Reseña de Cuando éramos felices pero no lo sabíamos de Melba Escobar (Seix Barral, 2020).
El libro no tiene objetivos ni conclusiones. No tiene hipótesis. Melba exhibe lo que vio en cuatro viajes. No hay conjeturas, teorías, sospechas ni prejuicios. Tampoco hay ideología, sociología, psicología ni ciencia política. Es una crónica por la que deambulan personas que cargan su destino como el que lleva una piedra sobre la espalda. Algunas veces se detiene para narrar escenarios que saltan a los sentidos del lector: “Mucho ruido, gente, basura por todos lados, voces ofreciendo desde un cupo en un carro a Ecuador, Perú, Bolivia, Chile o Argentina, hasta medicamentos esenciales, repuestos, electrodomésticos, dólares, pesos, bolívares, giros internacionales, drogas, chicas, pimpinas de gasolina (de la cual pasan 600 mil galones diarios de Venezuela a Colombia). Este supermercado a cielo abierto, además de una asombrosa variedad en la oferta de contrabando y negocios ilegales, muestra un paisaje sórdido de histeria y suciedad”.
El relato enfatiza en quienes decidieron quedarse en Venezuela. Los interlocutores hablan sobre su vida, algunas veces ofrecen respuestas. Todo se expone sin que Melba meta la cucharada o altere el ritmo de la narración que se teje con sus recuerdos: “Llegué a este mundo cuando tres habían llegado antes, y cuando todo lo que querían mis padres era un varón. Y un varón iba a ser, sin duda. Me llamaría Juan. Pero no. Nací hembra. Y de llamarme Juan Escobar De Nogales, pasé a convertirme en Melba Beatriz Escobar de Nogales. ¿Qué era eso? ¿Una venganza? ¿No podían haberme llamado Juana? Me bautizaron como quien pone los créditos a una película. Me pusieron los nombres de mi tía Melba, la hermana de mi papá; y mi tía Beatriz, la hermana de mi mamá. La beata caleña y la socialista y protestante casada con un sueco”.
Me atrevo a especular que Juana no habría hecho cuatro viajes a Venezuela. Ni siquiera habría sido escritora. Juan, el consentido, el menor, el único varón, el atractivo y mujeriego, tampoco se habría metido en esos berenjenales. Sólo la mujer que comparte el nombre con la tía beta y la tía socialista podía escribir 331 páginas equilibradas. Sólo Melba Beatriz tiene el carácter y la valentía de lanzarse a la incertidumbre. Sólo ella nos regaló esta crónica, aterradora y hermosa, sobre la Venezuela de Maduro.
—–
*Foto de la cuenta de Twitter de Melba Escobar @melbaes