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Publicado el Solteras DeBotas

4 pasos para entender y superar una tusa

tusa copia

Si bien, amar es una de las experiencias más sublimes cuando se está en los gozosos, también puede ser una de las vainas más tristes de la vida, sobre todo cuando se desmorona ante nuestros perplejos ojitos, esa relación en la que habíamos puesto todo nuestro empeño.

Y es que el despecho, desamor o guayabo como le dicen en Venezuela, es una vivencia fuerte, que en ocasiones nos marca hasta el punto de crear un antes y un después de aquel sismo, e influirá en la manera como actuaremos en nuestros romances futuros.

La buena noticia es que no hay tusa que dure cien años ni despechada que lo resista, porque hay formas de sobrellevarlo, de hacer menos funesta la situación y sobre todo aprender de esta.

1. El dolor es inevitable y el sufrimiento opcional: Cuando nos caemos de una bicicleta nos duele, cuando nos enfermamos nos duele, cuando fallece un ser querido nos duele. Y en las relaciones sucede lo mismo, cuando se acaban es normal que nos duela, porque el dolor es algo natural y surge en determinadas situaciones, así que no lo podemos obviar, esconder, o evitar. Y precisamente ese miedo a sentirlo y a entenderlo, es lo que no nos permite superarlo. Hay que vivir el respectivo proceso, por tanto se vale llorar, se vale sentir enojo y se vale sentir melancolía porque estamos pasando por un momento difícil, pero ojo, el dolor es muy diferente al sufrimiento, que no es más que una forma de negarnos a salir del hoyo negro. El sufrimiento se traduce en mantener, alimentar y exagerar aquellos sentimientos de frustración, y también demuestra la incapacidad de hacernos responsables de nuestra vida. La etapa de duelo es maluca pero siempre será superable. Aunque no podemos evitar el dolor que surge luego de una ruptura, si podemos liberarnos de ese esquema trágico-romántico de la mujer sufrida de telenovela que se revuelca en el pasado e insiste en mantener la herida abierta.  Como leí en un libro, dejar de sufrir es una decisión propia.

 

2. Poner los pies sobre la tierra: Es empezar el proceso de desenamoramiento, es empezar a ver las cosas como son. Y no es cierto eso de que el amor es ciego, porque si ve y utiliza unos lentes de aumento cual telescopio que magnifica las virtudes del ser amado, pues sucede que en nuestra mitología romántica, construimos un hombre ideal y queremos que nuestra pareja sea como eso que deseamos, así que lo vemos no como un ser real sino como la suma de esas cualidades que a nuestros ojos, son las que debería tener el amor de la vida.  Por eso aparece después la frustración y el desencanto, cuando nos damos cuenta que el tipo no encaja con la construcción mental que teníamos, entonces nos decepciona, nos hiere y se desinfla porque de cierta forma no pudimos entender que es un ser de carne y hueso, que lleva a cuestas sus dolores pasados, sus rollos mentales y hasta traumas de la infancia que influyen en sus comportamientos y en su forma de relacionarse.  La clave es quitarse los lentes rosados, reconocer al otro como es y no como aspirábamos que fuera, es analizar si parte del totazo se dio por exceso de expectativas, por negarse a ver las múltiples señales, por inmadurez de uno o de otro, o porque al final fueron dos extraños que entendieron que no podían estar juntos.

Tusa 2

3. El amor no basta: Que dos tortolitos se hayan dicho, jurado y repetido mil veces que se aman hasta el infinito y más allá, no es materia prima suficiente para que un romance funcione, porque se pueden amar muuucho pero tal vez el  problema radique en que no se aman bien, y a lo mejor su manera de manifestar cariño es a través del apego, los celos, la dependencia o los dramas. En vez de hacerlo a través de la confianza, el respeto y una buena comunicación, ingredientes claves para la construcción de una relación sana. Así que este es un punto  importante para analizar cuando se está en el-momento-álgido-de-la-tusa-más-terrible-del-planeta, pues independientemente del sentimiento que  todavía se tenga hacia esa persona y que de cierta forma se desee estar con ella, lo cierto es que se necesitan otras herramientas además de la famosa traga, para que la enajenación de enamoramiento se convierta en un amor maduro que perdure. Que si ambos se están haciendo daño y no están preparados para experimentar algo bonito, entonces lo más sabio que pueden hacer es finiquitar la cosa, ya que es más inteligente separarse que seguir maltratándose.  Hay detalles que pesan más y que al final agrietan las relaciones.  Ahora duele, pero al menos habrá tranquilidad, y la tranquilidad da espacio para tomar mejores decisiones.

4. Recuperarme a mí misma: Nos agrada esa persona en la que nos convertimos cuando estamos con un sujeto y además es rico sentirse querida, seducida y mimada. No obstante, cuando la relación de pareja se vuelve el eje central de nuestra existencia y nuestra realización depende de un tercero, entonces la tusa podría ser más fuerte de lo que debería porque nos olvidamos que somos un ser individual y la individualidad es necesaria para reconocer el amor que sentimos por nosotras mismas. Créanlo o no, una mujer con una autoestima alta, sale más rápido de la tusa que una que no se quiere. El estar en pareja no significa diluirse y volverse invisible, ni perderse en el otro, pero muchas veces sucede que desconocemos que el amor funciona mejor cuando ambos son independientes y no viven pegados como chicles las 24 horas, los 7 días de la semana. Y entonces cuando se realiza el recuento de los daños, es que recordamos que tenemos nuestras propias opiniones, nuestros amigos, hobbies, gustos, actividades muy íntimas y espacios descuidados, que nunca debimos dejar porque hacen parte de nuestro carácter. Amar no significa renunciar, significa negociar y buscar lo mejor para cada parte. Pero bueno, ya lo hecho, hecho esta, así que ahora el trabajo consistirá en fortalecerse y rescatar esa personalidad perdida. Si nos ponemos en la tarea de reencontrarnos vamos a estar tan ocupadas que el despecho poco a poco quedará en un segundo plano.

No hay un número de semanas promedio o establecidas para recuperarse de un duelo, si bien hay que ponerse metas, no es como batir el Guinness Records a la tusa más corta de la historia, pues cada persona experimenta la situación de forma diferente.

Como si acabaras de sobrevivir a la gripa más mamona de tu existencia, llegará un día en el que te levantes de la cama diciendo de manera sincera: ¡He vuelto!

 

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