Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Adiós a «¡Buenos días, América!»

El 31 de diciembre de 1999 terminaron las emisiones vía satélite, en español, de la Radio Deutsche Welle, la BBC alemana. En sus redacciones en nuestro idioma me desempeñé a partir de enero 1965 y mi voz fue la última que se oyó a través de sus micrófonos, cuando presenté y despedí la última edición del informativo diario en vivo, de ½ hora de duración, llamado “¡Buenos días, América!”, un informativo del que fui su conductor principal, unas 120 semanas de las 260 que duró, puesto que lo iniciamos en enero de 1995.

Por lo que a mí respecta, son muchos los momentos hermosos vividos en  esa emisora y, desde luego, con el equipo del informativo “¡Buenos días, América!” Mucho más cuando no fui su protagonista, cuando tan sólo me alegré con la alegría de los otros al conseguir algo que parecía imposible. Por ejemplo, en agosto 1998, contactar con alguien que hablase castellano en Nairobi momentos después del atentado contra la embajada estadunidense, del que nos habíamos enterado segundos antes de comenzar nuestra transmisión. Recuerdo el estallido de júbilo en el estudio cuando nuestra productora, Ana Lorena, gritó: «¡Tenemos a alguien!», y cómo nos abrazamos y reímos contentos de haber dado una vez más en el clavo.

Otras veces he sido protagonista pasivo, como cuando un día domingo (en que las emisiones estaban un 75% pregrabadas) mi colega mexicana Claudia Herrera anunció al redactor de temas económicos y el técnico se equivocó y calzó mi cuña con la información deportiva. Claudia salió del paso, luego, con esta observación que, aunque no se lo crean, se la agradecí con toda mi alma: «Ricardo tenía tantas ganas de hablar que le quitó la palabra a nuestro redactor de temas económicos». ¡Salvó el programa!

Desde el punto de vista emocional lo que mejor recuerdo, sin fecha, pero debió ser en 1998, fue un día en que estábamos transmitiendo el programa, como siempre en vivo, y de pronto, cuando me iban a dar micrófono de nuevo, miré el reloj del estudio y recordé una noticia que había leído esa mañana, antes de la reunión de pauta, y que me dejó profundamente dolido. Y para sorpresa de todos, incluso mía, cuando tuve el micrófono abierto dije que habían pasado 12’ desde que comenzó la emisión y que ese era el tiempo que había durado ayer la agonía de un condenado a muerte en los Estados Unidos. Que dedujeran de ello el horror que significaba la ejecución de la pena capital e irreversible. Y pasé a anunciar el siguiente ítem del informativo. Emilia Rojas, la locutora chilena de las noticias, sentada frente a mí, me arrrebató soprendida el manuscrito de la moderación y comprobó que no se había equivocado, que aquellas palabras no estaban en el texto, que yo acababa de improvisar lo que había dicho. Todos, hasta yo, nos quedamos mudos para describir aquello. Todavía hoy, al recordarlo, siento un escalofrío.

De todos modos, creo que el momento más tristemente estelar que me tocó vivir fue el 16 de octubre de 1999, en que yo conducía el informativo y sabía que mientras discurría el programa se estaba decidiendo si nuestro servicio iba a continuar en antena o no. De repente, a pocos minutos del cierre de la emisión, un carraspeo por los auriculares, miro hacia la consola de control, y la productora, Teresa Coll, también ella se quedó sin palabras en ese momento, tan sólo me hizo un gesto sin remedio, con el pulgar hacia abajo.

Tengo muy presente lo que recordé pocos segundos antes de que me volviesen a dar micrófono y despidiese la emisión anunciando que el 31 de diciembre íbamos a desaparecer de los cuadrantes y los satélites, un anuncio que habíamos preparado en la reunión de pauta, con la esperanza de no tener que hacer uso de él. Lo que recordé fue la frase de Fouché, en 1804, al enterarse de que Napoleón había ordenado fusilar a Louis–Antoine–Henri de Bourbon, duque de Enghien. Dijo Fouché: «Es mucho peor que un crimen, es un error». Y estuve tentado de decírselo a nuestros oyentes, pero me lo callé alimentando esa vez la esperanza de que la decisión fuese reversible.

Que no lo fuera lo demuestra la despedida del informativo en un día tan señalado como el último de 1999. Ahora sí lo puedo decir con todas sus letras: fue un error. La historia reciente de Alemania nos enseña que ha aprendido de algunos de ellos. Ojalá también de éste.

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