Conversar, Sentir y Pensar.... Desde el SUR

Publicado el Jair Montoya Toro

Quizás ya nada vuelva a ser como antes, al menos para él

Tener la agenda en el correo, que esta se sincronice con el teléfono, que además interactúe con las del jefe, la secretaria y la familia; todo esto es de fantástica utilidad;  se reciben indicaciones de lugares, horas, actividades y el sujeto de manera juiciosa las sigue; nunca había sido tan fácil programar el tiempo; tampoco nunca el tiempo había sido tan esquivo.

Tiene muchos años de práctica, ha encajado y pertenece al privilegiado mundo de los importantes, de los ocupados; lucha decididamente por permanecer ahí y para lograrlo abandona todo lo inservible de su vida; canjea sus propias e ilusas ideas por las tangibles y claras metas de la firma que paga por sus horas.

Ha aprendido que el tiempo es oro, sabe lo indebido de malgastar sus minutos en actividades que no se relacionen con buenos salarios o jugosas ganancias, se valen las jornadas extenuantes si la promesa es que la voraz caja registradora reciba su alimento.

De vez en cuando duda, se desalienta, pero no sucumbe, recuerda el entrenamiento, se concentra en las metas, dobla el esfuerzo, aplica más tiempo y espera que de ese maquinal vértigo broten los beneficios que tanto anhela.

Sucede lo inesperado, los cuerpos que mueven este aparato social son atacados por una enfermedad que los sustrae de su programado quehacer y los hilos de la agenda con los que se controlaba el día toman rumbos diversos; algunos se relajan, otros se tensan, otros revientan y el sujeto siente que pierde sus amarras, lo invade el desamparo; hace ya demasiado tiempo que su rutina es definida desde afuera, que su propósito es la ganancia; y entonces insiste y trata de hacer videollamadas, teleconferencias, chats, pero todo esto tiene límites; sigue perturbado no sabe como continuar sin instrucciones para cada momento; de tanto entrenarse en la productividad ha perdido la capacidad de elegir por si y para si mismo.

Tímidamente por entre la angustia se asoman destellos de viejos y nuevos sueños, sospecha sentido para su vida más allá de la producción, recuerda que le gusta escuchar su voz cuando canta, que disfruta ver sus propios trazos en el papel, que le anima pensar en voz alta; que en esos momentos se percibe genuino y entonces amenazan con brotar jardineros, artistas, lectores, poetas, cocineros, pensadores, observadores y hasta aquellos que disfrutan del delicioso arte de no hacer nada.

Se entera que tiene tiempo, la temida pausa se torna saludable y creadora; quizás ya nada vuelva a ser como antes, al menos para él.

La juventud de Baco, por william Bouguereau, 1884

@jairmontoyatoro

Más escritos del autor en: http://conversarypensar.blogspot.com/

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