Cuando la VIDA nos pone en el camino; de una BOGOTA DC de los 2600 mts más cerca de un CIELO color ESPERANZA; a una Comunicadora Social- Periodista, con Maestría en comunicación-Investigación. Apasionada por contar historias con propósito. Una convencida que aún en momentos de sufrimiento, el hombre tiene la libertad de elegir cómo enfrentarlo, por eso se formó como logoterapeuta. Quien ha acompañado a diferentes personas en el proceso de autodescubrirse y descubrir su propósito de vida, a través del coaching. y que encima es mamá de María Guadalupe. Y que le encanta la música de Zbigniew Preisner, salir a caminar y tomar café con sus amigos… y en este caso en nuestro querido CAFÉ LITERARIO…son motivos más que suficientes como para darle un ESPACIO y se nos PRESENTE así…

Y nos TRAIGA este…

Un real Sí a la VIDA…

Hay un refrán africano que dice que “hace falta una aldea para criar un niño”. Y es que, poniendo el refrán en contexto, la crianza y educación de los niños nos implica a todos como sociedad. 

Y pienso en tantas mujeres madres solteras que asumen esta labor sin esa “aldea”. Por un lado, porque los padres de esos niños, por diferentes razones, deciden no estar, pero por otro lado, porque muchas tienen que hacerlo sin una red de apoyo real. No están allí ni sus familias, ni sus amigos, ni sus colegas… ni la sociedad. Y muchas de estas prácticas se normalizan, haciéndole más difícil a una mujer, que decide decir Sí a la vida, su vivencia de la maternidad.

Como mujer, madre y profesional que tiene experiencia propia en el tema, pero que también ha escuchado las experiencias ajenas, me pregunto cómo hacer para que en lo cotidiano esas prácticas culturales, sociales, religiosas y profesionales, no vayan en contravía del mensaje de Sí a la vida. Porque lo real es que no basta con decir Sí a la vida, cuando ese mensaje no está acompañado, en el día a día, con acciones consistentes de apoyo en la familia, en la sociedad, en lo educativo, en lo cultural. 

En nuestro país, Colombia, según cifras del Dane, hay más de 12 millones de mujeres madres solteras. Esto significamás de un 20 por ciento de la población, si tenemos en cuenta la cifra de 53 millones de habitantes. Pero, una cifra es un dato muy frío. Pensemos en María, que es madre soltera y no pudo terminar sus estudios universitarios. Tiene que trabajar en el día y no cuenta con ayuda para cuidar a su hijo. Si bien, existen jardines públicos, la mayoría de estos funcionan en jornadas que no son compatibles con los horarios laborales. En la Universidad no existe ni flexibilidad horaria ni curricular para que María pueda terminar sus estudios, trabajar y cuidar a su hijo, haciendo que en la práctica la vida de una madre soltera esté llena de muchos desafíos que podrían ser fácilmente superables si tanto en lo público como en lo privado se pensara en la realidad de estas mujeres. 

Las cifras son cifras, sin embargo, detrás de éstas hay rostros, vidas humanas, familias a las que les afecta que no existan políticas pensadas en ayudar a conciliar la educación, el trabajo y la familia, para la mayoría de estas mujeres. 

Sigamos pensando en María. Ella necesita comenzar a trabajar por ella y por su bebé. Y cuando emprende esta búsqueda puede encontrarse con distintas variables. Lugares donde por ser madre soltera no es tenida en cuenta en los procesos de selección. En algunos casos, porque se piensa que su rendimiento, productividad y compromiso se puede ver afectado por su labor de madre. En otros, porque de cara a los propósitos organizacionales de las instituciones, hablo aquí de instituciones con carácter religioso, no se ve con buenos ojos que ellas (al ser madres solteras) puedan vivir con coherencia el propósito que la institución reclama. 

Y entonces, como mujer que vivió estos escenarios, me pregunto ¿cómo les hacemos ver a las mujeres-madres que sí hay un camino, que hay Esperanza, si después de tener a sus hijos, las oportunidades de educación o de trabajo son pocas o no son ajustables a sus nuevos retos? También me pregunto cómo desde nuestra fe, podemos acoger y apoyar a estas madres y a sus hijos de una forma consistente y prolongada para que ellas logren salir adelante.

Si ya es difícil la conciliación trabajo y familia en las familias biparentales, compuestas por padres y madres, imaginémonos cómo es la realidad de una mujer sola; la de aquella que no puede conciliar su vida educativa, familiar y laboral. Para poner un ejemplo: ¿Cuántas instituciones en el país, tienen programas para mujeres-madres que quieren terminar sus estudios? Me refiero a planes de éxito académico y flexibilidad curricular. No se trata de crear planes especiales para ellas, pero sí de ajustar los existentes y es que esto también es inclusión. Y ya que hablamos de la importancia de ésta en las instituciones de Educación Superior, debería tenerse presente a esta población.

Sé que existen muy buenas iniciativas en lo pastoral. Sé que hay instituciones religiosas y personas particulares que hacen una gran labor de apoyo a las mujeres madres solteras, sin embargo, la realidad es que también existen desafíos en las instituciones y ámbitos religiosos, como el hecho de que algunas se resistan a hablar de esta realidad y a apoyar en lo educativo y profesional a estas mujeres. El hecho de no nombrar la realidad, no quiere decir que deje de existir.También existen los prejuicios alrededor de quienes crían a sus hijos solas en los escenarios religiosos, haciendo que muchas veces, las mujeres-madres desistan de continuar con su Fe o reconstruir su relación con Dios.

Por todas las razones expuestas, considero que no es suficiente que en el discurso se diga Sí a la vida, cuando en las prácticas existen ambientes adversos para que ese Sí esté lleno de esperanza. No es necesario que nos llamen “berracas” o que en el “Día de la Madre” se haga un discurso de todas las virtudes que poseemos o de la labor que realizamos con el apoyo a veces mínimo que tenemos. Quisiera que en realidad en lo público y privado se pensara en esa conciliación de educación- trabajo y familia teniendo en cuenta que, además, de las mujeres madres solteras, el 44 por ciento de los hogares en Colombia tienen jefatura femenina.

¿Qué significa esto para la sociedad, para el país, para las Iglesias? Significa muchas cosas, pero una muy importante es que debemos pasar del discurso a la acción a la hora de apoyar a las madres que dicen sí a la vida y a las mujeres que son cabezas de hogar. Ojalá muchas empresas estén dispuestas a contratar a mujeres que crían solas a sus hijos, porque sus propósitos organizacionales están de cara a que toda vida importa, a que toda vida vale la pena. Esto no significa, que las contraten per se o sin las competencias que los cargos requieren. Significa, que per se no sean descartadas. 

Ojalá también en las Iglesias y en las comunidades de Fe no se castigue ni se juzgue a la mujer-madre y, por el contrario, se les acoja como lo hizo Jesús con el hijo prodigo. Se les ayude a sanar y sean signos de la misericordia de Dios. Ojalá, las universidades se planteen el tema de la inclusión en lo femenino para que las mujeres-madres que quieren salir adelante, puedan asegurarle a sus hijos mejores oportunidades.

Creo que todos estamos llamados a ser esa “aldea” con pequeños, pero decisivos actos, desde el lugar en donde nos encontramos, que ayuden a una mujer-madre a vivir su maternidad de una manera más propositiva y esperanzadora. Sin el apoyo de todos, será muy difícil que ese Sí  a la vida sea real y que las mujeres y los niños crezcan, se eduquen y tengan mejores oportunidades de vida, en un mundo que nos reclama solidaridad, compasión, sostenibilidad y reducción de brechas de género.”

Un tema SERIO para un momento SERIO de LATINOAMÉRICA… Si a hasta las grandes marcas así las ven…

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