Esta entrevista se publicó en eldiarioalternativo.com

Le comenté entonces (a Villamizar) que había encontrado ese memorando de 1987 donde los citaban a él y a la firma KPI y que los honorarios del contrato ascendían a 535.000 dólares. En ese momento el doctor Villamizar me dijo: ¿Rafi Eitan?
Si el presidente se refugia en el secreto como los carteles del narcotráfico, la culpa no es de los periodistas, que en cambio sí tienen la obligación de revelar lo que otros buscan mantener oculto
Redacción
El DIARIO ALTERNATIVO

¿Cuál fue el origen de la investigación misma, y qué te hizo pensar que el tema bien valía la pena dedicarle el tiempo y la experticia tuyos? ¿Fue una fuente humana confiable o un hecho que apareció al azar en medio de una conversación? ¿Tal vez un documento?
El origen de la investigación fue el encuentro con una fuente. Una fuente confiable, a la que conocía de tiempo atrás. Creo que la fuente se demoró años en contarme la historia porque quería conocerme mejor. No fue una información que yo estaba buscando. La fuente me confió la información.
¿Qué definió empezar el trabajo?
La naturaleza explosiva de la información. Cuando a uno le cuentan que el presidente Virgilio Barco citó a una reunión en la Casa de Nariño poco después de su posesión en 1986 y que dio instrucciones para que viniera al país “mi amigo Rafi Eitan” para realizar un estudio sobre cómo acabar con la guerrilla y que Barco dijo que Ecopetrol debía pagar los gastos del estudio, esa información contenía varias bombas atómicas.
Una, la presencia en Colombia de Rafi Eitan que todo el mundo conoce como el autor de la captura de Adolf Eichmann, el único caso en que Israel capturó y luego juzgó a un asesino nazi. Dos, que Barco hablara de Eitan como su amigo. Ahí ya había dos primicias fabulosas. Tres, el tipo de trabajo que debía realizar Eitan. ¿Quién se imaginaba que Barco fuera tan primitivo y elemental como para creer que alguien pudiera dar un dictamen de cómo acabar con la guerrilla?
Yo conocía muy bien a Gurropín (Gustavo Rojas Pinilla, 1953-1957) porque con mi esposa (la periodista y escritora) Silvia Galvis escribimos El Jefe Supremo y lo que le queda a uno después de leer miles de documentos nacionales e internacionales sobre Rojas Pinilla es que se trataba de un hombre elemental. Elemental es una palabra emparentada con bruto. Elemental porque Rojas Pinilla fue un tipo de reacciones primarias. Pero Virgilio Barco supuestamente era egresado del MIT (Massachusetts Institute of Technology). Nadie se imaginaría que pudiera creer que un experto extranjero tuviera la fórmula para acabar con la guerrilla.
En cuarto lugar, que Ecopetrol debía pagar los honorarios de Rafi Eitan.
Esto no me sorprendió mucho porque hace años descubrí que en 1957 Ecopetrol pagó 12.000 dólares por las alfombras que necesitaba la Presidencia de la República para el Palacio de San Carlos. Lo descubrí al revisar las actas de junta directiva de Ecopetrol a raíz de un libro que escribió uno de los primeros ingenieros que contrató Ecopetrol, el cual sostenía que Julio César Turbay Ayala le había robado un lote en El Chicó, que a él verbalmente le habían prometido como bonificación de Ecopetrol a sus ingenieros. Buscando en actas alguna referencia a esa donación, que no encontré, fue que me topé con el pago de las alfombras.
Pero lo más sustancioso de la información era la segunda reunión.
En la primera estuvieron Barco, Germán Montoya, secretario general de la Presidencia, y la fuente. Eitan vino a Colombia, pasó meses recorriendo el país y luego formuló una recomendación. La explicó Barco en la segunda reunión, ante Montoya, un alto mando militar y la fuente. Eitan recomendó liquidar la Unión Patriótica. Barco dijo que Eitan realizaría la misión y que Ecopetrol le debería pagar el segundo contrato. El mando militar dijo que renunciaría en ese caso pues la recomendación debía realizarla el Ejército. Barco aceptó y concluyó entonces la misión de Eitan.
Había que empezar por probar si Eitan había venido al país. No parecía fácil pero había que intentar conseguir pruebas.
En 27 cajas y un tume
Con una investigación que, a los ojos de hoy, parece tener tantas aristas, ¿cómo hiciste para delimitar el alcance de la investigación? ¿Cómo concebiste la línea o la cuerda a seguir, y qué plazo o hecho te fijaste como meta para saber si proseguías con el trabajo de investigación o lo abandonabas por poco probable de demostrar?
Había que probar que Eitan había estado en Colombia. La fuente me dijo que hubo una cuenta de cobro o un contrato para justificar el pago y que de parte de Ecopetrol intervino el abogado Álvaro Meneses Mena, quien era su jefe de la división jurídica. No pude entrevistarlo porque está enfermo e impedido. Pero era amigo mío. Investigó en la Procuraduría el escándalo de (el ex ministro de Obras Públicas) Salcedo Collante, que investigamos en El Tiempo con Daniel Samper Pizano en 1977.
En la Presidencia de la República, la parte legal, me dijo la fuente, la manejó el abogado Jorge Humberto Botero. Este ejerció el cargo de secretario jurídico de Barco solamente 10 meses, desde agosto de 1986 a junio de 1987.
Entonces pedí a (quien era hasta hace dos meses la) secretaria jurídica de la Presidencia, Clara María González Zabala, por derecho de petición, acceso a la correspondencia del doctor Botero de esos 10 meses. Me respondió que ubicaron 27 cajas. Al revisarlas apareció un memorando de enero 27 de 1987 en el que un abogado de la Secretaría Jurídica le informaba a Botero sobre el avance en la negociación de un contrato de seguridad con una firma de Israel llamada KPI.
El memorando decía que esa negociación se realizó con el abogado Ernesto Villamizar Cajiao.
Cuando lo llamé por teléfono, el doctor Villamizar me dijo que él era suscriptor de El Espectador desde 1963 y que entró a estudiar derecho en la Universidad del Rosario en 1964 con (el caricaturista) Héctor Osuna y que Osuna era padrino de bautizo de uno de sus hijos. Y estoy a sus órdenes, me dijo. Le comenté entonces que había encontrado ese memorando de 1987 que lo mencionaba a él y a la firma KPI Ktalav Promotion and Investment y que los honorarios del contrato ascendían a 535.000 dólares. En ese momento el doctor Villamizar me dijo ¿Rafi Eitan? Yo le dije, doctor Villamizar, yo sí pensaba preguntarle por Rafi Eitan, pero usted se me adelantó. Entonces él dijo: Usted es muy jodido pero yo también.
Luego, tal como se publicó en El Espectador el 13 y 14 de diciembre de 2020, el doctor Villamizar aceptó que Eitan estuvo en el país, que él fue amigo de Eitan, que tenía fotos de él con Eitan -que no me las mostraría-, y que Eitan le había traído de regalo un casco del ejército de Israel. Luego el doctor Villamizar permitió que se le tomara una foto a él con el casco en su casa.
Aclaro que el memorando tenía como anexo el borrador del contrato con KPI pero no se mencionaba a Eitan. Sin embargo, cuando Villamizar confiesa que ese fue el contrato de Eitan, ya tenía la prueba que estaba buscando. Una prueba oficial, proveniente nada menos que del archivo de la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la República.
Pero antes de encontrar el memorando y el borrador del contrato, yo había encontrado otra prueba. Un día, de ocioso, escribí en la casilla de Google Rafi Eitan Virgilio Barco y encontré un artículo del 3 de septiembre de 1989 en que se informaba que Rafi Eitan era en ese momento asesor de seguridad nacional del presidente de Colombia, Virgilio Barco Vargas.
La fuente no me había hablado de esa publicación y además no la conocía. Fui yo quien se la mostró. Entonces existía una prueba objetiva, independiente de Barco, absolutamente inexpugnable. Lo decía uno de los principales periódicos de los Estados Unidos. Otra cosa es que la prensa colombiana no retomó la información, ni la investigó en su momento.
Cuando apareció el memorando en la Secretaría Jurídica y el doctor Villamizar espontáneamente me habló de Eitan, consideré que estaba probada la primera parte de la información recibida de la fuente, es decir, la presencia de Eitan en Colombia. Con base en eso escribí el artículo.
¿Cómo defines el espacio dedicado a la documentación de los hechos y personajes, y luego el espacio de la investigación? ¿O primero investigas y si encuentras hechos relevantes, empiezas a documentarlos?
La prioridad era probar lo que parecía factible de ser probado, es decir, la presencia de Eitan en Colombia.
La fuente me había dicho que Eitan había estado unos meses en Colombia y que había viajado a distintas regiones. Cuando en el borrador del contrato apareció que el contrato incluía el pago de hasta 50 pasajes aéreos en la ruta Tel Aviv-Bogotá-Tel Aviv sentí que la fuente tenía información que había quedado reflejada en un documento oficial.
¿Cuáles fueron las fuentes documentales a las que recurriste, y dónde las buscaste y encontraste? ¿Tuviste contratiempos en la marcha de la investigación por oponerte documentos reservados o clasificados, o te limitaron de alguna manera el acceso a archivos oficiales?
La fuente documental más importante, como se señaló, fue el archivo de la Secretaría Jurídica de Presidencia. Como no puedo ir a Bogotá hace años por problemas con la altura, la persona que revisó el archivo fue un joven egresado de comunicación social de la Unab en Bucaramanga que me hizo el inmenso favor de viajar no una sino varias veces a examinar las 27 cajas. Sin la ayuda de Luis Álvaro Rodríguez no habría podido encontrar el memorando. Le debo un agradecimiento infinito.
Y aquí hay que contar una anécdota fundamental para la investigación. Luis Álvaro nunca había estado en un archivo gubernamental. Me había dicho a comienzos de 2020 después de una charla que si le enseñaba periodismo investigativo. Pero Luis Alvaro no necesita cursos. Se le ocurrió lo más ingenioso. Como él vive en Barbosa, Santander, llegó a la Presidencia con bocadillos y tumes, un dulce típico de arequipe con bocadillo. Eso sirvió para abrir puertas y para que le facilitaran la revisión del material. El único que faltó por probar los tumes y bocadillos fue (el presidente) Iván Duque. Porque estaba en el programa diario sobre la pandemia, que le quita todo el tiempo.
No hubo limitación al acceso a la correspondencia de Jorge Humberto Botero. La doctora Clara María González Zabala siempre autorizó el acceso y expidió las copias oficiales que le solicité. Y la colaboración del personal de Secretaría Jurídica y del archivo de Presidencia fue total. Esos papeles están en el Archivo General de la Nación pero no dependen del Archivo General de la Nación sino de Presidencia, que alquila una bodega. De allá los llevaron a Presidencia, para que Luis Álvaro pudiera mirarlos.
En Ecopetrol me contestaron cuando pregunté por pagos a la firma KPI que solamente estaban obligados a conservar 10 años de archivos comerciales. No siendo Ecopetrol una entidad totalmente pública no pude insistir.
Fuera de Ecopetrol conseguí las actas de junta directiva del primer año del gobierno Barco pero no hay referencia al contrato con Eitan.
¿Tuviste alguna forma de garganta profunda, alguien que te animaba a seguir buscando, cuando todo parecía que habías llegado a un punto sin salida?
Sí, la fuente era la garganta profunda, pero no hubo otras fuentes complementarias o adicionales.
Toda la polémica que ha desatado la publicación no ha servido, sin embargo, para que los periodistas traten de identificar quién podría ser, en el rango de las probabilidades. Lo que ha hecho la prensa es abrir sus páginas a los ex ministros y ex funcionarios de Barco (para que viertan sus opiniones) pero hasta ahora no ha habido publicaciones de periodistas.
La segunda reunión
¿Cuáles fueron los principales contratiempos que encontraste al investigar una historia en la que buena parte de sus actores están muertos?
La imposibilidad de probar con documentos o registros sonoros o visuales la segunda reunión. Pero era obvio que prueba directa no existía ni existe.
Sin embargo, cuando pude probar que Eitan sí vino a Colombia, la sorpresa que producía la primera reunión dejó de ser novedosa. Se documentó que Barco trajo a Eitan.
No se por qué se molestan porque se divulgue la segunda reunión, pese a que no hay prueba escrita. Es lícito citar a una fuente anónima en relación con un asunto que por su naturaleza es secreto y reservado. Si no lo fuera, Barco simplemente le habría pedido a (su secretario general) Germán Montoya que enviara un oficio a Ecopetrol para que pagaran el estudio de Eitan.
Pero no, eso no se podía hacer, no se podía dejar rastro, porque Barco sabía que era una decisión que si se divulgaba o dejaba rastro documental generaría reacciones negativas.
¿En qué momento tuviste claro que había culminado tu trabajo periodístico, y que sólo quedaba empezar a escribirlo?
Cuando apareció el memorando del 27 de enero de 1987 y el doctor Ernesto Villamizar Cajiao, motu proprio, espontáneamente, sacó a relucir el nombre de Rafi Eitan.
15 meses de investigación
¿Los dos actores supervivientes principales, Jorge Humberto Botero y Fernán Bejarano Arias, qué actitud tomaron frente a la investigación?
Respondieron por email o por teléfono varias veces, muy cordialmente. No recuerdan el contrato, pero eso es natural. El doctor Botero dijo que nunca supo de Eitan. Lo cual es probable. Barco no quería que se filtrara la información. Es ridículo lo que escribió Rafael Pardo, que él no recuerda al tal Eitan. ¿Qué quería? ¿Que a él, que tenía 33 años y ejercía su primer cargo público, el presidente de la República lo fuera a buscar a su oficina a decirle, doctor Pardo, quiero contarle que convoqué a una reunión secreta para traer a un espía para que nos solucione ese problema?
¿Cómo definiste la técnica más conveniente para escribir tu nota para el periódico, y luego para la publicación digital del portal de investigación? ¿Crónica, descripción histórica, nota rígida de hechos y hallazgos y sus concatenaciones?
Creí que primero había que contar la historia de Rafi Eitan. Porque esa era la primera primicia de esta investigación. En losdanieles.com me concentré en Barco y la UP. Realmente hubo dos publicaciones complementarias.
¿Cuánto tiempo tomó el proceso de investigación? ¿Y la redacción?
La investigación tomó 15 meses. La redacción empezó desde el principio. En borrador empecé a redactar lo que iba descubriendo. Luego se llenaron las lagunas que faltaban y se omitieron párrafos que no correspondían a lo que se había imaginado al principio.
¿Cuál es el paso que sigue para esta historia, será llevada a la Jurisdicción Especial para la Paz? ¿La persona clave en tu investigación aparecerá ante la Jurisdicción? Y si por alguna razón no apareciera y la JEP te invitara a revelar la identidad de la fuente, ¿cuál será tu actitud en ese momento?
Ya rendí declaración ante la JEP este 20 de enero. Solicité la práctica de varias pruebas. La identidad de la fuente es inviolable, porque así lo dice el artículo 74 de la Constitución. Casi siempre trabajo con pruebas documentales. Pero aquí no se pueden obtener, en cuanto a la segunda reunión. Pero la gravedad del asunto ameritaba utilizar la fuente anónima.
Pueden salir del cementerio un millón de defensores de Barco. No importa. En su gobierno fueron asesinados centenares de miembros de la UP. Es lícito publicar la información de una fuente que fue alto funcionario de Barco y que oyó de Barco lo que Barco dijo en la primera y en la segunda reunión. Y es obligación de la JEP buscar las pruebas que faltan, tarea que no puede hacer el periodista. Por ejemplo, buscar los registros de huéspedes del Hotel La Fontana, donde, según el borrador del contrato, se alojaron los ejecutivos de KPI.
Para concluir quiero recordar el aporte superlativo del periodista Fabio Castillo a la historia contemporánea de Colombia con su libro Los Jinetes de la Cocaína,publicado en 1987. No hay fuentes documentales, no hay citas. Era imposible conseguirlas. Sin embargo toda la información era veraz y hechos posteriores lo confirmaron. ¿Cómo podía Fabio Castillo obtener actas de las decisiones del crimen organizado? Del mismo modo, cuando un presidente toma decisiones secretas, solamente tenemos la prueba oral que suministra una fuente.
Si el presidente se refugia en el secreto como los carteles del narcotráfico, la culpa no es de los periodistas, que en cambio sí tienen la obligación de revelar lo que otros buscan mantener oculto.