Primero hay que decir qué es Stoeneşti.
Stoeneşti es un pueblito cerca de Vâlcea en Rumania.
La referencia a Vâlcea es importante para distinguir este Stoeneşti de los otros siete pueblitos rumanos que se llaman igual.
La referencia a Vâlcea es irrelevante, porque no creo que entre quienes lean este artículo, alguien haya estado en Vâlcea, pero por si acaso: uno sale de Bucureşti, y luego pasa por Piteşti y Aldeşti.
Tras pasar Vâlcea, hay una fábrica que de lejos se parece a la central nuclear de Springfield. De ahí hay que voltear en el letrero de Coca-Cola, con cuidado para no confundirse de ramal y, en lugar de llegar a Stoeneşti, ir a parar a Olaneşti, Buneşti, Pauseşsti, Mihaeşsti, Calimaneşti o Maladreşti.
Alrededor de la cabecera municipal de Stoeneşti, donde están la alcaldía, el dispensario, la escuela y una estación de policía, que a diferencia de las de Colombia no está rodeada por trincheras hechas con costales, se extienden trece veredas.
Según las cifras oficiales, viven aquí 3000 personas, pero esta cifra incluye todavía a muchos que se han ido.
Y como al igual que muchos pueblos de la región de Oltenia, Stoeneşti no está construido en torno a un parque central sino a lo largo de una carretera secundaria, los lugares comunales son los porches de las casas y los grupos son pequeños.
Según las cifras oficiales, viven aquí 3000 personas. Yo nunca he visto más de doscientos, casi todos son viejitas. Los viejitos que fueron sus esposos se han ido muriendo. El trabajo y el trago. Las viejitas suelen tener por primero o segundo nombre « Maria ».
Como para los ortodoxos, el día del santo es tanto o más importante que el del cumpleaños, el día de Santa María es fácil la fiesta más importante del año y el único día en el que se ve gente en las calles. En la calle, porque sólo hay una. De lejos vienen los nietos a pasar el fin de semana con sus abuelas, así algunas de ellas no se llamen María, pero a pesar de que Ceaucescu fue un fanático de la natalidad, al punto de prohibir la anticoncepción a partir de finales de los setenta, no hay grandes familias. Un par de hijos o tres.
Pero al menos un par o tres.
A la gente se le hace raro que Leonardo sea hijo único y que tras de todo no sea bautizado, así que cuando él y yo salimos a caminar y nos cruzamos con alguien siempre me preguntan cuándo le voy a dar una hermanita y cuándo voy a bautizarlo.
Luego las viejitas cuentan su vida y Leonardo la suya.
Todo mundo nos ha dicho que espera vernos en la iglesia el día de la Santa María. Ese día, a la salida de misa, la gente, en homenaje a quienes en paz descansan en el cementerio vecino, la gente comparte su comida con los demás feligreses.
En tiempos mejores, la pomană , era un banquete, pero las cosas se han complicado en la región. Los tiempos son duros, todos los jóvenes se fueron a trabajar recogiendo fruta en Italia o Alemania, en Francia o en España y aquí ya no hay nadie para cosechar. Así que se da lo que se pueda. Postres preparados en casa, conservas, pero a veces una salchicha, un huevo duro o una caja de fósforos.
Los viejitos, los que quedan, por ejemplo me dan țuică, un alcohol casero hecho de ciruelas, cuyo efecto, en términos de rapidez e intensidad, siempre me ha hecho pensar en las escenas de shot de Trainspotting .
El problema, y el encanto , de la bebida es que después de la primera copa uno solo puede pensar que la dulce ebriedad va a aumentar. Los shots sucesivos que me van ofreciendo, le favorecen a Leo, que puede pasear entre las viejitas recibiendo dulces sin que nadie lo controle. Al final tiene una bolsa llena de todo tipo de delicias, que incluyen pepinos y tomates de huerta. Y una prótesis dental.
-Leo ¿Qué es esto?
-Un dulce, Tata. Te lo prometo que no lo como antes del almuerzo.
-Me parece que es un error. Hay que encontrar a la dueña.
Lo que pienso es que si la dueña pierde su caja de dientes, jamás en la vida volverá a tener el dinero de hacerse una.
No es fácil encontrar a la dueña en el momento en que todo mundo comienza a bajar alegremente la colina por la que en los días tristes suben a sus muertos.
* *
Leonardo había escuchado hablar de la muerte por primera vez dos semanas antes , cuando fuimos por primera vez a esa colina. Era el día de la Transfiguración. Ese día me había despertado a alguien que pasaba con un altavoz. Entre sueños me parecía que invitaba a la gente a la ceremonia, pero cuando acabé de abrir las orejas entendí que que lo que dice era “lubeniță” y “castraveți”. Dos palabras rumanas hermosas y precisas para designar eso que llamamos “patilla” y “pepino cocombro”
(y que seguro en Argentina llaman quién sabe como)
(otros días pasa el señor que grita “Fier Vecheeeee”. Leonardo y yo salimos corriendo varias veces con la idea de probar esa fruta que desconocíamos. Cuando por fin lo alcanzamos entendimos que la traducción es “Chatarra”. Yo pensé en el “Boteeeellas, papeeeel” de mi propia infancia)
Despué de terminar el pedazo de patilla y de que Leo terminará su cocombro, cogimos camino hacia la iglesia. Al llegar a la puerta me puse mi máscara, pero la iglesia estaba cerrada con llave. Las celebraciones religiosas aún estaban restringidas y para que quedara claro, el cura había pegado con cinta fotocopias del decreto que lo especificaba.
“¿Les abro?” dice un tipo joven. Es decir de mi edad. Es el cura. Se llama Cosmin y tiene un hijo de tres años. Matei.
- ¿Cómo se llama el suyo?
- Leo. Leonard. Leonardo.
- ¿Y para cuándo el segundo?
Los niños juegan escondidas entre los árboles.
- ¿Usted viene de Francia , no? . Allá ya pasó todo esto.
- Ahora está todo casi normal. Los colegios abren como si nada.
- El doctor Didier Raoult dice que no habrá segunda ola. Es un hombre de ciencia pero los políticos no lo quieren escuchar
El doctor Didier Raoult, epidemiólogo marsellés con pinta de estrella de rock en decadencia ha dicho un montón de cosas desde que empezó la pandemia. La primera fue que no había que preocuparse, que esto no era más que una gripita. Luego se convirtió en el principal promotor del uso de la hidrocloroquina, un medicamento que entusiasmó al mísmisimo Trump, antes de que varios estudios no lograran demostrar ninguna eficacia. En Rumania el movimiento conspiracionista, abonado por los invitados a los programas de televisión tiene un peso importante y la gente suele decir que los médicos declaran cualquier muerto como víctima del COVID para recibir subsidios de la Unión Europea.
“Esta colina sobre la que estamos parados está llena de muertos de la peste” dice el padre Cosmin.
“Una peste que venía de España. No sé si eso fue al final de la primera o de la Segunda Guerra Mundial. En todo caso cuando hacemos alguna obra salen huesos. Había tantos muertos en ese entonces que les ponían una cruz de palo, si acaso y ya no venían a buscarlos” dice el cura “Esa sí era una epidemia de verdad no como la de ahora. Ahora es una dictadura todo lo que nos quieren imponer” dice.
Luego retoma la respiración.
“¿Ustedes vienen de la parte de la señora Jena, cierto?”
Maria “Marioara” Jena, fue la enfermera que ayudó a nacer a la mitad de los habitantes de Stoeneşti durante dos generaciones murió en octubre de 2016, dos meses antes de que, a 2000 kilómetros de aquí naciera su primer y muy probablemente único nieto, Leonardo.
La gente que es joven tiene abuelos en la tierra. La gente que no es tan joven tiene abuelos que estaban cansados y se fueron donde Dios.
No es la explicación más coherente que se le puede dar a un niño que representa una tradición de tres generaciones de ateos declarados. Se hace lo que se puede. He tratado de decirle, que Dios es un vago. Es decir, es un concepto vago. No existe así como quien existe, pero existe para la gente. A veces se llama Buda, a veces se llama el Señor. Uno le puede pedir cosas.
“Señor, tráeme un camión de bomberos”
Leonardo aún no entiende que hay que pedir cosas más abstractas, la paz del mundo o al menos el fin de la pandemia. Tampoco sabe la abuela de su mamá está físicamente aquí. Le digo que es un lugar donde se viene para recordarla, lo que tal vez es cierto.
-¿Toda la gente que está en el cementerio se fue a ver al Dumnezeu?
(“Dios”, en rumano, se dice Dumnezeu. Leo usa la palabra en rumano aún cuando lo nombra en español)
-Sí.
-¿Y cuándo vuelven?
La tumba de Marioara está en un borde del cementerio. Las lápidas rumanas no tienen las inscripciones hacia el muerto sino hacia el lugar donde pasan los visitantes. Hay una foto de Marioara y del abuelo que pusieron ahí cuando los dos aún vivían. A él no la conocí. Ella está tan bella como la recuerdo. A pesar de que pasa tanto el tiempo y las hierbas van cubriendo la tumba, nadie ha puesto las fechas de fallecimiento. Con el viento y el calor no hay manera de encender una vela. El calor derrite la cera antes de que el fósforo la encienda. El viento ya ha apagado el fósforo de todas maneras.
-¿Esa señora que nos mira vive aquí donde Dumnezeu?
(Escalofrío de mi parte)
-Espero que no.
La señora se acerca, es la hermana de tanti (tía) Lucica. En la tumba familiar hay una foto de tanti Lucica, joven y elegante. Tanti Lucica, que no es una tía de Leo, sino una tía así en general, todavía está viva, de hecho hemos pasado a verla hace poco, pero es mejor escoger uno mismo su foto, luego quién sabe que imagen despeinada van a elegir.
Si a mí, como todo parece indicarlo, me toca envejecer en este pueblito y me entierran en este cementerio, que me pongan una foto que una vez me tomaron en Marsella y donde se me ven los cabellos crespos casi al viento.
(Días después, en el fotomatón de un centro comercial de Vâlcea si la gente que aparece en las fotos de la pantalla es porque se fue para Dumnezeu)
La hermana de tanti Lucica nos lleva a recoger manzanas de verano. Son blancas. Dulces. Muerdo una, la mitad de un solo mordisco, sin pensar en mi alergia y sólo la recuerdo minutos después por una picazón leve. Podría suicidarme con manzanas en el bosque, que me entierren en el cementerio y que al lado de la foto de Marsella me pongan “Fue feliz y murió comiendo una manzana. Diga usted, como Blanca Nieves”.
La hermana de tanti Lucica se resbaló en esa misma colina en un día de invierno hace siete años. Estaba sola y dice que se alcanzaba a ver el hueso que salía. Se quitó la bufanda, se amarró la pierna y caminó hasta la casa más cercana. Antes (ella dice) vivían ochenta familias a lo largo del camino paralelo a la principal. Ahora sólo ella.
La hermana de tinta Lucica nos muestra sus cicatrices. A Leo no le impresionan , dice que él también se cayó, que se cayó en Alemania por querer mirar de cerca los aviones.
La hermana de tanti Lucica no se deja. Dice que cada día come medio tarro de mermelada y que ni por esas le ha dado diabetis.
En esa mañana nevada, la hermana de tanti Lucia habría podido irse a vivir donde el Dumnezeu. Allá donde no hay nada, ni siquiera un Dios. Ni nada. La metáfisica de visitar un cementerio es que sólo es cuestión de suerte de qué lado de la tierra está uno.
***
Leo encuentra a la dueña de la caja de dientes. Es una señora que hemos cruzado un montón de veces. Ella, de recompensa, le da más dulces y muchos besos en la cabeza.
Leo le dice « Señora si tú estás viejita porque no te vas a descansar donde Dios »
Ella escucha poco. No escucha eso. Le da más dulces. La gente se dispersa al final de la colina.
Leo y yo bajamos hasta el río. En realidad no es río, quebradita y eso. Riachuelo, pero allí Leo aprenderá que como dijo Borges «Cuando un niño mueve una piedra para cambiar el curso de un río, sabe que por un instante ha sido Dios »
En realidad no lo dijo Borges, pero bien podría haberlo dicho él.
O Coelho.
O Arjona en modo:
« Cambiaste mi vida y todo lo mío
como cuando un niño mueve una piedra en el río ».
(Vengo de un país donde a la gente no se la llevó la muerte , sino que vinieron a matarla y las dos cosas no son lo mismo)
(Vengo de un país donde los ríos llevan muertos, y en los recodos del río la gente los saca y casi no tienen ya rostro, pero les dan un nombre y les ponen velas a ese nombre nuevo)
Desde el día de la Santa María , cada vez que ve una iglesia, Leonardo quiere entrara para poner una vela por Marioara. No dudo que haya algo de cariño por esa bisabuela que no conoció, pero sospecho también que prender velas es una especie de juego fascinante.
Borges decía « Cuando un niño enciende una vela, comprende que ha heredado una fascinación milenaria, el asombro de los primeros hombres ».
A veces quiere poner dos. Fue en ese río dónde me explicó por quién era la otra.
-Por el cantante ese, Tata.
-¿Cuál cantante ?
-No me acuerdo el nombre. Tu dijiste que se fue donde Dumnezeu.
-¿Cuál será, Leo, cuál será ?
-El viejito que tiene las orejas como Mickey Mouse.