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San Valentín sólo es un martes 14 de febrero

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Hoy me levanté a las 5:00 am y no por voluntad propia  o por gusto, sino porque mis gatos empezaron con su enloquecida actividad a esa hora, y a pesar de los improperios que lanzo cuando la minina más pequeña se me sienta en la cabeza, mi instinto gaternal  es más fuerte y me lleva a alimentarlos para que dejen de joder un poco.

Ya es demasiado tarde, el daño está hecho, ya estoy despierta y así pudiera robarle a Morfeo unos 15 minutitos más de sueño, creo que no es posible, porque mi mente es igual que mis mascotas, pues apenas se despierta no hay quien la pare, aunque en ocasiones logro amansarla con una taza de café porno, le digo así porque me gusta bien caliente, bien negro y bien grande.

Cuando el tinto termina de despertarme, medito 15 minutos, me miro las ojeras en el espejo, me empeloto y me meto a la ducha con agua más caliente que la bebida que me acabo de tomar. Me seco, y me visto con una pinta que visualicé el día anterior, me intento delinear los ojos y quedo satisfecha con el resultado, ya que hoy no parezco un mapache, me pinto la boca de rojo y salgo a encontrarme con el mundo.

Reviso emails, tomo más café, me desayuno con unas galletas integrales, hago más vainas gracias a la existencia de internet, envío mensajes de voz que es la forma moderna-antigua de llamar por teléfono, me tomo una pastilla porque amanecí con alergia, me vuelvo a pintar los labios, y 15 minutos más tarde, salgo porque había quedado de almorzar con una amiga. Como siempre yo llego puntual y ella llega tarde, me da un poco de mal genio, porque no me gusta esperar, y porque con hambre mi paciencia se diezma.

Mi amiga aterriza en la silla como si nada y la miro como un zapato, luego que aparece mi plato de comida y pruebo los primeros bocados, regreso a mi estado de Valeria dulce y adorable (es pura mierda, no soy ni dulce ni adorable). Empiezo a conversar con mi amiga y me dice que se siente algo aburrida, porque es San Valentín y no tiene pareja, porque ya no solo se mortifica en septiembre de amor y amistad, sino que ahora hay dos fechas del año en las que el mundo le recuerda que esta soltera.

(Y si, la sociedad celebra el amor romántico, y es bonito hacerle un homenaje de vez en cuando, y porque de algo tienen que vivir las floristerías, moteles y chocolaterías, lo que no es bonito es dejarse afectar, como si tener pareja fuera un triunfo y estar soltera fuera un fracaso, porque todos los días del año se puede celebrar el amor a sí misma, la lealtad a sí misma, el respeto a sí misma, porque el “yo me quiero” va antes del “yo te quiero”.) Esto pensé mientras decidíamos cual iba a ser el postre.

Pedimos una torta de chocolate, una gigante torta de chocolate y dos cucharas para compartirla, el pajazo mental para sentirnos menos culpables. Y entonces mientras mi cuchara se hundía en aquella masa suave, llena de gluten, azúcar y cacao, yo le dije a mi amiga: “oye, hoy es un martes cualquiera, tu eliges el filtro con el que lo quieras ver”

Luego vuelvo a mi trabajo, me tomo mi tercer café, tengo tres videoconferencias medio importantes y dos reuniones, casi me duermo en una de ellas, recibo 20 mil millones de mensajes o eso creí cuando me metí al whatsapp. Pasadas las seis salgo para mi casa, aunque está oscureciendo la temperatura sigue alta, cuando llego a mi hogar, estaban esperándome mis gatos mimados, esos que siempre vienen a saludarme como si fueran perros, les doy de comer, después me preparo una sopa, me quito el brasier (uffff que descanso) y me pongo la pijama calentana, me reclino en el sofá y empiezo a leer una joya de 192 páginas que me regalaron la semana anterior.

Fin del martes 14 de febrero.

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