899, fundó la revista cultural «Die Fackel» (La antorcha), que dirigió hasta su muerte en 1936, siendo su único redactor a partir de noviembre de 1911, esto es: durante nada menos que un cuarto de siglo. El volumen total de la publicación son 23.000 páginas en un alemán de lujo y tan temible y temido como la mordedura de una cobra.

Tengo a la mano un preciosísimo tomo que recoge un par de centenares de aforismos de Karl Kraus, espigados de entre esas miles de páginas que escribió, y ahora que Twitter lo anda poniendo de moda entre los internautas, quiero traducirles al azar una veintena de ellos.

“Para ser perfecta sólo le faltaba un defecto”.

“La erótica consiste en la superación de obstáculos. El más atractivo y popular obstáculo es la moral”.

“No importa tan sólo el aspecto exterior de una mujer. También su ropa interior es importante”.

“El superhombre es un ideal prematuro, porque presupone al hombre”.

“Eso de que todos somos seres humanos no es una disculpa, es una presunción”.

“Las conversaciones de los peluqueros son la prueba irrefutable de que las cabezas existen a causa de los cabellos”.

“La democracia divide a los seres humanos en laboriosos y haraganes. No fue pensada para  quienes carecen de tiempo para trabajar”.

“El secreto de los agitadores es hacerse tan tontos como sus oyentes para que estos crean que son tan listos como él”.

“El deseo femenino al lado del masculino es como una epopeya junto a un epigrama”.

“Hay escritores que son capaces de expresar en veinte páginas aquello para lo cual hay veces que yo necesito hasta dos líneas”.

“Mi idioma es la puta de todos, a la cual convierto en virgen”.

“En el arte no se trata de echar mano a los huevos y el aceite, sino de tener fuego y sartén”.

“El diablo es un optimista si cree que puede hacer al ser humano peor de lo que es”.

“El bibliófilo tiene con la literatura aproximadamente la misma relación que el filatelista con la geografía”.

“Una de las enfermedades más difundidas es el diagnóstico”.

“La literatura de hoy son recetas escritas por los pacientes”.

“El psicoanálisis es la enfermedad que cree ser su terapia”.

“El francés todavía no se ha alejado tanto de su superficie como el alemán de su profundidad”.

Hasta aquí van dieciocho perlas elegidas en el criadero inagotable de la obra de Karl Kraus, quien como buen austríaco y vienés empedernido es lógico que no podía dejar de dirigir alguna que otra flecha –con la punta embebida en curare– contra los alemanes y de paso contra Berlín. Vean ésta: “Puedo demostrar que [los alemanes] son un pueblo de poetas y pensadores. Poseo un tomo de papel higiénico, editado en Berlín, y en el que cada hoja contiene una cita de un clásico adecuada a la situación”.

¿Qué les pareció?  En otras ocasiones, el aforismo es casi un haiku, por ejemplo éste: “Afilo mi enemigo a la medida de mi flecha”.

Y por último, y para rematar este castillo de fuegos artificiales con un cohete divertido, les traduzco uno de los que más me gustan: “Ella se dijo: Acostarme con él, sí…¡pero nada de intimidades!”. (Me gusta tanto que lo puse como epígrafe al cuento mío que más me gusta).

¡Ay, cuánta envidia me da leer a Karl Kraus, pero cuánto placer también!  Ojalá les haya transmitido ese sentimiento, y con esta esperanza pongo fin a mi post de hoy.

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