Ventiundedos

Publicado el Andrey Porras Montejo

“Yo me muero como viví”: gracias don Ovidio (Eutanasia)

El cerebro de la humanidad ha sido un almacén de trastos viejos. Ideas anquilosadas han ocupado un espacio preponderante, y como defensa, han constituido el miedo como forma de permanencia. Sin embargo, cuando la evolución ocurre inevitablemente y nuevos territorios  recorren ese infinito que se llama pensamiento humano, pareciera descubrirse que el monstruo no era tan grande y lo que estaba oculto, a la luz, era significativo.

Esa parece ser la enseñanza de la aprobación definitiva de la eutanasia para el padre de El Matador, caricaturista del periódico El Tiempo. El padecimiento que sufría don Ovidio no solo se manifestaba en la destrucción de su cara, sino en la prolongada agonía que supone una enfermedad como el cáncer: centenares de familias pueden narrar el sufrimiento causado por la batalla contra una enfermedad que puebla todos los espacios, y a cuenta gotas, da esperanzas de vida, para luego aniquilarlas fulminantemente (no es una redundancia) en menos de dos meses.

Visto desde la perspectiva del paciente, la cuestión no puede solo involucrar el que se tengan o no algunas funciones vitales activas o que el paciente pueda moverse o valerse por sí solo, argumentos del tanatólogo que frenó, en un primero momento, la eutanasia de don Ovidio. Con qué fin es necesario esperar hasta el último momento, cuando muchas familias son ejemplos vivos de que los procedimientos de la medicina tradicional son terriblemente invasivos, generan una buena cantidad de efectos colaterales, tanto así como para hacerle pensar al enfermo que es mejor desistir de la esperanza de curarse y acelerar el proceso de su final. Suena cruel, puede estar o no de acuerdo con algunos valores éticos o religiosos, pero es una manera de enfrentar el miedo a la muerte, o dicho con un eufemismo, es una preparación para la muerte.

Y es que esa monstruosidad vestida de negro y retratada de forma macabra por todas las culturas, hará estragos en la conciencia del ser humano mientras dure su existencia, por lo que evolucionar en ese tema  sería, al menos, enfrentar una de las tantas caras que posee: las enfermedades terminales. Por esta razón, tener los días contados, poder hacer una ceremonia íntima de despedida, con las palabras indicadas, bajo la calma precisa, en compañía de los seres más cercanos, con el sentimiento en los ojos… resulta ser mirarla a los ojos, y sin miedo, como comprendiendo el significado de los estertores, entregársele en sus brazos.

Por otra parte, visto desde la perspectiva de los parientes o cercanos a la persona en fase terminal, la eutanasia es la oportunidad para sentarse y enfrentar la vida, la vida de quien, bajo su voluntad, desea irse, con toda la fuerza  de su verdad (aciertos, rabias, desilusiones, alegrías, nostalgias, desesperos, fracasos, triunfos, mentiras, insatisfacciones, traiciones, lealtades, recuerdos, etc…), y con todo el peso de su recorrido (ciudades, personas, instituciones, lugares, construcciones, viajes, etc…). La eutanasia para los familiares y cercanos es el primer paso del desprendimiento y la forma como, en silencio, se le dice el primer adiós a quien se ama.

En síntesis,para quien desea morir, la eutanasia es una manera de prepararse para la muerte, y para quien está cerca del enfermo, es una manera de asumir la vida del que parte; hermosa paradoja que celebra la naturaleza del ser humano.

Mientras escribo estas palabras, muy seguramente, don Ovidio González, el único colombiano a quien la muerte le incumplió la cita, descansa ya de su dolor, y las personas que lo amaron podrán llenar su cerebro con la imagen de su rostro intacto: todo ello gracias a que se quitaron la idea de que los asuntos de la vida son solo relevantes para quien la otorga, no, también son relevantes, muy relevantes, para quien la padece o sufre en carne propia.

En alguna de las canciones famosas de la trova cubana se encuentra la siguiente frase “yo me muero como viví”, antítesis impecable de lo que significaría la muerte para quien decide estar a favor de la eutanasia. Aunque las palabras no gritan: ¡gracias Don Ovidio!

@exaudiocerro

El ojo de Dios
Amanecer en Tocancipá.

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