Sí, se vale estar enamorada de 11 tipos a la vez… Hace un año me preguntaba ¿Qué me pasa? ¿Pero si a mí nunca me ha interesado el fútbol? ¿Pero si ni siquiera entiendo? Y ahí estaba con lágrimas en los ojos, el corazón apachurrado y una impotencia más grande que yo, por ver la injusticia que estábamos pasando.
Con la piel erizada y la camiseta que había repetido por casi un mes, lloraba y le gritaba al televisor, como si el árbitro pudiera escucharme: ¿“A cómo los árbitros Brasil”? “Es el colmo, se gana con fútbol, no con rosca”, “Neymar, como futbolista eres muy buen actor”. Mi molestia era tan grande que quienes estaban a mi alrededor, sorprendidos se reían.
Sí, justo en ese momento me di cuenta que estaba completa y perdidamente enamorada de la selección, la misma que meses atrás reprochaba y de la que le decía a mi papá: “¡Ja! Se van a demorar más llegando a Brasil que en ser descalificados” o, “Papi… ¡van a perder! métete eso en la cabeza”.
Para el primer partido me vestí, arreglé y puse una camiseta de la temporada pasada que me habían regalado para ver un partido y que había tirado por ahí, porque juraba que nunca más la iba a usar. Me subí al carro de Cami y fuimos para la 93, yo en actitud de “voy por compromiso, no por ganas” y así, me senté a ver “bailar” a esos 11 que me estaban demostrando que mis impresiones eran falsas. Vino el primer gol y aplaudí pensando, “ya no demoran en empatarlos”. Me entretuve viendo a los griegos (les puedo ir dando dos hijos) y luego vino el segundo gol, grité emocionada y ahí si me entretuve viendo el partido, viendo el fútbol que me estaban presentando, viendo a James mostrarse al mundo y también sonriendo con el bailadito de Armero. El mismo que salí a bailar en la mitad de la 93 feliz por el 3 – 0 que habíamos logrado.
Días después, era mi cumpleaños (el 27 por si me quieren regalar algo) y mi jefe de entonces me envió la camiseta de Colombia con una nota: “a ver si con esta al menos cree en la selección”. Y así fue, el espíritu futbolero se abrió ante mí, grité y lloré todos y cada uno de los partidos de la selección.
Desde ese entonces, no hago más que pelear, gritar, hacer caras y aplaudir el juego bonito, el ras tas tas, las alegrías y los disgustos que nos dejan (casi los golpeo muy fuerte por lo que hicieron con Venezuela) .Y aunque algunos muevan hashtags diciendo #NoMasMujeresHablandoDeFutbol y me los repartan en mis redes sociales o me critiquen porque aunque no sé de ello. me emociono con cada toque que le hacen al balón. Hoy puedo decirle al mundo que se vale estar enamorada de 11 tipos a la vez, que se vale que seamos las mujeres las que queramos ir a ver el partido, que lo sintamos tanto y más que ustedes hombres que dicen ser expertos en el tema, se vale que 11 tipos unan a un país, se vale soñar y se vale creer en la justicia divina que está comprobada con el último partido y la revancha que nos llevamos por ganarle a esa desdibujada selección Brasileña.
Gracias muchachos por su entrega, su ímpetu, por hacernos soñar y por hacerme creer en el fútbol, más que en el amor. Ah y ¡fue gol de Yepes!
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