Tributos y Atributos

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¿Le llegó la hora a la Factura?

¿Le llegó la hora a la Factura?

Nada novedosa resultó la historia en la que un importante establecimiento de comidas rápidas se vio involucrado cuando funcionarios de la Dian, uno de ellos el director, Juan Ricardo Ortega,  al terminar de comer y pedir la cuenta le entregaron una que llaman pre-factura, lo que aparentemente motivó una visita oficial de los funcionarios de impuestos.

La verdad es que esa es historia repetida porque a todos los directores de la Dian les ha ocurrido algo parecido en su gestión y todos han terminado enviando sendas visitas, algunas sin que pase nada y otras generando cuantiosas correcciones tributarias. En su calidad de ex directores, aún no sabemos si han seguido haciendo la tarea o no. Si la respuesta es sí, probablemente estén un poco desilusionados porque en realidad “una sola golondrina, ni llueve ni hace verano”.

Bien podría ocuparse uno de ese anecdotario que es “pa risas”  como lo que le pasó a otro director  al cual le dijeron en una población costera, “… aja dóctor, eso de la factu acá no pegó” o de la copia –no autorizada- que hizo la administración de impuestos de la República Bolivariana de Venezuela de un comercial de la Dian dirigido a que los restaurantes facturen y basado en una experiencia de otro director que tampoco le dieron factura. En el citado lugar, que a propósito es delicioso, aún siguen preguntando: ¿… el señor quiere la factura?

También se ha vuelto clásica otra preguntica: ¿ … el señor cancela en efectivo o en tarjeta? Qué hace la diferencia, pues que hay doble registradora o doble facturación, una a donde van las ventas en efectivo que no dejan huella y otra donde quedan los comprobantes de pago de las operaciones con dinero plástico que sí dejan huella del IVA. Habrá excepciones, pero al que le caiga el gusta…

Otra más escandalosa todavía, en establecimientos donde ponen letreros que dicen: “… si no le entregan la factura, la cuenta le sale gratis”  y ante el reclamo por la ausencia de la factura el mesero o administrador contestan: “… no, es el que la cante primero” como si facturar o pagar el IVA fuera parte de un concurso. Ocurre a pocos pasos del restaurante donde se informa que estuvo el alto funcionario.

Hay que aplicar la Ley desde la administración tributaria y hacer que todos los colombianos cumplan en su calidad de consumidores, el papel que no necesariamente es exclusivo de los funcionarios de la Dian y que es más un deber ciudadano: pedir la factura, pero además quedarse con ella porque también hay evidencia de establecimientos que recogen las facturas abandonadas y anulan esas ventas.

El tema ese. No es propiamente el temor que genere un funcionario de impuestos, ojalá directivo,  entrando a un establecimiento de comercio, sino la sanción moral y administrativa que debe conllevar para sí no expedir una facturar y muy seguramente dejar de pagar los impuestos que corresponden.

Hace años la Dian “perdió” con los gremios y el sector privado, la facultad que tiene de visitar los establecimientos de comercio, verificar la correcta facturación y adicionalmente de proceder al cierre de los mismos, imponiendo el sello de CERRADO POR EVASIÓN, porque eso dizque vulnera derechos y estigmatiza al comercio, como si quedarse con el IVA que es de todos los colombianos fuera poca cosa.

Aquí vale decirle a los consumidores que los establecimientos que no facturan sí se quedan, en la mayoría de los casos, con el IVA que sí les están cobrando y que sí están pagando cuando compran bienes y servicios. Porque no es cierto que esas mercancías o esos servicios que no son facturados como corresponde sean más baratos y exista un ahorro o un menor valor.

Cuántos funcionarios tiene la Dian para hacer visitas de facturación, esa cifra comparada con el número de establecimientos de comercio que existen en el país es ridícula y jamás esa Entidad tendría cómo controlar esta obligación, su capacidad operativa es limitada y de eso se aprovechan los comerciantes que se quedan con el impuesto o que utilizan ese supuesto menor valor para competir deslealmente con otros agentes del mercado que sí pagan. Estos días hay cierres de establecimientos comerciales y de eso han dado cuenta los medios de comunicación en varias zonas del país.

Es parte de la inequidades del sistema tributario colombiano que además estableció un régimen donde hoy hay casi siete millones de personas, buena parte comerciantes o prestadores de servicios que se ocultan precisamente para no facturar o eximirse de esa responsabilidad engorrosa para sus negocios y que en apariencia no los deja crecer.

Bueno que el actual director de la Dian, quien sufrió en carne propia se apersone del tema y más allá de las visitas de coyuntura para saber si los establecimientos de comercio facturan o no, recupere la autoridad que sobre ese particular debe tener la entidad, a la jamás debe renunciar de cara a garantizar el cumplimiento de la ley y la competencia leal entre los agentes del mercado.

Ojalá cuando el gobierno de turno se decida a hacer una reforma tributaria revise el régimen simplificado y en su propósito de formalizar la economía opten finalmente por un sistema de facturación y tributación simple para los pequeños comerciantes.

Aquí vale recordar a todos los colombianos que sólo un punto de evasión del IVA cuesta cerca de $500 mil millones y hoy se pierden más de 20 puntos de ese tributo. Para cuidarlos o recuperarlos hay que pedir la factura, en todo lugar y en todo momento y esa tarea ciudadana puede ser más importante que dar limosna en un semáforo o llevar mercados o ropas a las colectas públicas.

También es importante que la administración de impuestos y el sector privado involucren en la tarea a todos  los colombianos por la vía una cultura fiscal donde pedir y exigir la factura no de oso como dice los jóvenes, sino que sea motivo de orgullo, e incluso sea premiado, no por el Estado como está en una norma convertida en letra muerta del Estatuto Tributario, sino premiados por el sector privado y en particular por el gremio de los comerciantes como parte de la responsabilidad social y empresarial que les atañe.

Algo se han hecho y por ello seguramente es que ha disminuido la evasión en el IVA pero indudablemente la tarea sigue siendo larga y facturar debe ser una obligación sin discusión alguna porque sólo así se pueden rastrear las operaciones y determinar el adecuado recaudo de los tributos que en teoría deben beneficiar a todos.

Tiempo para sacar del corral del Estatuto Tributario, las normas que a veces amarran, no se aplican o no las dejan aplicar.

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