Umpalá

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Charlie Hebdo (aún)

I

Cosas que hay que decir

Desde lo de Charlie Hebdo he tenido mucha rabia, pero hoy estoy más bien triste, triste porque a raíz de lo que he dicho, es decir, de lo que pienso, sobre ese mediodía en el que dos ___________ (es difícil encontrar la palabra) masacraron a doce personas , con algunas de las cuales había hablado alguna vez y otras de las cuales eran amigos queridos de amigos que quiero mucho, he terminado peleando con gente que quiero y respeto.

Me reprochan, con rabia, que estoy defendiendo a un grupo de racistas, o que “estuvo mal, pero…” (esos peros que no deberían existir cuando hay muertos de por medio) o que soy un fundamentalista de la libertad de expresión o que no está bien ofender a nadie o que los muertos de París valen más o menos que los de Nigeria…

Pero hay cosas que hay que decir.

La primera es que a diferencia de publicaciones “respetables” como Le Point y L’express, que no cesan de atacar los musulmanes y de presentarlos como una horda de bárbaros que quiere minar Europa utilizando las ayudas estatales, Charlie Hebdo nunca fue un diario racista. No es sólo mi impresión, es también la de gente como Dominique Sopo, el presidente de SOS Racisme, la más importante (e implacable) ONG contra el racismo en Francia. Desde el día de la masacre, Sopo no ha dejado de repetir que Charlie, lucidamente crítico de todas las religiones, siempre cuestionó el islam, pero nunca a los musulmanes y al contrario, fue un fiel compañero de las luchas antirracistas en Francia. Que Charlie le dio con toda al programa de “definición de la identidad francesa” propuesto por Sarkozy (que gracias a la presión de la prensa terminó cancelándose) y que incluso le buscó la caída al ministro Claude Guéant… por sus declaraciones antimusulmanas.

Además Charlie se burló de los racistas del Frente Nacional, de los racistas de Generation Identitaire, de la paranoía racista de Eric Zemour y de Houllebecq y , llevando hasta el fondo la ironía, de los comentarios racistas en contra de la ministra Christiane Taubira, que siempre ha sido lectora del semanario.

Hay que decir que varios de sus dibujantes comenzaron su carrera con ácidas caricaturas denunciando el racismo y el colonialismo francés durante la guerra de Argelia, que se burlaron de las intervenciones de Hollande en Malí y de Sarkozy en Libia y de las pruebas nucleares de Chirac en el Pacífico, que simpatizaron con movimientos independentistas alrededor del mundo, con los altermundialistas, los ecologistas y las feministas y que no faltaron sus bromas, es decir sus ataques, a la ocupación israelí en Palestina.

La lógica de simpatizar con los asesinos porque los muertos eran franceses u “occidentales”, equivale a justificar a los que mataron a Jaime Garzón porque era colombiano y Colombia exporta droga, está dominada por los paras y nunca se ha pronunciado a favor del Estado Palestino.

Me han dicho que la marcha del domingo pasado fue consensual y que París nunca ha salido a marchar así por los muertos en otros países

Hay que decir que uno protesta por lo que le toca de cerca. Porque le mataron al vecino o al señor cuyos dibujos uno miraba a escondidas cuando era adolescente. No se puede recriminar a los colombianos que marcharon contra las Farc que no lo hicieran por la ocupación de Marruecos en el Sahara Occidental o por la decapitación de un rehén francés en Argelia.

Pero sobre todo hay que decir que muchos de los que marcharon el domingo son los mismos que se movilizan en las calles contra la energía nuclear o la megaminería o por la liberación de Palestina , por el no aumento de la edad de jubilación o los derechos de los sans-papiers. Gente que tiene una cierta idea amplia de la izquierda, una idea humanista, de la que Charlie hace parte.

Hay que decir que en su edición post-masacre, los sobrevientes de Charlie dedicaron un artículo a la situación en Nigeria.

Me han dicho que qué tanto puede creersele a Netanyahou o a Merkel o a Rajoy marchando por la libertad de la prensa.

Hay que decir que estoy de acuerdo, que además los de Charlie, los que quedaron, tampoco hubieran querido verlos, como tampoco querían ver (y lo hicieron saber) a Manuel Valls y como no querían que se cantara La Marsellesa. Que simplemente uno no se pone a pelear con los que van al funeral de un hermano. No en ese momento.

Me han dicho que se quieren instaurar divisiones en la sociedad francesa.

Hay que decir que esas divisiones no son culpa de Charlie y que Charlie siempre luchó contra ellas. Que así como en esa marcha hubo gente que aplaudió a la policía y muchos no lo hicimos, también hubo mucha gente que gritaba “libertad libertad” y otros , la mayoría, que no creemos que la libertad en Francia esté amenazada, que hay una responsabilidad social en la creación de ese vacío por el que esos muchachos cayeron en el delirio fundamentalista. Que ese no era el punto.

Pero esos muchachos (¿Encontré la palabra?) no dispararon contra el intervencionismo occidental ni en defensa de la imagen de los musulmanes en Francia, esos muchachos oprimieron el gatillo por razones religiosas y así lo reivindicaron. Asesinaron a doce personas porque algunas de ellas se habían burlado de algo que para ellos era sagrado.

II

Lo sagrado

Yo no tengo nada sagrado. Soy ateo, y eso lo aprendí de mi mamá que está brava porque insulté a la mamá del Papa. Aunque estudié en el Colegio Bachillerato Patria, tampoco creo mucho en la patria. Tengo eso sí, algunas ideas a las que estoy apegado Soy vegetariano (imperfecto porque a veces como pescado), no soporto a los racistas, no soporto que digan cosas negativas de los gitanos, me gusta leer, me gusta el rock entre otras cosas. Le doy vueltas a todo esto porque a falta de tener algo sagrado, me pongo a pensar qué pasaría si alguien agrediera algo que para mí es importante.

Digamos los libros, la literatura, la posibilidad de leer.

(Iba a escoger el rock, pero me imaginarían mechudo y ya hace rato que mis características capilares no me lo permiten. Y la última vez que hice headbanging me dolió la nuca)

Digamos los libros.

La posibilidad de leer.

Digamos que alguien hiciera una caricatura, vulgar si se quiere, de los que leen. Yo no reaccionaría.

Digamos que alguien argumentara en Internet que leer no está bien. Si tengo tiempo respondería.

Digamos que alguien con cierto peso en las decisiones políticas, comenzara a sugerir que hay que prohibir la lectura. Allí asumiría una posición pública y fuerte.

Digamos que esa persona dijera que hay que eliminar a los lectores. Yo debatiría de manera agresiva, organizaría acciones, vería qué permite la ley para detenerlo.

Digamos que se pusiera en obra la eliminación física de los lectores. En ese momento tomaría las armas. La violencia sólo valdría como respuesta a la amenaza de la eliminación y esto cuando no existiera otra manera de defenderse.

Eso pienso.

Pienso que sería desproporcionado tomar las armas contra alguien que se burla de los lectores, o de los vegetarianos o de los metaleros y que si a alguien lo mataran por eso yo me indignaría y no insinuaría que se lo merece.

Claro que hay una diferencia entre “cosas que me importan” y “cosas sagradas” (yo no tengo la culpa de haberme liberado de esa gran superstición que es la religión. Todas las religiones) pero el principio es el mismo. No por eso dejo de tener amigos creyentes e incluso practicantes y no me impide reconocer que aunque Dios no existe (en 3000 años no ha dado una sola prueba de su existencia) la idea de Dios puede engendrar tanto ángeles como monstruos. Fui voluntario en una parroquia donde todos sabían que yo era ateo y escuchaba rock “satánico” y allí nos entendíamos todos. Allá me mamaban gallo por mi ateísmo, y yo mamaba gallo de su religión.

El problema es que “lo sagrado” es diferente para todo el mundo. Para algunos la bandera lo es, para otros la naturaleza, para el Papa su madre (la de él); para los hinduistas las vacas, para los cubanos Fídel, para los rastas, un porro y el emperador de Etiopía, para los farianos la imagen de Tirofijo, para los pastafarianos el Espagetti Volador, para los uribistas, Uribe. Hay gente para quien es sagrada una cierta idea de familia o una cierta manera de adorar a Dios.

Si pedimos que nadie se burle u ofenda o hiera las creencias de otros tendríamos que quedarnos callados y estáticos. La idea de que la tierra giraba alrededor del sol ofendía tanto a la iglesia que Giordano Bruno terminó en la hoguera y no hay que ir tan atrás: el aborto y la homosexualidad ofenden creencias y por eso nuestro país del Sagrado Corazón está atrasadísismo en esos temas. Si siempre respetáramos las creencias si siempre hubiéramos evitado herir los imaginarios ajenas no habrían existido el punk, ni el metal, ni la obra de Henry Miller, ni la liberación sexual, ni la liberación femenina, ni los anticoncepetivos. No se podrían hacer transfusiones de sangre (porque para los Testigos de Jehová es un irrespeto a lo sagrado de la sangre), ni eyacular (los gnósticos lo consideran un desperdicio de energía).

Yo me imaginaba un salón en el que estaban Martín de Francisco y Santiago Moure, que tanto se burlaron de la colombianidad, y Jaime Garzón – si no lo hubieran matado- y Fernando Vallejo, blasfemo con gracia y Carlos Gaviria, ateo y defensor de la legalización de la droga y Dilson Díaz el cantante de La Pestilencia y Daniel Samper Ospina y Alejandra Azcárate, responsables de la “ofensiva” recreación de la Última Cena. Me imaginaba que entraban dos patriotas católicos y los fumigaban a bala. Eso es lo que hoy, que a ocurrido una masacre, justifican los que le ponen “peros” a la libertad de expresión.

Decir “Je suis Charlie” no quiere decir que uno comulgue con las caricaturas del semanario, quiere decir que uno cree que las ofensas se pueden arreglar con métodos diferentes al fusil Kalachnikov.

En Twitter  @r_abdahllah

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