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Para recordar un Festival en el Centro

El pasado domingo 22 de enero finalizó el Festival Centro 2012, organizado por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño. El evento demostró por tercera vez que Bogotá es una plaza ávida de oferta cultural, máxime en una época del año que, como enero, es tan carente de actividades como ésta.

La apuesta del Festival Centro 2012 estuvo enmarcada por el equilibrio en sus propuestas diversas, que fueron del más potente rock alternativo con aires post punk de We Are Scientists hasta los sofisticados y complejos aires andinos del Pacífico, a manos de la Banda de Flautas Chicha y Guarapo, y entre ellos ondas electrónicas, rock indie, percusión del pacífico, ambientes llaneros, cumbia experimental, carrilera y hasta el «chucu-chucu» sesentero de los Golden Boys.

El evento sorprendió con el lleno total de la sala para Monsieur Periné, la joven agrupación bogotana con su apuesta de jazz francés de los 30 en alianza con algo de bolero, cumbia y rock, entre otros, y su puesta en escena emulando viejos uniformes militares. El ibérico Nacho Vegas, por su parte, con su sencilla propuesta de baladas pop, armadas casi todas con la misma armonía, y con letras sencillas y efectivas, arrastró un sorprendente grupo de seguidores que cantaron a rabiar sus temas.

Cinco días parecen mucho para un festival musical, pero esta experiencia de la Alzate basa su éxito en la forma en que se alterna el auditorio de la Fundación con su segundo escenario, al aire libre, ubicado en el patio de la casa y conocido como El Muelle. En uno y otro, la respuesta del público fue efectiva a la multiplicidad de géneros que reinaron en el mismo.

El primer día, basado en el género rock, sorprendió con los santandereanos Benjamín y su curiosa experimentación. Algo de rock progresivo denso alimentado por ambientes folclóricos nacionales. Los ibero-argentinos de Cápsula no dejaron decaer el ánimo en una potente descarga de guitarras, ritmos galopantes y voces intensas que hablan de una de las apuestas más positivas que tuvo el festival. José Fernando Cortés dio una demostración más de su inmenso talento como guitarrista, pero con un repetitivo show de blues rock rítmico. Panorama, desde Medellín, con una propuesta simple (muy Cerati, para nuestro gusto, a pesar de su perfecta ejecución). Carlos Reyes y la Killer Band —country rock citadino en la tradición de este versátil guitarrista— y We Are Scientists, uno de los mejores shows que el Festival ha tenido en su historia, un power trio norteamericano desplegando fuerza, talento, creatividad, canciones potentes, con incansables texturas de guitarras y un vocalista dispuesto a involucrarse indefinidamente entre el público para uno de los temas de su repertorio.

El jueves 19 de enero, segundo día en la jornada del Festival Centro, el pop brilló en sus escenarios, donde Nacho Vegas rompió con cualquier expectativa de respuesta del público. La mexicana Carla Morrison, con su fina voz y canciones con sentimiento y sencillez, dignas de una de las grandes exponentes del cantautorismo femenino azteca (recuérdese a Julieta Venegas, Natalia Lafourcade) fue recibida con gran valoración. Cinemacinco se ganó al público con su carisma y humor, en medio de aires urbanos mezclados con algo de reggae y tropical, mientras que Supervelcro regresó a escena tras siete años de ausencia para adornar la noche con sus complejas atmósferas rock-pop, aún intactas. Y si bien Mágica se antojó fría en el acompañamiento de su banda en la amalgama de pop y aires folclóricos, y Victoria Sur exageradamente experimental (pero siempre con su voz vibrante y comunicativa) es claro que dentro del gran acumulado de exponentes femeninas, lo mejor de ese día correspondió a la rapera chilena Anita Tijoux, en un excelente flow, y una amplio rango sonoro entre delicados R&B y fuertes explosiones de funk muy urbano.

La electrónica fue el protagonista de la tercera jornada. El crecimiento demostrado por la banda paisa Mr Bleat, en una propuesta siempre novedosa y atractiva (electro-pop, funk y rock) dio apertura a una programación que siguió con el DJ argentino El G con aires de electro-cumbia, nada del otro mundo. El carioca Joao Brasil planteó una propuesta «mash up» demasiado simple en lo predictivo en los fragmentos que utilizó, pero que despertó un completo ambiente de rumba en el auditorio.

Atom TM, el excéntrico alemán con sus procesos sonoros calculados, evocó los grandes precursores de la electrónica germana como Kraftwerk (momento vibrante del festival) y las impactantes presentaciones del grupo argentino Tremor, al conjugar matices electrónicos con percusiones autóctonas de su país, y el ya legendario DJ Gabriel Odín, que puso a la gente a bailar en pleno, marcaron un cierre intenso al caer la noche. Espantosa —y valga el término— la presentación de la DJ colombiana radicada en Londres, Isa GT, quien además justificó su mala presentación porque «cuando estoy tocando en los bares ingleses, la gente está tomada».

El cuarto día de este Festival Centro se encaminó por agrupaciones caracterizadas por una mixtura de sonidos en sus propuestas, lideradas por el boom que genera en la actualidad la joven agrupación Monsieur Periné con su rica amalgama de jazz de los 30, algo de bolero y mucha mística en el escenario. La vertiginosa agrupación de rap de Medellín Crew Peligrosos, con una banda compacta, fuerte y penetrante, que los muestra como uno de los artistas con mayor proyección en la actualidad musical de nuestro país. Los ambientes tropicales modernos de Los Pirañas (cumbia sicodélica) y Papaya República, la fiesta increíble generada por los DJ de Freaky Colectivo y el complejo acto de Very Be Careful, norteamericanos, hijos de colombianos , con vallenato en su forma más clásica, contrastaron todos con la pésima propuesta de los argentinos de Fantasma, cumbia barata de medio pelo y un pésimo vocalista líder, en lo que fue el desacierto total del festival.

Para el cierre, con un público totalmente distinto, adultos por excelencia, la programación hizo un viaje delicioso por la música popular y folclórica de nuestro país. Música de carrilera con las legendarias Hermanitas Calle, aires llaneros de impecable calidad e impacto con Sinsonte y Cimarrón, un auténtico cantor del folclor andino pacífico en la impresionante voz del payanés John Jairo Flórez, un auténtico retorno al «chucu-chucu» nacional de los años 60 con los Golden Boys (que tienen en sus filas a sus dos vocalistas originales), de nuevo, un sentido y vivaz encuentro con el folclor andino e indígena del sur occidente colombiano, a cargo de la Banda de Flautas Chicha y Guarapo, y como para seguir tocando el sabor del Pacífico, el cierre del Festival lo hizo una de las mejores agrupaciones musicales actuales en el país, como es Herencia de Timbiquí. Sabor, puro sabor, para un festival que brilló por su amalgama de sonidos.

El Festival Centro —que este año y en una excelente idea de expansión sumó a su programación tres presentaciones de pianistas en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, y un concierto en el auditorio del Centro Colombo Americano— demostró una vez más que la ciudad tiene buen público para una oferta cultural escasa en el primer mes del año. La apuesta, en su tercera salida, deja un buen sabor no sólo en materia musical, gracias a una buena curaduría, sino justamente en la diversidad de públicos que día tras día accedió a los escenarios de la Gilberto Alzate.

Sería bueno que otras entidades culturales, no necesariamente en el renglón de la música, y cuyas sedes se encuentran en la zona, se sumarán en próximas ediciones para darle un valor agregado al evento y mucho más peso a su nombre. Y una apreciación más: el hecho de que el Festival Centro cobre la boletería por la entrada a estos conciertos, son la prueba de que los espectáculos organizados por entidades culturales estatales o distritales (incluyendo, contradictoriamente, a la misma Fundación Gilberto Alzate con su programación regular), ya están en mora de salir, en varios casos, de la moda de la gratuidad, que si bien beneficia a públicos muy populares, desgasta el ejercicio del artista, cuyo trabajo aunque no parezca, pierde un tanto de valoración desde quien hace la simple función de espectador.

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