Estimado señor Grey
Reconozco que eres es el sueño de muchas mujeres en el mundo y la gallina de los huevos de oro de E.L. James. Como si fueras un dios griego salido del monte Olimpo, tienes todo los ingredientes para convertirte en el sujeto del deseo. Y si te “escaneara” de arriba hasta abajo, podría deleitarme con tu cabello abundante, ojos grises e impenetrables, cuerpo atlético, piernas bien torneadas, ah! y se me olvidaba un detalle importantísimo, tu potente y gran pene.
Y como si tu belleza exterior fuera poco, se le suma que eres multimillonario, bien vestido, todo un empresario exitoso, dueño de Grey Enterprises y de quien sabe cuántos negocios más. Para seguir alargando la lista, también eres culto, hablas varios idiomas, sabes tocar el piano con destreza y hasta piloteas helicópteros.
Pero si crees que esos atributos son los que ponen a volar a las féminas y que tu club de millones de fans te idolatra por todo lo anterior… bueno, debo aceptar que estás en lo cierto, el poder seduce. Sin embargo también tengo que decirte que falta el detalle más importante, esa estocada final, el jaque mate y esa dosis de opio, que las deja bobas, pérdidas y estúpidamente enamoradas de ti.
Querido Christian, sucede y acontece que tu mayor atractivo no radica en lo bueno que estás, ni en tu encanto, ni en tu dinero, sino en tus cincuenta sombras. (Yo creo que son más de cien). Tus demonios son el mayor afrodisíaco para aquellas mujeres testarudas que les encanta rehabilitar gamines. Que gracias al marketing, la pornografía barata, el “verdadero” amor y toda la artillería cursi, revivieron las esperanzas de convertir a un chico malo. Lo que empezó como una novela erótica, me sorprendió con un giro inesperado de película de ciencia ficción, muy a lo Star Wars, pues en un abrir y cerrar de ojos, pasaste del lado oscuro de la fuerza, a la luz.
Eres inofensivo cuando surges como tema trivial de conversación entre amigas, cuando no eres real y solo alimentas las fantasías eróticas de echarse un polvo medio salvaje. Y está bien que las mujeres se imaginen toda clase de cosas ricas y perversas contigo, sin embargo te vuelves peligroso para aquellas lectoras vulnerables que te ven como un príncipe azul moderno en versión BDSM, que cambiaste el traje celeste por un vestido de diseñador y corbata gris, que ahora no tienes caballo sino un carro último modelo y que tu paquete (no me refiero al pene) incluye una gran cantidad de perturbaciones que mantendrían bastante ocupado al señor Freud.
Cuando lanzaste aquella típica frase de hombre-que-no-conviene: “Yo no soy nada, Anastasia. Soy un hombre vacío por dentro. No tengo corazón”. Más de una se derritió y humedeció la silla, fue algo así como la versión porno del cuento del Mago de Oz. Y cual Dorothy tratando de salvar al hombre de hojalata, supieron que habían encontrado su meta en la vida y era convertirte en un tipo normal, capaz de tener una relación estable, sin contratos, ni látigos, ni fustas.
Te confieso que el tema de la sumisión lo disfruto pero solo en la cama, pues de la puerta de mi alcoba hacia afuera y en mi vida cotidiana, no permitiría que nadie intentara ponerme esposas, jaulas de oro, guardaespaldas o cualquier grillete mental que coarte mi espacio e impida mi libertad. Pienso que tus prácticas sexuales son el menor de tus problemas.
Entiendo que tuviste una infancia difícil y por esta razón muchas mujeres justifican tus perturbaciones y personalidad abusadora. ¿Hasta qué punto hay que ser tolerante con tu comportamiento? O sea, que si salgo con un tipo que lo maltrataron cuando niño y ahora me lastima a mí, ¿Lo tengo que aguantar?
Puedo ser solidaria con tu dolor, pero esto no significa que me vuelva la exorcista que se empeña en espantar tus fantasmas del pasado. Ni es razón suficiente para que yo me meta en una relación tóxica, ya estoy muy grande para perder el tiempo. No puedo llegar al límite de olvidar, que ante cualquier tipo de maltrato no debe existir ninguna excusa.
Lo siento, tampoco tengo vocación de electricista para arreglar el problema de iluminación que tiene tu cabeza loca y no cuento con los reflectores suficientes para alumbrar esa cantidad de sombras que oscurecen todo su ser. En este caso, creo que será más efectiva una sesión con tu psiquiatra que el mejor de los polvos con sabor a vainilla.
Estoy convencida que yo no sería tu tipo de mujer, pues no soy una chica insegura e ingenua como Anastasia, que por cierto sufre de baja autoestima y durante toooda la trilogía, no se cansó de repetir lo adonis que eras y que no entendía como semejante espécimen se fijó en ella. A diferencia de la señorita Steele, la diosa que yo llevo dentro, se quiere y mucho !. Una fémina perspicaz comprende que en la vida real, Christian Grey no es tan fascinante como lo es en el papel.
Mí sexi y trastornado magnate, lamento informarte que una mujer sensata no quiere dramas, ni que la asfixies, ni que la celes de forma enfermiza o que la compres con suntuosos regalos materiales, solo porque tu corazón lleno de sombras es muy tacaño para darle lo único que ella pide y que solo un hombre maduro emocionalmente puede darle, y esto se llama: amor.
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Imágenes: Fifty Shades of Grey -Movie