Por José Ricardo Mejía Jaramillo
Si yo fuera Gustavo Petro, le agradecería con sinceridad al pueblo colombiano por haberme escogido para gobernarlo en tiempos tan difíciles, y a Dios, le agradecería y le pediría sabiduría y templanza, para ser el mejor presidente que haya tenido Colombia en su historia.
A quienes votaron por mí, les pediría serenidad, y comprender, desde ya, que en cuatro años muchas de mis propuestas apenas si alcanzarán a iniciarse y corresponderá a quien me suceda en el cargo llevarlas a feliz término.
A quienes no votaron por mí, les pediría creer en mi sinceridad y juzgarme por lo que yo digo y hago, y no por lo que mis enemigos dicen que yo dije o hice.
A todos los colombianos les prometería poner todo de mí, en trabajo, imaginación, inteligencia y liderazgo, para que, cuando entregue la administración en cuatro años, Colombia sea un mejor país que el que ahora recibo.
Los empresarios serán protagonistas en mi administración. Necesitamos de su confianza y de su generosidad para que nos ayuden a construir un país sin hambre, con la carga calórica completa, sin desnutrición infantil; un país bien educado del que nos sintamos muy, muy orgullosos, y en el que el amor, la solidaridad, la paz y la felicidad, en verdad sean posibles.
Debemos buscar que la solidaridad y la economía solidaria sean fundamentos de nuestra organización política, económica y social y, para ello, la ciudadanía deberá poner su granito de arena para hacer esa nueva Colombia, para hacer de ella una verdadera patria, de pan y techo dignos, con salud y educación de calidad para todos. Queremos una ciudadanía que piense y hable más de economía que de política y que se concentre en el estudio, el trabajo, la solidaridad y el progreso
Nuestras metas son claras: Cero hambre, Cero muertes violentas, Cero corrupción, Cero evasión y Cero coimas y negociados en la administración pública.
Para poder alimentar, educar y ofrecer buena salud a todos los colombianos necesitamos recursos económicos y, ojalá, trabajo para todos. Con este propósito, les propondría a los empresarios del país disminuir la jornada laboral a 36 horas y, además, vincular el personal necesario para cubrir ese horario disminuido.
A los grandes empresarios, a las personas más ricas del país, les pediría también ser las más generosas y coadyuvar una ley mediante la cual se comprometen a pagar el 25% de los dividendos durante los próximos 25 años para la restauración del país. Estoy seguro de que ese impuesto solidario se les devolverá generosamente con un país en paz y con una economía más dinámica y activa.
Es cierto que necesitamos seguir viviendo del petróleo, del carbón, del oro y de esos recursos no renovables; pero un gobernante serio tiene que pensar en el futuro y encauzar a su pueblo hacia él. Ese futuro está trazado por el cambio climático y Colombia debe ser una gran potencia en ese futuro por nuestra riqueza en biodiversidad.
En lo inmediato debemos resolver necesidades urgentes, que no dan espera, como la recuperación de la soberanía alimentaria, lo que nos obliga a mejorar e industrializar la producción agrícola, algo que nos permitiría, incluso, ser potencia exportadora.
El Congreso de la República tendrá grandes retos durante los próximos cuanto años, pero durante los primeros seis meses, tiene el deber moral con el país de aprobar las siguientes leyes:
Una reforma tributaria estructural, que además de derogar las exenciones de la reforma del 2019, incorpore el impuesto a las tierras improductivas, a la comida chatarra, a las bebidas azucaradas y a los dividendos de las grandes empresas.
La aprobación del cánnabis de carácter medicinal, recreativo y con fines de exportación; debemos volver una bendición para los colombianos aquello que durante tantos años fue una maldición.
Así mismo, deberá aprobar una ley de punto aparte (a la que, seguro, después habrá que hacer ajustes), mediante la cual, los narcotraficantes, lavadores de activos y quienes se hayan enriquecido ilícitamente sean amnistiados, a cambio de que declaren sus bienes y entreguen la mitad de los mismos al Estado para la restauración del país y se comprometan a no volver a delinquir en el futuro, caso en el cual tendrían que pagar también los delitos amnistiados.
Todos estos recursos servirán para hacer posible la educación pública gratuita y de alta calidad hasta la universidad, la renta básica y el subsidio a los ancianos.
Y usted, amigo lector ¿qué haría en materia económica si fuera Gustavo Petro?