¿Se lo explico con plastilina?

Publicado el alter eddie

Albeiro

Una madre se apoya en el ataúd de su hijo, se le ve pasmada, pálida, con ese color que da el haber llorado desconsoladamente por mucho tiempo. En una silla la hermana del difunto abraza a una persona, varios familiares se acercan en fila y acarician la caja mortuoria cubierta por la bandera de Colombia. En la sala una imagen muestra la cara del fallecido, un retrato en el que luce serio pero en el que a la vez se bosqueja un toque de ingenuidad.
Rezan el rosario, padres nuestros y avemarías. El sonido de un ringtone con un tango interrumpe las oraciones. La gente se da la paz, varios niños corretean jugando en el salón. Huele a flores mezcladas con café. Coronas y coronas decoran el espacio. Un grupo de uniformados de negro está a mi lado, uno de ellos me mira con cara de ¿y este mechudo qué hace aquí?, yo mientras tanto apunto en una libreta una que otra cosa.
Ayer estuve en la sala de velación de la policía, en el barrio Quirinal de Bogotá, Albeiro Garibello es el difunto, un muchacho de 23 años víctima de un petardo cerca de la plaza de toros. Sí, trabajaba en el ESMAD. En el suelo cerca de su ataúd está el casco negro con los números 175352 que lo identificaban.
Paula, su novia, lo recuerda con nostalgia, hoy le tocó conceder varias entrevistas a nombre de la familia, pues por decisión de todos ella es la vocera, no quiere que molesten a la mamá de Albeiro con las clásicas preguntas de ¿cómo se siente señora? Paula es abogada y llevaba 7 años de relación con Albeiro, se alegraba de que lo hubieran trasladado a Bogotá después de haber estado en el Cauca, pues en la capital todo iba a ser menos peligroso. Recuerda las charlas con su novio sobre la situación del país, que en alguna ocasión él le hablaba de que en Cuba no se aguantaba hambre, que eso le gustaba de allá. Paula votó en el plebiscito por el Sí pensando en la seguridad de su novio policía y dice:
– La guerra no se combate con guerra.
Doña Laura, una tía de Albeiro, que nos acompaña mientras tomamos tinto afirma:
– Es que esto es una guerra entre campesinos contra campesinos como mi sobrino, gente pobre matando a gente pobre y no es solo la tragedia de la muerte de mi sobrino sino también el leer los comentarios de odio que salen en las redes sociales, cosas como “ojalá y hubieran matado de una sola a todos esos cerdos hijueputas” ¡bien hecho! a esos perros hay que darles es así!.
– Mire cual paz puede existir cuando la gente dice esto de una persona como él, sin conocerlo y sin pensar que tiene familia, una mamá que lo llora, hermanas, una novia, es un colombiano como cualquiera al que le toca trabajar para vivir y claro hay policías buenos y policías malos, como taxistas amables y otros bien transas, políticos corruptos y otros correctos, guerrilleros con ideales y otros con ganas de matar, esto de andar generalizando todo es absurdo.
Un policía que está a nuestro lado comenta:
– Y es que eso de que por todo le estén diciendo a uno cerdo, ignorante y cuanta cosa se les ocurre, no es nada chévere, a uno le toca aguantarse, comer callado y siempre me pregunto si en algo contribuye eso de humillarnos, ¿es que acaso es de inteligentes insultar al otro?.
Son las 9 y media de la mañana del día siguiente y estoy en la iglesia de la policía, hoy es la misa y el entierro de Albeiro. Están llegando muchos uniformados, entre ellos un grupo del ESMAD que hace fila en el patio, no puedo negar que verlos así con todas sus corazas y armamento me genera entre temor y molestia, pero hoy la situación es muy distinta. Llega también el Alcalde Peñalosa del cual soy detractor, pero hoy la situación es muy distinta. Hoy los familiares y Laura no están para hablar, son campesinos humildes vestidos de luto. Se escuchan llantos a diestra y siniestra. El sacerdote en su sermón habla de la muerte como la pobreza absoluta, pues para allá no te llevas nada.
Termina la misa y es el momento de que salga el ataúd, lo cargan varios altos mandos incluído el alcalde. Me fijo en la cara de una mujer policía que llora y respira hondo tratando de no descomponerse, sopla y parpadea repetidamente mientras sus ojos se tornan más rosados. Suena la diana y empiezan las lágrimas de varios coroneles, capitanes, mayores que están a mi lado llorando como niños, frente a mí un policía del ESMAD mira hacia el cielo y entre todas sus duras corazas no puede disimular su tristeza, hoy la situación es muy distinta.

 

Dos carros cisterna están en la calle y lanzan ráfagas de agua que se entrecruzan. Hoy los del ESMAD no tienen manifestaciones que controlar, hoy la situación es muy distinta.
El día del atentado estaba cerca del sitio en el que pusieron la bomba y por cosas del azar no nos fuimos por allí. Esa mañana estaba junto con Emily mi sobriprimis de seis años,que por cierto es hija de una mujer capitán de la policía. Caminabamos por la ciclovía, escuchamos la bomba y sentimos un fuerte temblor, Emily al día siguiente les contaba a sus compañeritas del colegio que había escuchado la explosión de una bomba, ellas le preguntaron que a qué cumpleaños había ido, ella les contestó:
– No, no era de esas bombas, era de las bombas que salen en los noticieros.

 

Ese día la situación fue muy distinta.

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