Estimada María Jimena

Considero como un acto de irresponsabilidad periodística haber publicado una carta abierta al presidente de la República señalándolo como adicto, sin tener pruebas fácticas y guiándose por rumores de fuentes que le aseguran que esa es la razón de su ausencia en algunos eventos públicos. El ejercicio periodístico en Colombia no puede seguir consistiendo en exacerbar emociones por medio de presunciones sensacionalistas, ataques moralistas y acusaciones sin fundamento. Las columnas de opinión deben tener un carácter reflexivo y analítico de la realidad, de lo contario se convierten en resúmenes de sentimientos y anhelos delirantes.

Eso dejárselo a los imitadores de periodistas, al amarillismo anquilosado, pero usted que es una de las columnistas más influyentes de este país, escrupulosa en sus análisis y consagrada a la profesión, no le queda bien emitir juicios de valor y generar un debate público contra la figura del presidente por “chismes” de pasillo que pretenden atar algunas decisiones políticas desafortunadas con una adicción.

Concuerdo con los twitt del embajador Roy Barreras y la exministra de salud, Carolina Corcho (él médico y ella psiquiatra), en que la exposición pública que usted realizó, además de violar los derechos de privacidad del presidente, estigmatiza al representante de la institucionalidad en Colombia. Difiero de algunos opinadores que afirman que usted redacto esa columna con el fin de “dar el Golpe de Estado a Petro”; esa no es la intención que en el fondo se lee.

Hay algunos elementos que presenta en la misiva, y que comparto plenamente, pero que por su énfasis en la petición al presidente de que devele su adicción, quedan de soslayo. Cada vez el presidente se está aislando y ausentando del poder en lugar de utilizar las facultades que el pueblo le entregó para ejercer los cambios que necesita Colombia.

Vemos más a un jefe de Estado ávido de una agenda internacional en torno a temas medioambientales y reducción de la deuda, pero en un deambular sigiloso interno, desconectado de la gente y de las problemáticas cotidianas. Un ejemplo es la victoria pírrica que se atribuyó el presidente después de las elecciones locales. No hay lectura más errática que ésta. Seguramente sus subalternos, que están gobernando a su acomodo y amasando poder, cómo usted muy bien señala, le descifran un escenario (que como el presidente manifiesta en X), “muy alejado del relato mediático”. Al Pacto Histórico le falta estructura, está intrincado en la figura personalista de Petro, en debates internos de unidad y eso fue el fiel reflejo de las elecciones locales. Una jornada electoral en las que las élites regionales le hicieron saber al presidente -en un lenguaje altisonante- que ellos mandan en las ciudades más densamente pobladas y en los departamentos del centro del país, y que no la tendrá fácil en lo que le queda de gobierno.

Aunque queda bastante tiempo de “Gobierno del Cambio”, las cábalas politológicas no dan mucha esperanza en la continuidad del proyecto del Pacto Histórico y vaticinan su pronto suicidio. Uno de los errores más desconcertantes y que usted, María Jimena, deja ver en su columna, es la falta de una estrategia comunicativa asertiva por parte del presidente. Un jefe de estado que se pronuncia a través de trinos, algunos agudos y críticos, otros mal escritos y punzantes, son las formas que han tomado líderes totalitarios del continente como Nayib Bukele y Donal Trump. Todos sabemos que los medios de comunicación tienen intereses económicos tras bambalinas, pero entrar en una negación total de los mismos es riesgoso para cualquier democracia.

Maria Jimena, su trabajo como periodista y formadora de opinión ha incidido en la construcción de la democracia en Colombia. Sin embargo, columnas como la publicada en Cambio ayer, dejan mal parado al gremio e incitan a discursos amparados en la impulsividad, las suposiciones y los enigmas.

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