Últimamente me han invitado a bastantes eventos desde que me convertí en influenciadora en temas de amort, algo así como una “dottora corazón”, así que en estos días fui a un desayuno súper chic, en uno de los restaurantes de moda, con la gastronomía de moda y con la gente de moda. Luego de llegar al sitio, dar el respectivo saludo, la sonrisa de oreja a oreja y las típicas convenciones sociales, nos preguntaron a los presentes que íbamos a tomar, a mi lado izquierdo estaba un blogger de unos veintitantos años con bigote divertido, que vestía algo parecido a una ruana de color magenta y cuya voz sonaba tal y como si estuviera mascando chicle. Este le dijo al Sr. Mesero “yo quiero un chai latte con leche de soya”.
Allí cerquita estaba otra chica también menor de 30 años, divina sin una gota de maquillaje y con uno de esos moños disque descomplicados que se usan ahora, cuando la vi pensé para mis adentros, que si a mí se me diera por salir así a la calle, sin maquillar y con un peinado de esos, lo más probable era que me confundieran con una vieja desahuciada y que mi cabeza se vería como una cebolla, pero en cambio esta muchacha lucia reeegia, y con su voz de niña bien, pidió para tomar: “un macchiato con leche deslactosada”. Cuando llegó mi turno, yo muy sencilla muy generación X, pedí un tinto, el Sr. Mesero me vio con cara rara, y yo le volví a repetir: “si… un tinto, ese que lleva agua y café”. Más tarde cuando el evento estaba a punto de finalizar le pregunté a uno de los presentes que si tenía tarjetas de presentación y con cara de “What? –fail- ¿Qué es eso?, me respondió: yo no uso tarjetas busquémonos en Twitter e Instagram y listo”.
Otro día hicimos una pijamada en casa de una de las amiguis, el plan era pedir una pizza, tomarse una cremita de whisky, escuchar música y ver pelis, entonces se nos dio por utilizar el televisor gigante del hijo cuasi adolescente de esta, el cual se encontraba conectado a un XBOX, y oh sorpresa ninguna de las cuatro sabia manejar ese bendito control que necesitábamos para que apareciera YouTube y Netflix, por tanto duramos unos cuarenta minutos lidiando con el aparato, apagándolo y volviéndolo a encender, hasta que por fin le cogimos el tiro. Como estaba haciendo mucho frío, Rochy sacó unas cobijas de esas que tienen mangas que son mejor conocidas como “geriátricas” entonces Luna insistió en que no eran cobijas de viejitas sino que eran capas súper poderosas como las de Harry Potter. La noche fue un tanto extraña, para colmo el domicilio nunca llegó y nos tocó comer galletas con atún, nos quedamos dormidas a la mitad de una película francesa y además de eso les pegué la gripa a todas.
La semana siguiente me reuní con mi otro grupo de brujildas, esta vez para hacer un karaoke en donde todas las canciones que nos gustaban, casualmente fueron grandes éxitos de los 90`s, por nombrar algunas: “You Oughta Know” de Alanis Morissette, “Livin’ la vida loca” de Ricky Martin, “Smell like teen spirit” de Nirvana y “Desesperada” de Martha Sánchez, luego de una tanda en extremo variada (o bipolar) en la que recorrimos muchos géneros musicales de la época, empezamos con la sesión fotográfica, todo un rollo porque fue muy difícil coordinar un buen “usie” ( selfie grupal) en donde las tres quedáramos decentes en la misma foto, si la una salía bonita, la otra cerraba los ojos y la otra ponía cara de actriz porno, o se le notaba lo borracha, hasta que por fin logramos una imagen, en donde las tres nos veíamos medio presentables, por tanto, el paso a seguir fue ponerle a la foto el respectivo filtro para hacerla más cool, cuando nos vinimos a dar cuenta la bendita imagen ya tenía como 4 efectos encima, porque no soportábamos la idea de vernos feas y mucho menos arrugadas. “los filtros son el nuevo photoshop” dijo una de las implicadas.
Antes mi visión era 20/20 y ahora padezco de miopía, “los años no vienen solos” me dijo mi oftalmólogo que parece un osito cariñosito en bata. Mi asistente que se cree una cantante de K-Pop, me dice señora Valeria. Y desde hace un tiempo me buscan los muchachitos de 23 años porque quieren salir con una “catana”.
No lo puedo negar, últimamente me he sentido, vintage, old fashioned, que vaaa, ¡ME HE SENTIDO VIEJA! Hay cosas en las que ya no encajo, hay tecnología que es compleja para mí, música que no conozco o que detesto, palabras que no entiendo, comportamientos de la generación actual que critico y por supuesto, vainas que ya no me lucen. Y si, sé de sobra que cada edad tiene su encanto, que los treintas son fabulosos, porque me liberé de muchas pendejadas, porque soy más interesante ahora, soy más curvilínea, mi sentido del humor es más fino y todas esas cualidades que no niego que son invaluables, pero que a veces se vuelven pajazos mentales cuando sientes miedo a lo inevitable, al paso del tiempo, como si tuviera algo de malo envejecer, como si las mujeres maduras fuéramos obsoletas. Sé que no es así, solo que a veces no puedo evitar sentirlo.
Ya no soy una culicagada y nunca he ocultado mi edad, además agradezco la experiencia que adquirí, pues me permite escribir lo que escribo, solo que siempre me había creído exenta de esas emociones pavorosas, y preciso esta semana he tenido momentos curiosos en los que tengo miedo de olvidar y peor aún de ser olvidada (a quedar *FOMO como dicen los millennials). Aunque no voy a llegar a ese punto de ser una vieja con la cara llena de botox, ni me voy a vestir como hipster, creo que de forma inconsciente lucho contra la corriente y sigo tratando de entender como es el mundo de ahora, porque no quiero quedarme atrás, porque la juventud no está en la edad sino en la actitud, así no me luzcan los “moños descomplicados o messy” que en mi época juvenil les decíamos “el tomate”.
P.D. Este post está lleno de comillas…pero que le vamos a hacer XD XD
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*FOMO: Abreviación de “Fear of missing out” es un miedo intenso a quedar excluida o perderse de algo. Imágenes: Lynda Carter en la Mujer Maravilla