Homenaje al único sobreviviente en los setenta años del Club Negro de Colombia. Firmó Manifiesto en 1943 junto con Helcías Martán Góngora, Manuel Zapata Olivella, Natanael Díaz Rivas, Delia Zapata Olivella, Adolfo Mina Balanta y Marino Viveros.
Por Lina María Álvarez, para Color de Colombia
Víctor Viveros es el último, el único sobreviviente de su generación. Hace 70 años varios estudiantes y jóvenes negros que harían historia decidieron redactar el ‘Manifiesto a los intelectuales de los países de América’; Pietro Pisano, historiador italiano, lo redescubrió hace pocos años.
Con 97 años y 8 hijos, se jacta de ser el único miembro del Club Negro de Colombia que aún se encuentra con vida. Fue tesorero del movimiento y firmó aquel Manifiesto que pretendía reivindicar la raza para 1943. Hoy, guarda como un tesoro sus recuerdos, aquellas imágenes mentales; 70 años después, Víctor es ciego, ya no puede ver.
Con casi una centuria a cuestas, ha sido testigo del crecimiento de este país, de los cambios que ha tenido, y sobre todo, de la lucha de los suyos. Tiene baches de melanina en su cuerpo. La memoria no le falla; recuerda como para ese entonces, ese “pueblo grande” llamado Bogotá, los recibió:
“Bogotá era mucho más pequeña y mucho más fría de lo que es hoy en día. Eso sí, siempre ha sido una ciudad cosmopolita. Allá, junto con mi primo y unos compadres, nos recibieron. Estábamos conformando una clase de negros”.
Aquella clase, que empezó como un grupo de amigos que se reunía para hablar con determinación de temas políticos y sociales, terminó siendo la primera asociación de afrodescendientes del país: El Club Negro de Colombia.
Para el 20 de junio de 1943, ya aparecían en primera plana; no sólo firmaron el Manifiesto que proclamaba y acentuaba sus derechos, sino también fueron los responsables de que por primera vez se celebrara el Día Negro en Bogotá.
“Allá, pasaba algo muy curioso; se decía que ver a un negro era buena suerte. Cuando lo veían a uno se rascaban las rodillas y se anudaban el pañuelo. El día negro fue un éxito, mucha gente salió”.
Muchos pañuelos se anudaron, mientras siete jóvenes, en su mayoría, caucanos, luchaban por un lugar, por aquel que les correspondía. Helcías Martán Góngora, Manuel Zapata Olivella, Natanael Díaz Rivas, Delia Zapata Olivella, Adolfo Mina Balanta, Marino Viveros, el presidente, y Víctor Viveros, su primo y tesorero del movimiento, luchaban por el respeto, la democracia y la inclusión.
El Manifiesto era un documento con vida, un papel con rostro. No sólo representaba al Club Negro y sus fundadores ante una sociedad racista, no. También hablaba de los esclavos, de aquellos que en épocas lejanas llegaron a estas tierras para darle, como dice Víctor, “su sabor”.
De aquel 1943 sobreviven palabras que reviven una ideología: “Rememoramos a los hombres negros que un día llegaron a las playas de América, con los pies atados, pero con el porvenir del mundo entre las manos”.
Un porvenir que 70 años después habla por sí solo. De los 8 hijos de Víctor, 8 son profesionales, fruto de su orgullo. Para él, la lucha no fue fácil. Sus ojos no ven el presente, pero se atreve a esbozar un futuro: “Los negros tienen que seguir luchando y recordar que Colombia necesita siempre, el consenso de todos sus hijos”.
[Foto tomada por Lina María Álvarez, en Puerto Tejada, Cauca]
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